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José Martí y el cuidado de los alimentos

1 de octubre de 2021

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La mirada atenta del Maestro ante el mundo moderno que se abría paso velozmente a finales del siglo XIX, no dejó pasar prácticamente ningún aspecto de la vida social de entonces. Juicios y referencias acerca de Ciencias, tecnologías, artes y letras, costumbres personalidades de las más variadas esferas y países, culturas de todos los continentes pueden ser encontradas en sus escritos para la prensa. Todos esos temas y más pueden hallarse en la “Sección Constante”, que publicó por nueve meses, entre 1881 y 1882, en el diario caraqueño La Opinión Nacional.

Los avances que la biología, la química y la medicina iban alcanzando respecto al cuidado de la salud, movieron su pluma en más de una ocasión. La primera “Sección”, aparecida el 9 de noviembre de 1881, consta de quince notas de las que tres se dedican a la revisión de la calidad de los alimentos, asunto en el cual entonces se avanzaba con rapidez.

La primera, muy breve, dice así: “Hay en Berlín un restaurante en que no se toma más clase de alimento que los vegetales, ni se sirve ninguna bebida espirituosa.” De hecho, la información se muestra favorable al consumo de alimentos naturales. La nota que sigue comienza afirmando lo “imposible” que parece en las ciudades de Europa y Norteamérica “someter constantemente los alimentos que consumen a un cuerpo médico que los examine previamente.” Sin embargo señala que en la ciudad alemana de Frankfort, “una sección importante del cuerpo médico está hecha cargo de la dirección de la producción de la leche, y de su venta.” Y añade al final: “En París se ha establecido recientemente un Laboratorio de Análisis.”

Esta información, de carácter positivo en cuanto al cuidado de la calidad de un alimento de amplio consumo en esas regiones, se completa con la nota que le continúa, en la que el periodista informa la elevada adulteración hallada en la capital francesa: “Pues bien:—de 455 muestras de vino compradas por los inspectores durante el mes, 318 estaban adulteradas; de 180 muestras de leche, lo estaban 120, de 19 de mantequilla, 10. Y resultó verdaderamente escandalosa la falsificación del chocolate y de los dulces.—En Nueva York, ¿Quién no sabe que se vende mantequilla de semilla de algodón? Y así acontece con todos los diarios alimentos.”

Obsérvese que Martí cierra el tema incorporando a Nueva York, la ciudad donde residía entonces mediante un ejemplo perfectamente conocido sin necesidad de que la ciencia lo probase. Es de apreciar también el modo en que vincula los dos polos de la modernidad de aquella época —Europa y Estados Unidos— con un avance de base científica y de organización social como el control de la calidad y la fijación de la autenticidad de los alimentos, y, a la vez, con su falsificación generalizada. Así, el periodista destaca un elemento positivo de esas sociedades capitalistas modernas junto con el rasgo negativo que sabemos estaba motivado por el afán de ganancia aunque él no lo dijera expresamente.

Y dadas las tantas veces que en sus escritos, desde mucho antes, el cubano llamó a sus lectores de Hispanoamérica a tomar de ese otro mundo aquello que pudiera serle útil, en lugar de verlo como el modelo a copiar, parece lícito inferir que él preparaba cada “Sección Constante” con tal intencionalidad, aunque no lo repitiera expresamente en todos los casos, procedimiento que repitió en otros casos previos y posteriores de su ejercicio periodístico. En dos palabras: Martí ajustó siempre su escritura para la prensa a una estrategia comunicativa en pos del desarrollo original, apropiado a los requerimientos de nuestra América, y que, por ello, buscaba despejar las mentes de sus lectores letrados de la admiración imitativa hacia las potencias del capitalismo industrial que se dirigía hacia el imperialismo monopólico y que buscaba recolonizar a nuestros pueblos y repartirse sociedades y culturas bajo sus hegemonías de control territorial y del pensamiento.

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