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José Martí ante Mariana Grajales

14 de octubre de 2022

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Monumento ante la tumba de Mariana Grajales. (Foto: Tomada de Radio Rebelde)

 

La primera visita de Martí a la emigración cubana en Jamaica, en octubre de 1892, además de permitirle el contacto directo con uno de los núcleos puntales del Partido Revolucionario Cubano, le abrió el conocimiento personal de la madre de los Maceo, una mujer ejemplar en la historia patriótica cubana. El impacto que ella le produjo le hizo entregar sentidas y amorosas páginas en el periódico Patria, al conocer su muerte, ocurrida el 26 de noviembre de 1893.

El Maestro publicó un primer texto el 12 de diciembre de ese año titulado “Mariana Maceo”. El cambio de apellido fue quizás una estrategia para atraer a la lectura a quienes conocían muy bien al general Antonio Maceo Grajales, por entonces radicado en Costa Rica. La estructura del escrito es una notable muestra de su inteligente y eficaz manera de atraer y sostener, en tres párrafos, la atención del lector.

El inicial cierra con la noticia de su fallecimiento, luego de ofrecer su impresión de aquel encuentro con ella tres semanas atrás: “Con su pañuelo de anciana a la cabeza, con sus ojos de madre amorosa para el cubano desconocido, con fuego inextinguible, en la mirada y en el rostro todo, cuando se hablaba de la gloria de ayer, y de las esperanzas de hoy, vio Patria, hace poco tiempo a la mujer de ochenta y cinco años que su pueblo entero, de ricos y de pobres, de arrogantes y de humildes, de hijos de amos y de hijos de siervo, ha seguido a la tumba, a la tumba en tierra extraña.”

Hay tres momentos en el párrafo: la descripción física y espiritual de Mariana, amorosa ante la visita de un patriota, continúa con la respetuosa unidad de aquella emigración por encima de sus diferencias sociales, recalca que ella no ha muerto en Cuba, es decir, sin aceptar el dominio colonial. Y apréciese la delicada manera del autor al esconder su nombre bajo el del periódico.

El párrafo segundo más extenso lo toma Martí el de una carta, cuyo autor no identifica por su nombre, sino como “un hombre de antiguo e ilustre apellido cubano”, quien completa la visión de Mariana como patriota entera, que no claudica nunca, la llama “viejita querida” y le recuerda a Martí la ternura con que ella acarició sus manos cuando el Maestro la fue a ver.

El último párrafo, más extenso que los precedentes, promete el elogio que ella amerita para cuando la patria fuera libre, hecho que seria, obviamente el verdadero homenaje a aquella gran patriota. Y entre preguntas y afirmaciones rotundas entre admiraciones Martí continúa contando las heroicidades cotidianas de Mariana durante la Guerra de los Diez Años. En las últimas líneas vuelve a entrar aquel inolvidable encuentro con ella, que se empeñó en acompañarlo hasta la puerta de su hogar, gesto que Martí califica como el más grato premio. Y culmina el texto con delicada ternura: “Patria en la corona que deja en la tumba de Mariana Maceo, pone una palabra:—¡Madre!

Extraordinaria joya del periodismo martiano este escrito y prueba de su noble hondura espiritual.

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