ribbon

Honor y Gloria: Ramón Peón se ponchó y perdió el juego

11 de febrero de 2018

|

 

ramon-peon-director-cine-cuba

 

En medio de la repercusión aún reciente del campeonato de béisbol con toda la emoción que suscitó de un extremo de otro de la isla evoquemos, sesenta y cinco años atrás, la realización en Cuba del primer largometraje sobre el deporte nacional. En cuanto concluyó La renegada (1951), Peón suscribió un contrato con Producciones Cinematográficas Zafir, S.A., una de esas compañías destinadas a desaparecer con la misma fugacidad de su surgimiento, aunque la escritura de constitución firmada el 9 de agosto de 1951 especificara término indefinido.[i] Como gerente de producción, Oscar García Dulzaides, presidente-tesorero, no redujo gastos ni esfuerzos por lograr que filmara una película digna basada en el guión titulado Botando la pelota o La vida de un ídolo, escrito por el comentarista deportivo Eladio Secades. En su faceta como cronista, con una muy leída sección en Bohemia, Secades definió el cine como el mejor síntoma de las transformaciones de la época y la industria que crece a orillas de un manicomio.

El guion se inspiraba en episodios de la vida de Roberto Ortiz (1915-1971), uno de los peloteros más notorios en la historia de este deporte en la isla. Ortiz no solo concedió la autorización para dramatizarlos, sino que accedió a personificarse a sí mismo, al igual que su esposa. Su afición surgió desde la infancia en el central Senado, en Camagüey, cuando faltaba a clases por jugar pelota. La vocación terminó por imponerse a la voluntad paterna y cierto día le ofrecieron a Ortiz la oportunidad de integrar un prestigioso equipo. Este es el inicio de la trayectoria de quien llegó a ser uno de los jardineros derechos más admirados de la Liga Nacional «por su carácter afable, su gran sentido de la responsabilidad y su gran “clase” como jugador enamorado del deporte y que lleva una vida ejemplar como pocas».[ii]

Secades, celebrado autor de estampas costumbristas, devenido guionista, tal vez a sugerencia de Peón, introdujo una trama paralela para «romper la monotonía cronológica de los episodios» y de «situar un mensaje que beneficie a los deportistas que pretenden llegar lejos, y demostrar que… para llegar, es menester realizar muchos sacrificios, sufrir muchas privaciones y, sobre todo, llevar una vida metódica y ejemplar en todos los sentidos».[iii] En ella el personaje de Raúl (Alberto González Rubio), mujeriego, ve frustrada su promisoria carrera en el deporte nacional por una vida desordenada. El guión contrapone las dos actitudes sin que logren imbricarse: el ascenso de Roberto Ortiz, predestinado para triunfar, y el declive del trasnochador Raúl incapaz de modificar su comportamiento. Ante la verídica historia de Ortiz —solo atractiva para los fervientes admiradores del béisbol—, Peón otorga mayor atención y tiempo a la ficticia de Raúl, casado con Gloria quien, como en muchas películas de la época, obligada por las precariedades familiares, trabaja en un cabaret. Era la solución para que Yadira Jiménez luciera sus dotes para la música y el baile escamoteadas por el personaje de La renegada.

Roberto Ortiz ocupa un indudable lugar en nuestra historia beisbolera y en el favor de los fanáticos, pero como actor ni él ni su esposa se habrían ganado la vida. Era preferible que Peón sacrificara el realismo y optara por un actor en lugar del as del Almendares, paradójicamente poco auténtico durante toda la película, apocado, y con problemas de dicción. El ritmo es lento en extremo al no progresar la trama, estructurada como una sucesión de los diferentes contratos del jugador en Estados Unidos, México, Venezuela y Puerto Rico. Ni siquiera los escasos momentos «humorísticos» son efectivos. A González Rubio, definitivamente, le resultó imposible adecuarse a las exigencias del cine; su lugar era un estudio radial frente a un micrófono con un libreto en la mano.

