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José Martí ejerce su liderazgo II

30 de junio de 2022

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Foto tomada en Cayo Hueso

Foto tomada en Cayo Hueso

 

El 10 de junio de 1892, en su condición de Delegado del Partido Revolucionario Cubano, Martí le escribe a los presidentes de los clubes en el cuerpo de Consejo de la organización en Key West (Cayo Hueso). Allí señala lo que entiende son los “tres deberes inmediatos” de la Delegación para ser cumplidos “sin un solo día de demora innecesaria.”

El primero de esos deberes era acudir a las comarcas revolucionarias de Cuba y a los “revolucionarios conocidos y prestigiosos” de cualquier parte del país para hablar con ellos y ajustar en todo lo posible las acciones entre ambas partes, enterarlos de los fines y recursos de la emigración y así conocer en esta última, “sin ilusiones ni engaños, los hombres decididos con que en la isla se cuenta.”

El segundo deber consistía en aprovechar ese momento “de averiguaciones y acercamiento al Partido de esos hombres indispensables, para ganar “el corazón y el juicio de los que aún no estén a nuestro lado, con el desinterés y el cariño, con la abnegación y humanidad que son nuestra verdadera gloria.”

El tercer deber del Delegado era “apretar, con el trato continuo y el ejercicio activo, la organización ya imponente de que se deriva nuestra autoridad ante el país.”

Se trataba, pues, en dos palabras, de atraer hacia el Partido a los patriotas del país.

Ya continuación aclara sus responsabilidades personales en ese empuje organizativo y el esfuerzo que ello exige de todas las instancias del Partido: “El Delegado, al dar a su país su vida y sus recursos, al poner en esos servicios urgentísimos cuanto tiene y vale, hace lo que debe y no más; pero lo que puede hacer por sí no basta.” Insiste en la urgencia y afirma: “La obra es de ahora, y extraordinaria,— y hay que atenderla ahora, con un esfuerzo extraordinario.” Por ello, plantea que las emigraciones, por su parte, han de recaudar “para este trabajo grave e inmediato los fondos extraordinarios de acción que deseen poner al servicio de estas labores de cuya oportunidad y simultaneidad depende acaso el éxito de la revolución. Entiende el Delegado que hemos entrado en hechos, y sabe que habla con hombres de hechos. Cree que ofendería a esos emigrados previsores si usase aquí de ningún otro argumento ni estímulo.— Distribuidos los trabajos, y prontos los hombres, espera ansiosa la Delegación el modo de cumplir con los deberes de su cargo.”

Obsérvese el cuidado de las palabras martianas y de las ideas que expresa. El Delegado define las tareas propias y las de las bases del Partido y sus miembros, es preciso al fijar las tareas iniciales y la rapidez que ellas requieren, y no deja de ser respetuoso con los destinatarios. No hay autoritarismo ni imposición de criterios, sino explicaciones juiciosas y bien argumentadas. Es esta carta, sin duda, una muestra de la inteligencia con que atraía a sus seguidores, elemento importante para comprender por qué fue reelegido unánimemente año tras año para la más alta responsabilidad el Partido Revolucionario Cubano. He ahí al líder en su plenitud política y moral.

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