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Hugo del Carril: “En Cuba todo está macanudo” (II)

27 de mayo de 2025

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A Hugo del Carril La Habana le abrió sus puertas en 1941, cuando la visitó por primera vez. Contratado por el Circuito Radial CMQ, apareció en el programa La Corte Suprema del Arte, uno de los de mayor audiencia de la época.

Era el ídolo del momento. Se le hospedó en el Hotel Nacional. Sus tangos se escucharon en toda Cuba.

Para entonces Hugo del Carril aún no había arribado a los 30. Era simpático, apuesto, alegre y llevaba bien la ropa.

Hasta publicidad hizo aquí para alguna que otra sastrería que presumía de sus trajes anatómicos. Acaparó las primeras páginas de los diarios y sus fotos se encontraban por doquier.

Con frecuencia se le escuchaba decir que en Cuba todo está “macanudo”, con ese acento que sólo los argentinos saben dispensarle a la palabra.

En junio de 1957 Hugo del Carril regresó a la capital cubana y actuó con indiscutible éxito para la televisión.

Todavía conservaba intacta su popularidad.

En su caso, al bien decir de Leonardo Depestre Catony, segundas partes fueron buenas, muy buenas, y casí lo demostró la gran acogida que le dieron prensa y público.

Hugo del Carril fue uno de los cantores más personales que dio el tango. Su estilo es inconfundible. Como cantor del género alcanzó gran popularidad en toda Hispanoamérica

Sin embargo, con el paso de los años su trabajo vocal comenzó a decaer, pues aunque “tenía pasta de buen cantor” y los amantes del género lo seguían, Gardel era único.

Cierto es que su voz también perdió algunos de sus atributos que lo lanzaron al estrellato.

Fumaba más de 80 cigarros al día.

No obstante, como cineasta dejó una importante huella en el quehacer artístico de su país y de toda Latinoamérica.

En 1952, ya volcado casi por entero a la dirección, realizó

“Las aguas bajan turbias”, considerada la mejor cinta de ese año en Argentina.

Quienes le conocieron lo recuerdan como un hombre de una corrección y sencillez ejemplares, que mientras dispuso de medios, acudió en ayuda de cuanto colega lo necesitó.

Supo de halagos, de fortuna, pero también del fracaso. Todo un mito. Su vida transcurrió como alguna de sus laureadas películas.

Cuando en 1986 Hugo del Carril fue nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires, el público tuvo ocasión de decirle Te seguimos amando, hermano!”

Y el astro de 73 años comenzó a cantar su tango preferido: “Madame Ivonne”. Luego siguió “La calesita” y la milonga “Betinotti”. La sala estallaba de aplausos, y al cantor se le llenaron los ojos de lágrimas:

Este premio, esta distinción que “hoy me entregan no me pertenece exclusivamente, es de todos los que se encuentran aquí brindándome su cariño y su afecto, y también es de todos lo que, alguna vez, se cruzaron en mi camino…”

Hugo del Carril falleció el 13 de agosto de 1989.

En Cuba todavía se le recuerda.

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