Aunque se trataba de dos compañías diferentes, Peón consiguió reunir para Honor y gloria –también conocido con el subtítulo La vida de Roberto Ortiz–, al mismo equipo técnico del que quedara tan satisfecho en La renegada: el asistente de dirección Saviur Cancio, el fotógrafo Enrique Bravo (padre), asistido por su hijo Enrique, con la cooperación del iluminador Manuel Bruguet, el editor Mario González, los sonidistas Modesto, Gustavo y Raúl Corvisón, el escenógrafo Jesús María Balmaseda (con el utilero René Muñoz) y el maquillista Israel Fernández. La dirección musical estuvo también a cargo de Maño López, de quien se incluyeron las canciones «Atardecer» y «Si te da la gana», «Mañanitas», compuesta junto a Eddy Peón, de quien la banda sonora también insertó «Eres igual que todas». No existe transición alguna entre los números musicales grabados en los Estudios rhc-Cadena Azul. La coreografía estuvo a cargo de Gustavo Roig y su grupo Las mamboletas.

Otros intérpretes fueron: Josefina Méndez de Ortiz (ella misma), Analía Trinidad (Carmen), Pilar Mata, Lilian Carbel, Gil Mar, Manuel Estévez (Estévez), Fermín Zapata (él mismo), Roberto Rodríguez, Elda Ortiz Villacorta, Enrique Muñiz, Roberto Ortiz (hijo) en su propio personaje, la bailarina Angelita Castany y el cantante Reinaldo del Mar. Aparecieron en los créditos en actuaciones especiales: José Sanabria (viejito Chichí) y José de San Antón, además de subrayar que los artistas y técnicos pertenecían a la acat. No fueron acreditados: Ángel Hurtado Alfonso (presidente del Club Senado), Bob Wilkinson (él mismo), Joaquín Viego, Eduardo Bergantiños, Kiko Hernán, Olga Abreu y el Mago Septien. Un grupo de prominentes peloteros colaboró para otorgar mayor fidelidad, entre ellos: Conrado Marrero, Agapito Mayor, Willy Miranda, Andrés Fleitas, Ramón Bragaña, Pedro «Natilla» Jiménez, Martín Dihigo, Adolfo Luque y Miguel Ángel González.

 

Anuncio del filme "Honor y Gloria “

Anuncio del filme “Honor y Gloria “

 

En el rodaje –culminado en la última semana de octubre– utilizaron los estudios de la compañía Proficuba. Para realizar los efectos ópticos contrataron los servicios de los Estudios Churubusco y las copias finales se procesaron en los Laboratorios México, S.A. Si bien no está acreditada, la compañía Fidelca de Venezuela es citada como coproductora del filme por el investigador Ricardo Tirado, que atribuye al fotógrafo Ignacio Torres la filmación de algunas secuencias en ese país con la Bolívar Films como segunda unidad técnica. En las secuencias filmadas allí se sumaron como intérpretes: Erika Morgan, Pancho Pepe Cróquer, Pura Vargas, León Bravo, Paúl Antillano y el equipo de béisbol Gavilanes. Félix Sánchez escribió la narración biográfica.

Como cualquier deportista, evidentemente Ramón Peón atravesaba una mala racha, porque con Honor y gloria o La vida de Roberto Ortiz, si hablamos en el argot beisbolero, no bateó un hit, sino para doble play. Ni siquiera «ese fanatismo exagerado de los cubanos» por el béisbol –reiterado por los locutores en la cinta, tal vez para apelar a su aprobación– podía tornarse en indulgencia frente a una película rutinaria en grado superlativo. Cinema no podía traicionar a su colaborador de siempre, y en su número extraordinario de diciembre de 1951, publicó una crónica de un redactor anónimo, tan incondicional que no parecía referirse a la película que prometía ser «un acontecimiento nacional» cuando se estrenara:

