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Imagen y especificaciones de los habanos

20 de febrero de 2020

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La salud pública en las cuatro esquinas del mundo le confiere a la fuma del tabaco una nociva y peligrosa influencia en la salubridad personal y en este sentido mantiene una loable y sostenida campaña para limitar o erradicar su consumo. Esa es sin duda la mala historia del tabaco.

Pero para la nación cubana existe otra legendaria y atrayente crónica que a pesar de no contradecir la influencia del producto malo, no podemos ignorar, y menos aún, olvidar. Esta planta, cuya importancia para los autóctonos habitantes de nuestro archipiélago fue parte esencial de su cultura, que con el tiempo se elevó y marcó pautas en costumbres universales rompiendo incluso con severas restricciones, que enriqueció las arcas de imperios poderosos y provocó disputas entre estados, que fue motor de sublevaciones e insurrecciones, que fue moda o referente en elegantes salones de la aristocracia o las clases más altas, y que, resumidamente, nos presentó, representó y encumbró en todos los confines del planeta, convertido ya por los enigmáticos caminos de la seducción en habano o puro habano.

Quienes tuvimos el privilegio de ver la amena entrevista que le hiciera el cantautor y presentador Amaury Pérez Vidal a la habano sommelier Leticia Cabrera en su estelar programa de la televisión cubana, Con 2 que se quieran, aprendimos muchas cosas interesantes sobre la mítica planta, y de paso, nos dio armas para con propiedad defender su buena historia.

La omnipresencia del tabaco en el rito de la alimentación cotidiana de nuestra Isla viene desde mucho antes que los conquistadores soñaran siquiera con perturbar el idílico entorno aborigen. Costumbre que acompañó los primeros tiempos de conquista, persistió en los siglos de colonia y se mantiene todavía, en menor medida, adaptada a las necesidades y realidades actuales. Esta larga interrelación gastronómica nos obliga a familiarizarnos con la planta, su uso universal y otros aspectos puntuales presentes en la vida cubana.

Durante los primeros pasos de la nación, la industria tabacalera cubana se distinguió por envases toscos para almacenar o trasegar los puros habanos fabricados manualmente. En algún momento, convertido ya en artículo de excelencia, se fue desarrollando la necesidad de prestar atención a la presencia del envase y del producto en sí. La nueva caja que lo contenía –fabricada con láminas ligeras de cedro- se estableció de manera tal, que aún hoy, los imitadores o sucedáneos de todas las latitudes, en su permanente obsesión por falsificar el inigualable producto, han tenido que adoptar este patrón para que realmente parezcan “cubanos”. En el trayecto hacia la modernización o embellecimiento, surgió la iniciativa de decorar el frente de las cajas y cada unidad con anillas de papel litografiado. E inmediatamente, se entabló una verdadera competencia entre los fabricantes en el afán por exhibir las más atractivas y llamativas propuestas

La litografía artística tabacalera –surgida en Cuba entre 1845 y 1850 y como sucedió con la estandarización de las cajas, copiada por cada fabricante en los cuatro puntos cardinales– abarca todas las esferas y se cuentan por millares las distintas representaciones. Para esa época la industria litográfica estaba tan desarrollada en la Isla, que la mayor parte de las bellas y artísticas litografías que acompañaron cajas y habanos hechos a mano por las fábricas nacionales, fueron impresas en el propio país. Los coleccionistas más exigentes identifican, además, una litografía cubana menos vistosa en las ofertas de fábricas de provincia a las que denominan curiosamente chinchales, y junto con aquellas calificadas sobresalientemente, constituyen valiosos tesoros para aquellos que se dedican a este pasatiempo.

Propios de la litografía o cercanos a ella, se utilizan varios conceptos para distinguir cada pieza de los habanos hechos a mano. Así tenemos que cepo es el patrón utilizado para medir el largo de los cigarros habanos hechos a mano y el diámetro relativo a  orificios cilíndricos medidos en 64 partes de una pulgada, desde 26 hasta 52.

 

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Se le denomina bofetón a la litografía que cubre la caja y anilla al distintivo artístico que rodea cada pieza de los cigarros habanos hechos a mano, con las que se identifica el fabricante. La anilla es conocida también como vitola (este concepto se utiliza también para diferenciar los cigarros puros por su tamaño). La vitola de galera es el nombre único que emplean los que fabrican los cigarros habanos para diferenciarlos entre la gran cantidad de denominaciones. Y galera es el taller de enrollado de las hojas de tabaco.

Y el deleite por coleccionar estas maravillosas interpretaciones dio paso a la vitolfilia, pasatiempo que en la práctica puede ser comparable con la apasionante afición que constituyen la numismática o la filatelia.

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