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Inutilidad y gozo al definir

12 de abril de 2013

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En Poesía poco importa lo dicho o lo que se quiere decir o lo que se dirá. Vale  el resplandor, la resonancia, el eco. Más que eso: cuenta lo No dicho, lo que el poeta no pudo, lo que se le atragantó, lo que originó el impulso, la primera causa no causada, lo que no dice, lo que  calla.
He ahí el imposible de acercarnos a una exacta definición de la Poesía, su inutilidad o su utilidad por defecto. El que lo intenta da forma a sus intuiciones y las presenta; si es honrado, si realmente quiere iluminar y no exhibirse, si lo que quiere es interpretar al Otro, deberá reconocer la imposibilidad de tal acto o la inutilidad de su discurso si este no aporta nuevos velos, si no coloca nuevas capas sobre la emanación del poema y lo completa o lo desarticula haciéndolo entrar en otros círculos, en otras espirales, donde la ceremonia del agua, el fuego, los metales y la madera se reduce a existir y no desata más que nuevas trasmutaciones. Al ocultar la Obra, ¿alquímica?, bajo su manto le aporta nuevas dificultades.  El poeta, por su parte, arma los pórticos y cose los velos, como los del Arca de la Alianza en el Sinaí, o introduce nuevas dificultades, telas renombradas, que dan sentido al texto, al lector, y a la lectura.
El  lector hará lo mismo con el libro o con la escucha, hasta el punto de que el poema, al descubrirse vacío de sentidos, vaciado, estalla, creando una honda de expansión tan potente como la que dio lugar al universo. Poesía y Poema se confunden, aunque estas sean apenas las expresiones más recurrentes, más socorridas, para nombrar lo creado. Cuando yo digo Poema estoy pensando en los versos pero también en gestos, grafos, susurros, sonidos, gemidos… este poema-explosión crea una onda tan intensa que llega a chocar con la que proviene del Otro, y ambos, comienzan un viaje inverso, peregrinación en retroceso, es decir, un viaje hacia el interior.  Ese aposento en el subsuelo, o mejor, esa habitación en la penumbra,  habrá de tener la máxima capacidad posible para recibir lo que se le avecina, que, como ya vimos, es el fruto de dos explosiones simultáneas que regresan a dos vacíos paralelos y que intenta que ambos sean Uno o al menos uno en el Uno.
Definición y lector son ficciones. Poeta es otra. Las tres ficciones esconden la soberbia. Una soberbia llamada a golpearse contra su propio muro, una que al reconocer su  inutilidad se revierte y otra que renuncia. Humildes, las tres, se deshabitan y se penetran, por angosta vía, de modo que terminan siendo una unidad en el vacío, que se traga todo el esplendor posible. En sus bordes, las tormentas y los accidentes, parecen ser nuevas unidades de sentido, cuando apenas son los restos de la sustancia primordial que comienza  a transustanciarse en un nuevo cuerpo de resurrecciones.
Los poemas entonces son apenas materia para la Obra.

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