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José Martí y el libro de versos dedicado a su hijo

18 de noviembre de 2016

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El 22 de noviembre de 1878 nació en La Habana el hijo de José Martí y Carmen Zayas. Lo identificaron como José Francisco.

Como padre Martí no logró disfrutar de la compañía de su hijo durante un prolongado período de su existencia.

No había cumplido un año José Francisco cuando Martí fue detenido en la capital cubana, en el mes de septiembre de 1879, acusado de hallarse conspirando contra el régimen colonial español y resultó nuevamente deportado hacia España. No es hasta 1880 en que se trasladó de España hacia el territorio norteamericano que Martí pudo reencontrarse en la ciudad de Nueva York con su esposa e hijo.

Pero como desde su llegada a los Estados Unidos Martí nuevamente dedicaba una gran parte de su tiempo a pensar en la situación de su tierra natal y participaba en actividades en forma constante que tenían como objetivo propiciar la reanudación de la lucha por la independencia, entre él y su esposa surgieron discrepancias.

Esto hizo que Carmen retornarse a Cuba y que una vez más Martí se privara del encanto de disfrutar de la compañía de su hijo que por entonces no había cumplido los dos años.

Y lo que experimentaba ante la ausencia del hijo amado Martí lo reflejó poco tiempo después en un grupo de poemas que en 1882 formaron parte de su primer libro de versos editados en Nueva York y que tituló Ismaelillo, nombre de un niño bíblico. La mayor parte de estos poemas los escribió Martí en 1881 cuando residió en Caracas, la capital de Venezuela.

En una dedicatoria muy emotiva que le puso a su libro de versos, Martí le detalló a José Francisco: “Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.”

Y le agregó al detallarle cómo fue que escribió los poemas que aparecían en el libro: “Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo!”

Los poemas que forman parte del libro Ismaelillo son de metro breve y de hermoso lenguaje y originalidad. En total son 15 poemas en los que calificó a su hijo como un príncipe enano, mi caballero, mi jinetuelo e hijo del alma.

En dichos poemas, por ejemplo, evidenció lo que sentía ante la ausencia del hijo, a quién recordaba y evocaba con gran cariño, como se hace evidente en el poema titulado Mi caballero, en el que afirmó:

 

Por las mañanas

Mi pequeñuelo

Me despertaba

Con un gran beso.

Puesto a horcajadas

Sobre mi pecho,

Bridas forjaba

Con mis cabellos.

Ebrio él de gozo,

De gozo yo ebrio,

Me espoleaba

Mi caballero:

¡Que suave espuela

Sus dos pies frescos!

¡Como reía

Mi jinetuelo!

Y yo besaba

Sus pies pequeños

¡Dos pies que caben

En sólo un beso!

 

Tanto así como de otras formas en los poemas del Ismaelillo Martí sale al encuentro al encuentro de su hijo del alma a quién le aseguró

 

Hijo, en tu busca

Cruzo los mares:

Las olas buenas

A ti me traen:

Los aires frescos

Limpian mis carnes

De los gusanos

De las ciudades;…

José Martí le atribuyó una especial connotación a lo que fue su primer libro de versos publicado.

Años después, en la carta que le escribiera a Gonzalo de Quesada, el primero de abril de 1895, le precisa lo que este debía hacer con su obra si se producía su muerte en la guerra por la independencia de Cuba, y sí insistía en publicar sus poemas y otros trabajos. Le indicó: “Versos míos, no publique ninguno antes del Ismaelillo…”.

En el transcurso de su existencia José Martí también hizo alusión a su hijo en otros poemas, como fue el caso de sus Versos Sencillos, libro integrado por 46 obras poéticas y que fuera editado en 1891 en Nueva York.

Precisamente en el trigésimo primero de dichos poemas Martí expresó:

 

Para modelo de un dios

El pintor lo envió a pedir:-

¡Para eso no! ¡para ir,

Patria, a servirte los dos!

Bien estará en la pintura

El hijo que amo y bendigo:-

¡Mejor en la ceja oscura,

Cara a cara al enemigo!

Es rubio, es fuerte, es garzón

De nobleza natural:

¡Hijo, por la luz natal!

¡Hijo, por el pabellón!

Vamos, pues, hijo viril:

Vamos los dos: si yo muero,

Me besas: si tú… ¡prefiero

Verte muerto a verte vil!

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