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Hubert de Blanck

3 de marzo de 2017

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Una vez que terminamos de publicar en esta sección la gran mayoría de las epístolas que figuran en nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas,´ que se vende en varias de las librerías del país, procedemos a incluir en De Ayer y de Siempre muchas de las notas biográficas publicadas al final de la obra.

Ellas tienen como objetivo informar a los lectores quiénes son las personalidades citadas en las cartas.

 

Blanck, Hubert de [Hubertus Christian de Blanck Valet] (Utrecht, Holanda, 1856-La Habana, 1932). Pianista, compositor, pedagogo y musicólogo. En la urbe natal recibió los primeros conocimientos musicales a través de su padre, el violinista Willem de Blanck Kantz, quien lo envió al Conservatorio de Lieja, en Bélgica. Allí fue admitido en 1865 y cursó estudios de solfeo y piano con los profesores Le Dent y Dupuy.

Gracias al apoyo económico de Leopoldo II, rey de Bélgica –al que De Blanck impresionara con su destreza técnica y calidad interpretativa como pianista–, comenzó en 1872 sus estudios superiores de música en el Conservatorio de Colonia, Alemania, donde, por espacio de dos años, sería su profesor Ferdinand Hiller, rector de esa institución.

Su debut profesional como concertista tuvo lugar en San Petersburgo en el desarrollo de una gira artística que por el imperio ruso le organizó en 1873 el empresario Hubert Sauvlet. Aquella experiencia incluyó, además, presentaciones en Suecia, Noruega, Alemania y Suiza. Al siguiente año recibió el nombramiento de director titular de la orquesta del teatro El Dorado, de Varsovia, Polonia, responsabilidad a la que renunció en 1875, cuando regresó a Colonia.

Dos años después conoció en esa ciudad al violinista brasileño Eugene Maurice Dangremont, a cuyo lado efectuó una gira que abarcó Dinamarca, Alemania, Brasil, Argentina y Estados Unidos de Norteamérica. Seguido por él, volvería a Europa en enero de 1881, y firmaron un contrato para actuar en el Palacio Real de Alemania, ante el emperador Guillermo I, que en actitud de admiración obsequió al joven músico holandés un valioso rubí engarzado en oro.

Al siguiente mes –ya separado de Dangremont– retornó a Buenos Aires y reafirmó sus éxitos anteriores. De Argentina se trasladó a Estados Unidos para realizar una serie de conciertos. El más memorable fue su ejecución del Consertstück, de Weber, secundado por la Orquesta Filarmónica de Nueva York, bajo la batuta del maestro Theodore Thomas. Tras reñidos ejercicios de oposición, ocupó la vacante que en el College of Music dejara el pianista y profesor de origen húngaro Rafael Jossefy.

Deseoso de conocer a Cuba, arribó a La Habana en diciembre de 1882, oportunidad en la cual brindó algunos recitales. Retornó a Nueva York y prosiguió su labor en la cátedra de piano del College of Music, y con sus programas de concertista en salas de la categoría del Steinway Hall. Transcurridos pocos meses, abandonó esas actividades y fijó su residencia permanente en la capital cubana en 1883. Casi de inmediato, y por espacio de ocho años, resultó electo presidente de la Sección de Filarmonía de La Caridad del Cerro, aparte de asumir la dirección de la orquesta de esa sociedad cultural, una de las más importantes del país.

 

La "Sociedad de Música Clásica" de 1884. De izquierda a derecha: José Vandergutch, Charles Werner, Tomás de la Rosa, Félix Vandergutch y Hubert de Blanck

La “Sociedad de Música Clásica” de 1884. De izquierda a derecha: José Vandergutch, Charles Werner, Tomás de la Rosa, Félix Vandergutch y Hubert de Blanck

 

Asimismo creó en 1884 la Sociedad de Música Clásica –con un formato de cámara para brindar audiciones–, a la que pertenecieron instrumentistas de muy alta calidad. En 1886 cambió su nombre por el de Sociedad de Cuartetos Clásicos y, tras períodos de poca actividad, era siempre reactivada por el maestro De Blanck.

