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José Martí bajo la máscara de Orestes

13 de noviembre de 2020

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S/T, 2008 René Negrín S/T, 2008 Escultura con cerámica 65 x 40 x 22 cm

S/T, 2008, René Negrín, Escultura con cerámica, 65 x 40 x 22 cm. Foto tomada del Portal José Martí

 

El uso del seudónimo es frecuente entre escritores y periodistas, y durante el siglo XIX fue práctica muy extendida, no solo porque diversas razones de índole personal llevaran a ese ocultamiento del autor, sino que podría decirse que fue una especie de moda para muchos creadores bien conocidos, quienes juzgaban su empleo como una especie de juego elegante entre las minorías que constituían los lectores asiduos dentro del conjunto poblacional de una sociedad.

José Martí se valió del seudónimo en más de una ocasión, lo mismo por la práctica de la masonería que por sus labores clandestinas contra el colonialismo español. Sus textos para los periódicos aparecen más de una vez sin su firma verdadera, y fue en el diario mexicano Revista Universal donde sus escritos aparecen de ese modo en mayor cantidad.

A los pocos días de su arribo a la capital de México en febrero de 1875, fue presentado al director de aquella publicación, una de las más importantes en el rico bregar periodístico de entonces en la nación hermana. Y el 2 de marzo ya aparecía su primera crónica acerca de la actualidad parisina con la firma de “El corresponsal”. Al mes siguiente se incorporó a redactar la sección “Boletín”, donde se comentaban variados acontecimientos y temas de la realidad mexicana, y hasta el 30 de noviembre de aquel 1875 se mantuvo en ella con el seudónimo de Orestes, además de colaborar con otras columnas del diario.

En el “Boletín” también escribía el camagüeyano Antenor Lezcano con el seudónimo de Pílades, amigo y cuñado de Orestes por ser el marido de su hermana Electra. El empleo de los nombres de estos personajes míticos griegos era acostumbrado por aquella época al igual que otros de la Antigüedad. Se ha especulado acerca de la razón que llevó a Martí a enmascararse como Orestes, aunque no sabemos si fue decisión propia o de la Revista Universal. En verdad, el entonces joven cubano no parece comparable a Orestes, quien, en compañía de su hermana, dio muerte a su madre y a su amante por ser los asesinos de su padre. Quizás hubo la voluntad de presentar a ambos redactores del “Boletín” bajo el ropaje de dos amigos que atravesaron juntos un drama tan terrible. Lo que sí queda claro es que para los lectores desconocedores de quién estaba tras esa firma de Orestes, seguramente se hallaba un autor mexicano, pues nunca se aclaró que era un extranjero, y la perspectiva martiana siempre se expresa como tal.

Durante los nueve meses que Martí pergeñó el “Boletín”, publicó 47 escritos que recorrían una amplia gama de asuntos mexicanos: de actualidad política, de la vida intelectual, de asuntos económicos, de costumbres, de problemas sociales como huelgas y la situación de los indígenas, de artes y letras, de educación, de la historia mexicana, de las relaciones con Estados Unidos. Esa identificación con la sociedad mexicana no respondía solamente a una probable necesidad editorial de la Revista Universal: expresaba también el empeño personal martiano de entender y asumir a ese pueblo como el suyo, pues desde antes tenía el criterio de la comunidad identitaria latinoamericana, el cual haría constar más de una vez en esos Boletines.

Este nuevo Orestes expresó sistemáticamente su defensa de la originalidad y autoctonía de nuestros pueblos, a los que en ese diario llamó Nuestra América por vez primera, y por eso repitió su punto de vista de “a conflictos propios, soluciones propias”, “a propia historia, soluciones propias”, “a vida nuestra, leyes nuestras”. Martí fue, pues, un Orestes latinoamericano, no de venganza sino de defensa y unidad por el bien de Nuestra América.

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