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José Martí y el discurso identificado como “Oración de Tampa y Cayo Hueso”

13 de febrero de 2022

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José Martí pronunció un significativo discurso en el Hardman Hall, Nueva York, el 17 de febrero de 1892. Este discurso suele ser identificado metafóricamente hablando como “Oración de Tampa y Cayo Hueso”, y en dicha intervención Martí informa sobre el éxito de su viaje a esos lugares de La Florida, en los Estados Unidos de América.

Ese viaje formó parte de las actividades que Martí ya estaba realizando desde hacia algunos años en el territorio norteamericano con vistas a captar el apoyo de emigrados cubanos en el empeño de reanudar lo más pronto posible la guerra por la independencia de Cuba.

En la parte inicial del discurso que he citado, Martí resumió el júbilo que experimentaba ante el éxito del recorrido y la actitud de los cubanos con que se relacionó.

Precisamente afirmó que aún temblaba de dicha por haber visto la mayor suma de virtud que me haya sido dado ver entre los hombres de su patria. Y agregó: “Lo que tengo que decir, antes de que se me apague la voz y mi corazón cese de latir en este mundo, es que mi patria posee todas las virtudes necesarias para la conquista y el mantenimiento de la libertad.”

Enfatizó que ante la posible duda de alguien le podría enseñar varias cosas, entre ellas, aquellos ancianos que dieron su fortuna primera, y una fortuna más, y sus hijos luego, a la idea de ver libre su país, y ya de rodillas en la tierra que se abre para recibirlos, alzan el cuerpo sobre el brazo moribundo y dicen: “¡Te adoro, oh patria!”

En otra parte de este discurso Martí planteó algunas consideraciones que pusieron de manifiesto su modo de actuar en la vida.

Él, por ejemplo, señaló al respecto: “Yo amo con pasión la dignidad humana. Yo muero del afán de ver a mi tierra en pie.”

También Martí aseguró que él aborrecía la elocuencia inútil. Después de ofrecer detalles de lo realizado durante su recorrido por Tampa y Cayo Hueso, Martí señaló que él no había pensado en sí en esos instantes, ni tomaba aquellas festividades como mérito propio y cúspide de su fortuna, sino como anuncio de lo que puede ser el alma cubana cuando el amor la inspira y guía.

Y al referirse a las características de los pueblos afirmó que éstos como los volcanes, se labran en la sombra, donde sólo ciertos ojos los ven; y en un día brotan hechos, coronados de fuego y con los flancos jadeantes, y arrastran a la cumbre a los disertos y apacibles de este mundo, que niegan todo lo que no desean, y no saben del volcán hasta que no lo tienen encima.

Y de inmediato enfatizó: “¡Lo mejor es estar en las entrañas, y subir con él!”. Además precisó: “En las entrañases donde he oído palpitar ese corazón de amorque manaba grandezas y ternuras por los labios de aquellos que en el dolor de la vida hubieran podido aprender, si no llevaran en sí la majestad e independencia de cubano que llevan, aquellos odios de rincón con que el hombre en los países menos generosos y altivos, depone, por los problemas menores de su oficio, su autoridad y obligación en la tarea de edificar y mantener el pueblo que a todos los contiene, y a todos los aflige con su ruina o con su abundancia los sustenta.”

Martí igualmente expuso algunos conceptos medulares en torno a las características de los cubanos y apreciaciones suyas relacionadas con la vida y el modo de actuar de los seres humanos. Precisamente él planteó: “El cubano es capaz del amor, que hace perdurable la libertad.”

Se refirió de inmediato a los que lo podían considerar un demagogo y dijo al respecto que le podrían calificar como tal, porque sin miedo a los demagogos verdaderos, que son los que se niegan a reconocer la virtud de unos por halagar la soberbia de otros él creía a su pueblo capaz de construir sobre los restos de una mala colonia una buena república.

Y aseguró que demagogo le podría decir un felino cualquiera, o cualquier alma alquilona, de esas que no van y vienen sino donde hay gala y reparto; porque es moda, del enemigo sin duda, tachar de demagogo a quien procure, por la unión y el roce libre de todas sus fuerzas, salvar a la patria de la demagogia verdadera.

Seguidamente planteó: “Quien crea, ama al que crea: y sólo desdeña a los demás quien en el conocimiento de sí halla razón para desdeñarse a sí propio.”

Martí instó a sus compatriotas a seguir trabajando por lograr que en Cuba se reanudase la lucha por la independencia. Y otra vez citó la impresión que le había causado su encuentro con trabajadores cubanos que residían en la zona de La Florida y también el júbilo que igualmente experimentaba entre los que vivían en Nueva York, al afirmar en la parte final de su intervención: “…este abrazo de los hombres que ayer no se conocían, esta miel de ternura y arrebato místico en que se están como derritiendo los corazones, y este arranque brioso de las virtudes más difíciles, que hacen apetecible y envidiable el nombre de cubano, dicen que hemos juntado a tiempo nuestras fuerzas, que en Tampa aletea el águila, y en Cayo Hueso brilla el sol, y en New York da luz la nieve,- que la historia no nos ha de declarar culpables!”.

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