ribbon

Inscritos los carteles cubanos de cine en registro regional de la memoria del mundo de la UNESCO

6 de marzo de 2018

|

 

Historias-de-la-Revolucion-1960

 

Sobre un fondo negro una fracción rasgada de una fotografía a través de la cual se observa una escena de enfrentamiento del Ejército Rebelde durante la guerra de liberación. Este fragmento de narración escogido del cuento «Santa Clara», que cierra el largometraje Historias de la Revolución, el primero estrenado en 1960 por el naciente Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, y también el primero realizado por Tomás Gutiérrez Alea, sirvió de imagen, al primer cartel de cine promovido por la nueva cinematografía gestada desde 1959. A escasos meses del triunfo revolucionario, la primera ley promulgada en el ámbito cultural enunciaba: «El cine es un arte».

La adecuada selección y la relación exacta con el texto, convierten el cartel de Historias de la Revolución, concebido por el valenciano Eduardo Muñoz Bachs, residente en la isla, en una pieza clave. Sentó las bases para el desarrollo de un innovador cartel cinematográfico nacional que rompía definitivamente y de manera radical con las concepciones mercantilistas en las que predominaban los rostros de las estrellas y con la regla impuesta de promover los filmes que llegaban a nuestras salas por medio de carteles procedentes del extranjero. La comunicación a través de imágenes visuales perdió de inmediato su carácter publicitario para incentivar el consumo de estereotipos con el fin de transformarse en vehículo de información, orientación y culturización del público. Y el cartel cubano de cine se incorporó al logro de estos fines.

Los «carteles del ICAIC», como los espectadores los bautizaron, constituyeron un genuino medio pleno de posibilidades para la creación artística. Estos afiches –verdadero prodigio manufacturado en Silk Screen–, buscaron siempre proponer el disfrute de la obra de arte y traducir, al mismo tiempo, la esencia del filme que promovían en verdaderas metáforas visuales. No tardó el cartel cubano de cine en convertirse en pieza autónoma capaz de trascender su intención original y de sobrepasar en no pocas ocasiones el significado de la película que lo generó, para devenir pieza de coleccionista y objeto de atención de exposiciones en todo el mundo.

«Más que afiche, más que cartel, más que anuncio, es una siempre renovada muestra de artes sugerentes, funcionales, si se quiere, ofrecida al transeúnte –escribió el gran novelista Alejo Carpentier sobre esta singularidad–. Los artistas cubanos del cartel, del afiche, libres de la idea fija de la incitación comercial, tratan de llevar un arte a la calle, allí donde todos lo vean. El cartel de cine del ICAIC es galería permanente, abierta a todos, puerta en las murallas, ostentosa en las esquinas, usándose en él de todas las técnicas de figuración: montaje, collage, reproducciones de imágenes paralelas, pop, op, y hasta, cuando viene bien, remedos de viejos estilos, interpretados, transfigurados, en función de un título, de un contenido, de un mensaje determinado».

Cartel película Besos robadosm René Azcuy, 1970

Mencionar los numerosos diseñadores e importantes pintores de la isla que han dejado su impronta personal en el cartel cubano de cine sería interminable. Sus creaciones a veces fueron más efectivas que las concebidas en los países de origen de las películas inspiradoras, como fueron los casos del cartel de Azcuy para Besos robados, de François Truffaut, o el de Muñoz Bachs con destino a Cría cuervos, de Carlos Saura, por apenas citar dos ejemplos.

«El cartel advierte, señala, sintetiza, rememora, pero sabe también hacerse juguetón cuando se dirige al público infantil o cuando el filme aludido así lo requiere –expresó la crítica Graziella Pogolotti–. Retoma entonces con habilidad las mejores tradiciones de la ilustración. (…) El cartel cinematográfico del ICAIC ha adquirido la jerarquía propia de un hecho cultural nacido de la Revolución».

El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y la Cinemateca de Cuba, agradecieron a la UNESCO en ceremonia de entrega efectuada en el Palacio de las Convenciones el 6 de marzo, que tras inscribir en su programa Memoria del mundo, las 1490 ediciones del Noticiero ICAIC Latinoamericano, considerado “el editorial de la Revolución”, ahora legitime este movimiento o fenómeno que estremeció las artes plásticas desde los prodigiosos años sesenta. No es reiterativo evocar otra vez la hermosísima crónica de Carpentier acerca de la cartelística criolla:

«Si el cine es, por excelencia, el arte del Siglo XX, debe decirse que, en Cuba, la dinámica industria cinematográfica ha propiciado, dirigido, creado, (…) un arte del cartel que es, hoy, perenne exposición pública –educación de la retina del transeúnte de cada día–, pinacoteca al alcance de todos, dada a todos los que tienen ojos para percibir las gracias, los estilos, los hallazgos, de una plástica situada más alá de la mera figuración publicitaria, tan persistente en los dominios de muchas cinematografías europeas».

Galería de Imágenes

Comentarios