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Incidencia del evento música en el recurso fonográfico

10 de enero de 2019

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El auge alcanzado por el desarrollo industrial de las grabaciones discográficas en los últimos años favorece en cierta medida el olvido o desconocimiento, en estos tiempos de registros y reproducciones por sofisticados procesos digitales, del ideal elemental y hasta rudimentario que marcó el inicio de este mundo del registro y la reproducción sonora, el cual ha contribuido inobjetablemente al incremento difusivo de la música, los componentes y hasta sus intérpretes.

En realidad, en tiempos pasados se podía disfrutar de la buena música en las salas de conciertos, si bien, aún esto en buena medida se promueve así. Hoy podemos agregarle a este medio el disco grabado, el cinematógrafo y el video musical, y milagrosamente, a través del espacio, por mediación de la radio y la televisión, esta última ya en trance definitivo, a procesos de digitalización.

El entrecruce del siglo XIX y XX trajo la posibilidad de que, si bien se grabara una ínfima parte de la creación y las interpretaciones musicales para un más amplio disfrute, esto parecía revestido por una indudable incredulidad. Sin embargo, esto les parecía a los melómanos llevar a sus hogares la música que, hasta entonces, resultaba forzoso depositar en la memoria, como disfrute de un disfrute de un concierto en una sala de teatro u otras audiciones en espacios cerrados o abiertos donde se producía la música.

En realidad, con la aparición del soporte grabado, incluso la radio y muchos años más tarde el cinematógrafo, las televisoras, reproductores magnetofónicos y digitales, ya nada volvió a ser igual en cuanto a creación, interpretación y disfrute musical de presencia.

Por lo que en esta exposición de estudio resulta adecuado explicar como en un siglo de grabaciones fonográficas, no solo ha cambiado el hábito de escuchar la música, e incluso de cierta manera, hasta el arte de creación, sino también, el modo e intención e que esta se interpreta.

Este ilimitado campo de acciones revela –luego de un vacío histórico–, como la fonografía musical puede conformar una disciplina rica en aportes de valiosas herramientas para análisis y encuentros con estilos interpretativos de otras épocas.

Por ejemplo, si cotejáramos algunas visible flexibilidades en cuanto a velocidad o tiempo de cicláje apreciadas en la audición fonográficas de Chopin, u otro grande de la música como Ignacio Piñeiro o Arsenio Rodríguez, o Antonio María Romeu, proveniente de audiciones fonográficas de fines de siglo, incluso de a mediados, con una grabación actual, pudiera quedar revelado que la música de estos compositores “hoy” se toca mucho más lenta, o “reproduce de forma más pausada”.

En 1945 el destacadísimo director sinfónico y musicólogo británico Leopoldo Stokowski (1895-1977) consideraba que, un gran experto en acústica al escuchar una orquesta sinfónica en una sala de conciertos, pudiera considerarse como un factor importante la dimensión y volumen de aire contenido en el local donde se producía el concierto, así como la extensión y dinámica de números de decibelios o unidades de volumen codificados entre los planísimos y los fortísimos.

O sea, que esta especie de perito, ya fuere músico o no, y a partir de sus experiencias profesionales, de manera cierta, entraría necesariamente en el análisis de códigos asociativos de contrastes entre el más suave o flexible y el más fuerte o dinámico de los sonidos emitidos por la orquesta, tomando en consideración las condiciones físicas del local de grabación o donde se va a reproducir el sonido.

Existen aquellos que les agrada escuchar la música grabada como suena en una sala de conciertos diseñada especialmente para estos fines, o al menos ellos pretenden que subjetivamente esto resulte totalmente así. Generalmente las disqueras de prestigio graban los grandes formatos sinfónicos en teatros, salas de conciertos u otros locales con adecuaciones especiales y acústicas apropiadas.

Sin embargo, existen otros consumidores a quienes les apetece escuchar a los grandes maestros de la música y a los intérpretes populares, registrados en discos con rangos dinámicos musicales propias para escuchar en una pequeña habitación de estar.

Con relación a esto, se han realizado algunos ensayos por parte de ingenieros de en acústica y microfonía para buscar registros sonoros con posibles y adecuadas extensiones dinámicas. Estos requisitos, de ser exitosos facilitarían conciliar el sonido registrado en una sala de conciertos o en un minúsculo estudio de grabaciones y luego de cuidadosas remasterizaciones en laboratorios, lograr soportes adecuados para escuchar en una habitación de estar guarnecida con módulos absorbentes de ruido, como gruesas alfombras cubriendo los pisos, muebles tapizados con espesos damascos, ventanales y paredes permanentemente acortinadas, etc.

Caben entonces las siguientes preguntas: ¿Qué pudiera ocurrir si luego de de esta experiencia el disco es reproducido en una habitación carente de atenuadores del sonido? ¿Cuál sería la respuesta cierta de esta grabación? ¿Cumplen estos requisitos con la propuesta de proporcionarle al escucha la sensación fidedigna de una gran sala de conciertos o un espacio adecuado para grabar tanto la música sinfónica como la popular. ¿Qué les parece?…

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