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Independencia, justicia social y unidad de acción: Premisas ante los retos de hoy

27 de junio de 2014

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Más de 7 mil millones de personas habitan actualmente nuestro Planeta. Una cifra que ronda los mil millones de hambrientos crónicos ha sido registrada por organismos internacionales. Al mismo tiempo, se calcula que unos tres millones de seres humanos viven en la pobreza. Los recursos naturales, por su parte, muestran un decrecimiento alarmante, y muchas fuentes de energía y alimentación se agotan de manera irremediable. En este contexto, miles de millones de euros son invertidos anualmente en el desarrollo armamentista por las naciones más desarrolladas del Planeta. Se trata sólo de algunos índices, reveladores de la gran tragedia que se cierne sobre el género humano y su deteriorado entorno natural. La política hegemónica de Estados Unidos y sus aliados europeos ha ofrecido horripilantes muestras de desprecio absoluto a la libre determinación de los pueblos y al derecho internacional.
Conscientes de estos riesgos, varios gobiernos de nuestra región – agrupados en la Alianza Bolivariana de los pueblos de Nuestra América – llevan a cabo políticas encaminadas a hacer menos vulnerables nuestras economías, y por ende nuestras soberanías, mediante proyectos racionales y solidarios. “Buscamos la solidaridad – sentenció José Martí – no como un fin, sino como un medio encaminado a lograr que Nuestra América cumpla su misión universal”.
Acciones encaminadas a fortalecer las finanzas; ejercer un control efectivo sobre los recursos naturales; aplicar políticas sociales que ofrezcan nuevas oportunidades y eliminen paulatinamente la exclusión y la marginación; adoptar programas ambientales que propicien un crecimiento sostenible; establecer relaciones internacionales basadas en la solidaridad, la cooperación y la complementariedad de nuestras economías, forman parte esencial de la agenda de los países integrantes del ALBA desde sus instantes fundacionales.
Como han expresado en más de una ocasión sus principales inspiradores, el objetivo es colocar definitivamente al ser humano, su dignidad y sus esperanzas, en el centro de todos los esfuerzos inmediatos y por venir. En el mismo sentido fueron creándose las premisas que desembocaron en la creación de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe; organización que avanza y se consolida en medio de maniobras divisionistas elaboradas en los grandes centros de poder y, además, venciendo posiciones no siempre coincidentes y desencuentros coyunturales.
La unidad, la fraternidad, la solidaridad, el respeto y, en general, los sublimes valores legados por los próceres de nuestras gestas independentistas, deberán constituir los instrumentos rectores de cada paso promovido en aras de la imprescindible vigorización de la CELAC y de otras agrupaciones que hoy son activas protagonistas del acontecer latinoamericano y caribeño. En aras de la conquista posible de objetivos primordiales en el camino de la definitiva independencia, a pesar de las complejidades de estos tiempos, trabajan muchos gobiernos de la región. Ello reafirma la certeza en el triunfo de los más nobles objetivos de los pueblos de Nuestra América, si logramos que predominen vocación y voluntad de bregar por el mejoramiento humano.
No es necesario acudir a otros muchos argumentos; la verdad y los logros alcanzados por las naciones que colocan al ser humano en el centro de su accionar, nos otorgan razones sencillamente irrefutables. Ante los enormes desafíos del presente, la única alternativa posible está en la consecución de la justicia social, la plena independencia y la unidad de acción a que continúan convocándonos, para todos los tiempos, los padres fundadores de esta hermosa y rica región del mundo que vivimos.

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