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Jim Thorpe, el atleta más completo del siglo XX

15 de abril de 2016

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En su pueblo lo llamaban “Sendero brillante” y parecía que nadie podría detener la carrera del indio que, gracias sus excelentes condiciones físicas, dejaba atrás a todos los defensores en el fútbol americano y ganaba sin complicaciones las más diversas modalidades en el atletismo. Pero los éxitos de Jim Thorpe molestaron a un grupo de dirigentes racistas que se encargaron de que el estadounidense nunca más volviera a competir en una Olimpiada. Por siete décadas su nombre estuvo proscrito del movimiento olímpico; aunque, afortunadamente, en 1982 se hizo justicia y las medallas que una vez tuvo que entregar regresaron…a la familia, porque Thorpe había muerto mucho antes.
Thorpe nació en una reserva india en Oklahoma y tuvo una infancia compleja, pues perdió a sus padres y su presencia en la escuela fue intermitente. En 1912, con 24 años, comenzó a prepararse para la Olimpiada de Estocolmo y sus actuaciones en las competencias clasificatorias fueron impresionantes. En Nueva York, Thorpe ganó sin complicaciones el pentatlón, un nuevo evento que debutaría en la ciudad sueca.
Detrás de él culminó Avery Brundage, un joven proveniente de una rica familia y que, de seguro, no vio con buenos ojos que el indio lo superara tan fácilmente. Brundage buscaría vengarse de la derrota y como era incapaz de vencer a Thorpe en un terreno deportivo, intentaría, años después, una de las tácticas más sucias en el olimpismo.
Thorpe estaba listo para competir en Estocolmo en dos modalidades diferentes, el pentatlón y el decatlón. Ambas exigían una fortísima preparación. Por ejemplo, el pentatlón consistía en el salto largo, el lanzamiento de la jabalina y el disco y también las carreras de 200 y 1500 metros; mientras el decatlón lucía como un reto superior para Jim, pues tendría que competir, entre otros eventos, en carreras de 100 y 440 metros, además, debería saltar largo y alto y lanzar la jabalina y el disco.

 

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En la fría urbe sueca, Thorpe comenzó por el pentatlón y desde la primera prueba mostró sus extraordinarias dotes físicas. El indio ganó cuatro de las cinco competencias y concluyó tercero en la jabalina. Con estos resultados obtuvo una amplísima ventaja sobre sus rivales y especialmente notoria fue la diferencia con su coterráneo, Brundage.
Todo marchó bien para Jim en el decatlón y volvió a impresionar al concluir entre las cuatro primeras posiciones en las diez modalidades. El segundo lugar finalizó 700 puntos por detrás del estadounidense.
En la premiación del decatlón, el rey Gustavo V, de Suecia, se acercó a Thorpe y pronunció una frase que ha quedado en la historia. Dijo el monarca: “Usted, señor, es el atleta más grande del mundo”. Tenía razón: Jim Thorpe había sido el mejor deportista de la Olimpiada de Estocolmo y su brillante actuación pasó a los libros de récords como uno de los momentos más gloriosos de las citas estivales.
Thorpe fue recibido como un héroe en su país; pero los días de gloria parecían estar contados. En enero de 1913 varios periódicos publicaron que el indio había jugado pelota profesional, en la Liga del Este de Carolina del Norte, entre 1909 y 1910. En ese período recibió dinero por su presencia en el equipo. Le pagaban 35 dólares a la semana, por lo que Thorpe, supuestamente, no podía ser considerado un atleta amateur.

 

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Durante décadas estuvo prohibida la presencia de deportistas profesionales en los Juegos. Es decir, todo atleta que obtuviera ingresos a partir de la práctica deportiva o que se enfrentara a profesionales, quedaba imposibilitado de intervenir en las Olimpiadas. Ese reglamento quedó derogado a partir de Barcelona, en 1992; pero en 1913 las autoridades olímpicas de Estados Unidos quisieron cumplir “estrictamente” aquella ley que les garantizaba sacar del camino a Thorpe.
La Unión Atlética Amateur, liderada por su secretario, James Edward Sullivan, decidió retirarle a Jim su estatus de “atleta amateur” y elevó el pedido al Comité Olímpico Internacional (COI) que no demoró en aprobar la propuesta estadounidense y borró su nombre de la lista de medallistas. El indio tuvo que entregar las preseas y fue considerado un “profesional”.
Thorpe reconoció en una carta a Sullivan que había jugado béisbol en ese tiempo y que, efectivamente, recibió un pago; pero que no conocía nada sobre el reglamento olímpico, pues él era solo “un estudiante indio, que no sabía que estaba haciendo las cosas mal”.
Poco importó la honesta declaración de Thorpe; tampoco interesó que se estuviera violando un reglamento en el que se aclaraba que las protestas sobre un resultado podían realizarse hasta un mes después de la ceremonia de clausura de la Olimpiada; sin embargo, ya habían pasado más de seis meses cuando se construyó la acusación. En realidad, a Jim lo juzgaban porque era indio y la Unión Atlética Amateur, con su racista presidente a la cabeza, se encargó de que Thorpe no pudiera intervenir en otra Olimpiada.
Por décadas no pocas personas que admiraban a Thorpe trataron de que las autoridades olímpicas estadounidenses lo reconocieran como campeón; pero los repetidos intentos chocaron contra un muro impuesto por Brundage, quien llegó a ser el presidente del COI. Este hombre, recordado como el peor mandatario, no pudo olvidar su derrota de 1912, así que hizo todo lo posible por dejar fuera a Jim, para siempre, de los libros de récords.

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En 1982 finalmente llegó el ansiado reconocimiento. Ya Brundage no dirigía el COI, por lo que, gracias al esfuerzo del escritor Robert Wheeler y su esposa Florence Ridlon, quienes habían fundado una organización con el nombre del atleta, se logró que, en cumplimiento del reglamento vigente en 1912, se estableciera que Thorpe era el legítimo merecedor de los títulos del pentatlón y el decatlón. No obstante, el COI determinó que Jim era “co-ganador” junto a los deportistas que habían quedado muy por detrás de él en Estocolmo.
Lamentablemente Jim Thorpe no vivió para ver ese momento. Después de 1913 practicó de forma profesional el fútbol americano y el béisbol; pero parece que no pudo o supo ahorrar lo suficiente y la Gran Depresión de 1933 lo dejó en una lamentable situación financiera. Jim intervino en varias películas de western, filmadas en Hollywood, donde interpretó el papel de jefe indio; aunque también probó suerte en otros trabajos. Nada le funcionó. En 1950, con 61 años, ya enfermo de cáncer, fue acogido en una clínica como un caso social. Su última esposa hizo un llamado a la comunidad deportiva. Dijo en aquel momento: “Jim está en quiebra. No tiene nada, solo su nombre y sus memorias”. Tres años más tarde el cáncer pudo más y acabó con la carrera de resistencia que siempre fue la vida del gran Jim Thorpe.

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