ribbon

José Martí: la sencillez en su modo de actuación

18 de diciembre de 2015

|

 

sociedad-cultural-jose-marti2

 

En una significativa carta dirigida a Antonio Maceo, fechada el 15 de diciembre de 1893, José Martí le aseguró lo que era capaz de ofrecer, sin pensar en reconocimientos y honores y esto puso de manifiesto su gran sencillez a la hora de actuar por el bien de sus compatriotas y de su tierra natal.
En ella resaltó: “Yo no trabajo por mi fama, puesto que toda la del mundo cabe en un grano de maíz, ni por bien alguno de esta vida triste, que no tiene ya para mi satisfacción mayor que el salir de ella: trabajo para poner en vías de felicidad a los hombres que hoy viven sin ella”.
No solo en esta ocasión, sino incluso desde mucho antes Martí había planteado conceptos que ejemplifican su sencillez y la manera en que concibió su aporte a la lucha a favor de Cuba y de los pueblos de América.
Y es que él en diversos trabajos, discursos y cartas se refirió al sentido que le atribuía a la vida en general.
El apóstol enfatizó que la vida se ha de llevar con bravura y también aseguró que la vida es una prueba y que el que no sabe apreciarla no la merece.
En sus Cuadernos de apuntes hay otras definiciones muy significativas que ofreció en torno a la vida. Y una de esas definiciones es la siguiente: “La vida es inspiración, la vida es fraternidad, la vida es virtud”.
Precisó además que cuando se conoce la vida, solo el deber es grato, solo él es digno de obediencia, solo él da fuerzas para afrontar la malignidad de los hombres.
En varios de sus trabajos que salieron publicados en periódicos y revistas de Estados Unidos y América Latina, Martí expuso otras importantes consideraciones en torno a la vida.
Por ejemplo en La Opinión Nacional de Caracas, en su edición del 3 de octubre de 1881 planteó que “la vida es un río quebrado que, en busca de un mar inmenso, corre hacia adelante sin cesar”, y en la citada publicación, en este caso el 17 del propio mes y año, destacó: “¡Qué hermoso espectáculo el de la variada, indómita, infatigable, sedienta vida humana!”
En correspondencia con los criterios que había expuesto Martí desenvolvió su breve pero fecunda existencia.
Y con respecto a su propia vida igualmente brindó consideraciones que evidencian en forma elocuente el sentido que le atribuyese.
Baste recordar, por ejemplo, lo expresado por él en una carta escrita en 1878, cuando tan solo tenía 25 años, y dirigida al entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, en la que expuso que la vida debía ser diaria, movible, útil, y precisó igualmente que el primer deber de un hombre era el de ser un hombre de su tiempo.
También en dicha carta llegó a afirmar con particular énfasis: “Si de algo serví antes de ahora, ya no me acuerdo: lo que yo quiero es servir más. Mi oficio, cariñoso amigo mío, es cantar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer admirar todo lo grande”.
En realidad Martí concibió la vida como una prueba y además como inspiración, fraternidad, estímulo y virtud.
Igualmente expuso su criterio acerca de cómo debía culminar la vida, puesto que en un trabajo publicado en la Revista Universal de México, en su edición correspondiente al 13 de noviembre de 1875, señaló que la vida debería concluir en el momento que nos ha hecho gozar más y en El Federalista, también en México, el 11 de febrero de 1876, detalló: “El fin de la vida no es más que el logro difícil de la compensación y conciliación de las fuerzas vitales”.
Puede decirse que Martí sí supo darle un sentido a su existencia y que además de ser un hombre de su tiempo por la trascendencia y vigencia de sus principios se ha convertido en un hombre de todos los tiempos, en fuente permanente de enseñanza e inspiración.
Se ha hecho realidad algo que patentizó a su querida madre en la penúltima carta que le escribiera, la fechada el 15 de mayo de 1894, en la que destacó que mientras haya obra qué hacer un hombre entero no tenía derecho a reposar y le añadió esta consideración al hacer alusión a su vida: “Mi porvenir es como la luz del carbón blanco, que se quema él, para iluminar alrededor. Siento que jamás acabarán mis luchas”.
Sobre José Martí y la sencillez con que actuara durante su existencia así como sobre sus principios la destacada poetisa Gabriela Mistral señaló en una conferencia pronunciada en La Habana el 30 de octubre de 1938: “La sencillez de Martí no es nunca primarísimo, es decir, facilidad del primer plano y ahorro de hondura. Aunque diga con un balbuceo de niño: “Yo pienso, cuando me alegro/ Como un escolar sencillo,/ En el canario amarillo,/ ¡Que tiene el ojo tan negro!”…”
Y agregó más adelante: “La sencillez de Martí parece ser aquella en la que se disuelve, por una operación del alma que carece de receta, una experiencia grande del mundo, un buceo de la vida en cuatro dimensiones. Él logra disolver, en la misma gota de agua que ya conté, un montón de materiales, una cargazón que si viésemos nos asustaría, hecha de sabiduría del mundo y del alma”.
E igualmente resaltó la Mistral: “La sencillez de Martí viene ya hecha de las honduras del ser; él no la logra desde afuera, él no la confecciona, como hacen los que deciden ser sencillos. Él encargó a los poetas que no manoseasen demasiado el verso. Él pidió que no lo corrigiesen mucho, y él habría celebrado como nadie el ‘no lo toquéis ya más que así es la rosa’”, de Juan Ramón Jiménez.
Esta sencillez hace un bloque con su espontaneidad maravillosa y con su naturalidad clásica. Parece que no se pueda aislar la sencillez de Martí, como quien saca la rama de su follaje entrevero. Parece que no haya nunca sencillez cuando el fruto humano está todavía pintón y le faltan muchos veranos para la miel. En este complejo asunto de la sencillez de cualquier escritor, nos toparemos siempre con la madurez plena de un hombre.

“Los recursos del lenguaje que tuvo Martí dieron también una ayuda grande a su sencillez”.

Galería de Imágenes

Comentarios