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Inician vegueros tercera sublevación

11 de marzo de 2016

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El 17 de noviembre de 1720, el Rey había facultado a los comerciantes de tabaco para que pudieran comprar y enviar al continente y aún a España, todo el tabaco que sobrara después de cubiertos los pedidos de la factoría.
Durante tres años reinó la calma entre los vegueros, a pesar de que se iba incrementando el abuso de las autoridades gubernamentales, quienes infringían las disposiciones a su antojo y beneficio.
Todo comenzó cuando a principios de febrero de 1723, cientos de vegueros arrancaron las siembras de tabaco de quienes de beneficiaban con sus miserias y colaboraban con las autoridades.
Luego decidieron destruir todo lo sembrado y no cultivar más tabaco durante dos años, para que el producto aumentara su precio en el mercado.
El gobernador Guazo Calderón, hábilmente, dictaba un bando en el que amenazaba de muerte a todo aquel que arrancase tabaco o aconsejara a otros a hacerlo, al tiempo que comisionaba al obispo Valdés y al Conde de Casa Bayona a conferenciar con los rebeldes. Pero esta vez las conversaciones fracasaron, ya que los vegueros no estaban dispuestos a ser engañados nuevamente.
El 19 de febrero de 1723, los campesinos amotinados enviaron un mensaje a Santiago de las Vegas para advertir que al siguiente día arrancarían el tabaco sembrado, y que no opusieran resistencia, ya que sus intenciones no eran las de hacer daño a nadie.
Ese mismo día, cumpliendo instrucciones del gobernador, el capitán Ignacio Francisco de Barrutia, al mando de dos compañías de infantería y otra de caballería, partió rumbo a Santiago de las Vegas. Ya en el lugar, el jefe militar ordenó a la infantería que se emboscara en un platanal
Alrededor de 600 amotinados avanzaban desordenadamente, la caballería les dio el alto y los rebeldes respondieron con una descarga de fusilería. De inmediato, los emboscados salieron del platanal. Dos campesinos resultaron muertos, algunos heridos y se hicieron doce prisioneros.

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