Compenetrado con el ambiente musical criollo –y valiéndose de sus experiencias pedagógicas en el College of Music y de sus giras por naciones europeas y latinoamericanas–, el 1ro de octubre de 1885 inauguró en La Habana el primer Conservatorio de Música y Declamación existente en Cuba, a fin de modernizar la enseñanza musical en la Isla y darle un sentido objetivo a su aprendizaje, que hasta entonces discurría según los criterios personales de cada maestro, pero sin organicidad y cohesión.

El apoyo de Hubert de Blanck a actos conspirativos contra el régimen colonial español y su responsabilidad como tesorero de la Junta Revolucionaria de La Habana, causaron en 1896 su destierro, por lo que se vio obligado a residir una vez más en Estados Unidos. En tal etapa se reintegró a su plaza de profesor del College of Music, ofreció recitales y acompañó a figuras de renombre en escenarios de Estados Unidos y Canadá, entre otras los cantantes Nordica, Pol Plancon y Antoinette Trabelli, el violinista Pablo Sarasate y el director de orquesta Antón Seidl. Su prestigio se consolidó aún más en esta coyuntura al presentarse en el Metropolitan Opera House, el Carnegie Hall, el Carbon Studio y Bethany Chapel, en Nueva York.

Terminada la guerra cubano-hispano-norteamericana, De Blanck regresó a la capital cubana en 1898 y de nuevo abrió su academia, que en lo adelante se llamaría Conservatorio Nacional de Música de La Habana. Unos meses después inauguró en su sede la Sala Espadero, la cual serviría para la realización de veladas organizadas por el plantel e instituciones culturales. Entre 1918 y 1928 abrió sus puertas a plenitud a la entonces recién constituida Sociedad Pro Arte Musical –que lo nombró socio fundador de honor– para numerosos conciertos de personalidades de fama mundial. Además, viajó por todo el país con la finalidad de inaugurar academias dependientes de su centro de formación musical.

En la relación de los más importantes egresados del Conservatorio Nacional de Música se encuentran los pianistas Ernesto Lecuona, Alberto Falcón, Dulce María Serret, Margot Rojas, Eduardo Sánchez de Fuentes, César Pérez Sentenat, Laura Rayneri, Joaquín Rodríguez Lanza, Natalia Torroella, Margot y Olga de Blanck, Elisa Morales, Pilar Martín, María Luisa Chartrand, Consuelo de la Torre, Orlando Martínez; los violinistas Virgilio Diago, Casimiro Zertucha y Ángel Reyes; la cantante Zoila Gálvez…

Como compositor De Blanck creó piezas para piano (Tarantelle, Danse espagnole, Burlesque, Berceuse, Violetta, Souvenir de La Havane, Toccata, American Rapsodie, Bocetos, Vals María Luisa…), violín y piano (Sueño sobre la margen del Plata, Habanera, Romanza, Melodía, Serenata, Suite…), voz y piano (La danza tropical, La fuga de la tórtola, Las dos rosas, La huérfana, Las perlas…), música de cámara (Danza infernal, Escena campestre, Quinteto…), orquesta sinfónica (Concerto para piano, Capricho cubano, Poema sinfónico, Gran Tarantella, Canto fúnebre…), óperas (Los hijos de los peregrinos, Actea, La princesa morisca, Patria…), zarzuelas (Dolores), música religiosa (Oratorio, Cantata, Misa, Plegaria, Ave María…), música para banda (Marcha heroica, Marcha triunfal…), música patriótica (Elegía, Paráfrasis sobre el Himno Cubano…), entre otras. Asimismo redactó valiosos textos para la enseñanza del piano y el solfeo.

Por otra parte, adoptó en 1903 la ciudadanía cubana; integró el ejecutivo del Círculo de Bellas Artes (1904); estuvo entre los fundadores de la Academia Nacional de Artes y Letras (1910), cuya Sección de Música llegó a presidir; instauró las revistas Cuba Musical y Correo Musical, y ejerció la crítica en publicaciones periódicas habaneras, fundamentalmente en el rotativo La Discusión. En el diario El Mundo –en su edición del 22 de septiembre de 1926– se proclamó a Hubert de Blanck «el patriarca del arte musical en Cuba».

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