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José Martí: el desarrollo de su vida basada en sólidos principios

23 de noviembre de 2021

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José Martí y Gonzalo de Quesada y Aróstegui

 

En sus cartas y discursos y también en algunos trabajos periodísticos, incluso igualmente en sus poemas, José Martí fue detallando conceptos muy importantes acerca de cómo debía desarrollarse la vida de los seres humanos y con respecto a la suya en específico.
Por ejemplo le expresó a su amigo y cercano colaborador Gonzalo de Quesada en carta fechada el primero de abril de 1895: “Ya usted sabe que servir es mi mejor manera de hablar.”
Puede decirse que eso no fue una frase formal, ni expresada al azar, sino que él había sido capaz de haberla hecho realidad y es más estaba dispuesto a seguir demostrando la validez de ese concepto.
Cuando le patentizó esto a su amigo y cercano colaborador Gonzalo de Quesada ya había realizado una encomiable labor para lograr que en Cuba se combatiese nuevamente por la independencia.
Pero es más ya en ese instante su sueño se había hecho realidad puesto que la guerra se había reiniciado desde hacia algo más de un mes. Es decir ya más que con palabras había demostrado que servir era su mejor manera de hablar.
No obstante aún no se hallaba conforme con lo realizado. Sabía que podía hacer mucho más y sobre todo motivar a sus compatriotas con la fuerza de su ejemplo en los campos de batalla.
Y por eso cuando le escribió a Gonzalo de Quesada el primero de abril de 1895 y le detalló el principio señalado se encontraba listo y ansioso de retornar a su tierra natal para dar su contribución directa al desarrollo de la guerra que había logrado reorganizar.
Es decir deseaba seguir siendo consecuente con el concepto que servir era su mejor manera de hablar.
También acerca de ello había comentado unos días antes en otra carta, en este caso en la fechada en Montecristi el 25 de marzo de 1895 y dirigida al dominicano Federico Henríquez y Carvajal en la que enfatizó: “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria, no será nunca triunfo, sino agonía y deber.”
Y agregó además en la citada carta un concepto de gran significación ya que aseguró: “Quién piensa en sí, no ama a la patria.”
Cabe recordar otra consideración expuesta por Martí que pone de relieve el criterio que tenía acerca del modo de actuar de los seres humanos.
Él precisó: “Pero mientras haya obra que hacer, un hombre entero no tiene derecho a reposar. Preste cada hombre, sin que nadie lo regañe, el servicio que lleve en sí.”
Esto se lo expresó a su querida madre, Doña Leonor Pérez, en una carta que le envió el 15 de mayo de 1894.
Y casi un año después, en lo que la última misiva que le dirigiera, igualmente, con respeto y a la vez con mucha sinceridad, le manifestó a ella lo que consideraba era su deber esencial, el compromiso que tenía con su tierra natal oprimida por el yugo colonial español.
Planteó la siguiente reflexión en torno al sacrificio en la carta que le escribió desde la ciudad dominicana de Montecristi, el 25 de marzo de 1895: “Ud. se duele en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de Ud. con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil.”
No puedo dejar de tener en cuenta en este sentido que Martí tuvo incluso que enfrentarse hasta incomprensiones familiares.
Por supuesto Doña Leonor preocupada por la suerte de su hijo, y por el destino de la familia que creara después de su casamiento con Carmen Zayas, en varias cartas le reprocharía esa dedicación suya por completo a los anhelos independentistas y lo llamaba a atender con más dedicación sus responsabilidades como esposo y padre.
Martí estuvo consciente de la gran responsabilidad que tenía con su madre y con su familia en general, pero eso no significó que dejase a un lado, reitero el compromiso que tenía consigo mismo por ver a su Cuba querida libre e independiente.
Y esto se comprende si igualmente se aprecia lo patentizado por él en anteriores ocasiones, como por ejemplo en lo que expresó en una carta escrita en 1878, cuando tan sólo tenía 25 años, y dirigida al entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, en la que precisó que para él la vida debe ser diaria, movible, útil; y que el primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo.
Y en la carta citada también llegó a afirmar con particular énfasis: “Si de algo serví antes de ahora, ya no me acuerdo: lo que yo quiero es servir más. Mi oficio, cariñoso amigo mío, es cantar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer admirar todo lo grande.”

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