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José Martí en “La Nación” de Buenos Aires

15 de julio de 2022

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escenas norteamericanas

 

Hace exactamente 140 años el Maestro databa su primera colaboración con el diario bonaerense, la cual se mantendría regularmente por un espacio de ocho años y ocho meses, hasta la publicada el 20 de mayo de 1891. En total son 158 los textos bajo su firma en esa publicación, donde mayor número de escritos suyos se han detectado.

El gran tema de esas entregas es la sociedad estadounidense en sus múltiples y variadas facetas, por lo que constituyen el cuerpo más significativo de las que él llamó sus “Escenas norteamericanas” en la carta de 1895 conocida como su testamento literario, en la que orientaba a su colaborador, Gonzalo de Quesada, acerca del ordenamiento de una compilación de su obra escrita. Estas “Escenas” las había iniciado antes en La Opinión Nacional, diario de Caracas, y hay también escritos de tal naturaleza en el mensuario La América, por escaso tiempo en publicaciones de Honduras y de Montevideo, y en El Partido Liberal, de México desde 1886 hasta 1892, cuando, para dedicarse por entero a la organización de la independencia cubana, cesó ese periodismo que lo convirtió en el sistemático cronista de la sociedad estadounidense y en el latinoamericano, y quizás en el extranjero, que mejor la conoció.

Como él mismo escribió, su objetivo no solo era informar acerca de aquel país y de su impetuoso desarrollo, sino convencer a sus lectores del continente de que aquel no podía ser el modelo para la que llamó Nuestra América. Por ello, su mirada es eminentemente analítica y crítica, exponiendo sus luces y sus sombras y denunciando sistemáticamente los peligros de la renovada vocación de expansionismo territorial con que había nacido la república del norte. Y para ello se valió, según su propia declaración y como resulta evidente al hojear esas páginas, de los elementos brindados por la propia prensa de Estados Unidos, tanto en el plano informativo como en su enjuiciamiento.

No hay suceso de importancia en cualquier campo de aquel país que escapara a la atención del cronista: las contiendas electorales, los actos de los gobiernos y los líderes políticos, los debates entre las facciones políticas, la corrupción creciente; su veloz desarrollo industrial, agrícola y comercial; su forcejeo con las potencias europeas para desplazarlas en el control de las repúblicas del sur y en el Pacífico como el reino de Hawai; el acelerado crecimiento poblacional debido a la enorme inmigración desde Europa y convertida en la gran masa obrera; la violencia y el sentido de superioridad que aún caracteriza a sectores de su población; el lujo derrochado por el gran capital y los nacientes monopolios; la vida cotidiana y los intereses contrapuestos de los distintos sectores sociales; los inicios de una identidad propia en la cultura artística y literaria; el racismo y la discriminación contra los negros y los pueblos indígenas expulsados hacia las reservas; la vida cotidiana y las costumbres durante las estaciones del año; los desastres naturales como terremotos e inundaciones; el desconocimiento y desprecio hacia los pueblos latinoamericanos y sus acciones para dominar Haití, República Dominicana, Nicaragua, Panamá y el canal en construcción, la compra y anexión de Cuba; sus diversas personalidades, a las que llamó sus apóstoles, sus poetas, sus bandidos.

Esos textos de La Nación son la brillante muestra de su madurez literaria como pensador y como político. También aumentaron sustancialmente el aprecio por su escritura e ideas entre la intelectualidad continental dada la circulación del diario argentino por la región. Fueron, pues, la entrega del análisis de un proceso histórico-social de alcance continental y universal por uno de los mejores periodistas y escritores de nuestra lengua, válido y necesario aún para la actualidad.

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