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José martí y las consideraciones expuestas en su trabajo el presidio político en cuba

29 de marzo de 2019

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José Martí utilizó el periodismo como una vía eficaz para denunciar la opresión colonial española sobre Cuba y fomentar la necesidad de desarrollar la guerra revolucionaria en aras de la independencia de su tierra natal.

Una de las primeras y más significativas obras periodísticas suyas fue el trabajo titulado El presidio político en Cuba, publicado en España en 1871.

El año anterior Martí había sufrido el presidio en Cuba y la realización de trabajo forzado por sus convicciones patrióticas.

Tras diversas gestiones realizadas por sus padres se logró que la pena que le habían impuesto de varios años de encierro fuese conmutada y entonces, después de una estancia de algo más de dos meses en Isla de Pinos retornó a La Habana y seguidamente salió hacia España en calidad de deportado.

Poco tiempo después de haber llegado a la capital española elaboró primero un trabajo titulado Castillo, apellido de un anciano de más de 70 años que se hallaba en el presidio y más adelante elaboró el folleto en el que además de narrar sus tétricas vivencias sobre todo en la realización de trabajo forzado también expuso conceptos medulares que pusieron en evidencia su grandes condiciones como ser humano.

En la parte inicial de ese trabajo expone: “Dolor infinito debía ser el único nombre de estas páginas. Dolor infinito, porque el dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás.”

La publicación de este trabajo evidenció un acto de valentía en Martí, porque se editó, precisamente, en la propia capital de la metrópoli española. Tenía entonces tan sólo 18 años.

Martí describió con singular firmeza lo que se padecía en el presidio en Cuba al exponer: “¿Qué es aquello? Nada. Ser apaleado, ser pisoteado, ser arrastrado, ser abofeteado en la misma calle, junto a la misma casa, en la misma ventana donde un mes antes recibíamos la bendición de nuestra madre, ¿qué es? Nada. Pasar allí con el agua a la cintura, con el pico en la mano, con el grillo en los pies, las horas que días atrás pasábamos en el seno del hogar, porque el sol molestaba nuestras pupilas, y el calor alteraba nuestra salud.”

Y expresó además Martí al describir la terrible realidad del presidio en Cuba: “Volver ciego, cojo, magullado, herido, al son del palo y la blasfemia, del golpe y del escarnio, por las calles aquellas que meses antes me habían visto pasar sereno, tranquilo, con la hermana de mi amor en los brazos y la paz de la ventura en el corazón.”

En forma elocuente, dejó constancia de su solidaridad con sus compañeros en el presidio como un principio esencial que tendría presente en distintas etapas de su breve pero fecunda existencia.

Manifestó: “Si los dolores verdaderamente agudos pueden ser templados por algún goce, sólo puede templarlos el goce de acallar el grito de dolor de los demás. Y si algo los exacerba y los hace terribles, es seguramente la convicción de nuestra impotencia para calmar los dolores ajenos.”

Y además expresó lo que sentía cuándo podía hacer algo para aliviar la pena ajena: “Yo suelo olvidar mi mal cuando curo el mal de los demás. Yo suelo no acordarme de mi daño más que cuando los demás pueden sufrirlo por mí”.

Más que hablar de sí mismo, Martí denunció las atrocidades cometidas por las autoridades españolas contra varios de los que junto a él padecían las atrocidades en el presidio, entre ellos un anciano y varios adolescentes.

E igualmente planteó algunas consideraciones sobre sus padecimientos en el presidio al detallar de manera significativa: “Sufrir es quizás gozar. Sufrir es morir para la torpe vida por nosotros creada, y nacer para la vida de lo bueno, única vida verdadera.”

Y también al referirse al sufrimiento de los demás Martí manifestó: “¿A qué hablar de mí mismo, ahora que hablo de sufrimientos, si otros han sufrido más que yo? Cuando otros lloran sangre, ¿qué derecho tengo yo para llorar lágrimas?”.

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