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José Martí y la trascendencia de la belleza

7 de abril de 2017

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Como hombre de gran sensibilidad y amante de la vida José Martí admiró y resaltó la belleza humana y de la naturaleza como tal, pero en el caso de los hombres y mujeres le dio más valor a la belleza íntima, a la espiritual.

En un trabajo titulado “Hasta el cielo”, publicado en la Revista Universal, de México, en la edición correspondiente al siete de marzo de 1876, aseguró que la belleza es bastante poderosa por sí misma y agregó seguidamente: “Hallamos algo bello, y hallamos algo de nosotros mismos”.

Unos meses antes en la propia publicación mexicana con la que comenzó a colaborar desde poco tiempo después de su llegada en febrero de 1875 a este país, había catalogado a la belleza como un dulcísimo poder.

De acuerdo a lo expuesto por Martí lo bello contribuye a hacer más grata y placentera la vida.

Él igualmente expresó que un bello cuadro, una límpida estatua, un juguete artístico, una modesta flor en lindo vaso, pone sonrisas en los labios donde morían tal vez las lágrimas.

Específicamente esto lo afirmó en el trabajo que salió publicado en La Nación, de buenos Aires, Argentina, el 10 de diciembre de 1882.

Tanto en esta como en otras ocasiones Martí hizo reflexiones muy relevantes en torno a la trascendencia de la belleza para los seres humanos.

Por ejemplo en la Sección Constante, que publicaba en la Opinión Nacional, en Caracas, Venezuela, se refirió a la importancia que tenía que las personas atendieran lo relacionado con embellecer los objetos.

Acerca de esto trató en un trabajo publicado en la edición del 16 de febrero de 1882, al señalar: “Hace bien a los hombres quien se ocupa de dar bella forma a los objetos que han de rodearlos. Y añadió que la belleza en lo que nos rodea ayuda a la vida.

En relación con este tema trató en otros trabajos periodísticos, tales como en uno de los materiales incluido en noviembre de 1883 en la revista La América, editada en Nueva York.

En el citado trabajo comentó que así como una habitación espaciosa invita a la majestad, un objeto bello invita a la cultura. Y de inmediato expuso: “El alma tiene su aire: y lo echan de sí los objetos bellos.”

Igualmente en las cartas que escribió a amigos y colaboradores Martí detalló el gran valor que le concediera a la belleza.

A su gran amigo mexicano Manuel Mercado le expuso en la misiva que le dirigió desde Guatemala el 30 de marzo de 1878: “…sin disputa, la belleza es un derecho.”

He señalado varios ejemplos de lo patentizado por él sobre la belleza relacionado con la realidad material. Pero Martí además le concedió una trascendencia mayor a la belleza desde el punto de vista espiritual.

Precisamente él resaltó que el que conoce lo bello, y la moral que viene de él, no puede vivir luego sin moral y belleza.

Y al respecto cabe citar otra consideración significativa detallada en la Sección Constante, en este caso el 22 de mayo de 1882 en la que afirmó en forma resuelta: “La belleza alivia: un canto hermoso es una buena acción: quien da huéspedes al corazón le da compañeros para la amarga vida: un buen canto es un buen huésped.”

Más allá de lo expuesto por Martí sobre la belleza en sus trabajos periodísticos cabe tener en cuenta una carta que le escribió a la joven María Mantilla, fechada el 9 de abril de 1895, en la que llegó a detallarle importantes valoraciones sobre la belleza desde el punto de vista espiritual.

Desde Cabo Haitiano, sitio donde se hallaba cuando estaba próximo a retornar a Cuba para dar su contribución directa al desarrollo de la guerra por la independencia que con tanta pasión había logrado hacer que se reanudase, Martí encontró tiempo para hacerle estas reflexiones a María Mantilla.

Le expresó en la citada carta que un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas y que quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera y que el que lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Y le agregó: “Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz. Procurará mostrarse alegre, y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena, y quien conoce la belleza la respeta y cuida en los demás y en sí. Pero no pondrá en un jarrón de China un jazmín: pondrá el jazmín, sólo y ligero, en un cristal de agua clara. Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor.”

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