La producción ha sido realizada a todo costo, y con un profundo sentido de respeto para el público cubano que tanto espera de esta película, que no deberá confundirse con otras, también de Base Ball, pero que han sido filmadas con otro punto de vista muy distinto […]. No es solo una película de pelota, repetimos, ya que, el profundo interés humano de su argumento mantiene al espectador interesado de principio a fin, sin que nadie presienta el desenlace de la obra hasta las últimas escenas que desfilan por la pantalla. […] Honor y gloria, es una película que interesará a todos. A los que les gusta la pelota y a los otros, porque tiene mucha acción, interés humano, un argumento de verdadero valor. Música, canciones y… de todo, porque lleva al espectador de un país a otro, sin perder el interés creciente de su argumento real y emotivo.

Honra a las glorias del deporte favorito, pero sin perder el interés como espectáculo y como historia real de una vida ejemplar y llena de matices dramáticos. Roberto Ortiz, no trata de ser actor, sino de reconstruir su propia vida en una escenificación de cada episodio, ligado entre sí por un argumento complementario de valores humanos positivos. […][iv]

El exaltado comentarista anunciaba, además, que los derechos para la exhibición de esta película «digna de encomio» en México, habían sido adquiridos a la debutante Producciones Zafir, S.A. por Filmadora Chapultepec y que la firma Fernando Cortés e Hijos la presentaría en première de gala en Puerto Rico, donde se exhibía el trailer en el parque de béisbol Sixto Escobar, de Santurce.[v] Honor y gloria, que en modo alguno «dignificaba a Cuba», tal como se promovió, no ejerció tampoco el menor efecto como «imán en las taquillas» de los cines Fausto, Reina, Roxy, Santos Suárez, Cuatro Caminos, Olimpic y Gran Teatro, donde fue exhibida desde el lunes 11 de febrero de 1952, ocho días después de La renegada. Ni los aficionados al béisbol, que preferían dispensarle su favor sobre las gradas y no en la sala oscura, se deleitaron «al ver en la pantalla cómo los peloteros gozan de sus triunfos y de qué manera sufrieron por conquistarlos». El estreno en Caracas fue registrado el 30 de marzo en los cines Caracas, Capitol, Veracruz y Arauca.

 

CINE-PRE59-6

 

Lástima que en la película no se respire en momento alguno la frescura y el chispeante humor de Eladio Secades en Las estampas de la época. En una de esas incomparables viñetas definió a la marquesina de los cines como la visera de la fachada y al séptimo arte como «el ojo lumínico que nos va trayendo pedazos de la vida, para volcarlos en una sábana».[vi] Más certera en su valoración de Honor y gloria, en la cual lo biográfico no logró veracidad en su exposición», es esta crítica de Walfredo Piñera:

Mezclen bien todo eso. Esas tres facetas: deportes de Roberto Ortiz, su amigo tarambana, y la parte musical incluida a la bayoneta […]. Y finalmente, polvoreen la película de cabo a rabo con mil anuncios comerciales de productos deportivos, cafés, refrescos, y emisoras de radio con sus correspondientes locutores de voz hermosa y rostro desconsolador […].

A uno le dan ganas de preguntar: ¿…y quién es Roberto Ortiz? Porque la película está realizada con un sentido tan netamente anti-cinematográfico, que hasta se queda uno pensando que igual podía haber sido la vida de cualquier otro pelotero, aun de un calientabancos. Fotografía infame. Técnica más infame todavía. Las escenas de Washington filmadas en… la Universidad de La Habana. Eso no es pecado. Lo malo es que se nota. Ve Ud. en el fondo los nuevos edificios de Química, etc. La interpretación pésima. Roberto Ortiz, muy buen pelotero, es muy mal actor. Apenas sabe pronunciar. Se come sílabas completas. Es más piadoso no hablar de su esposa. Los diálogos son tan lentos, tan huecos, tan mal dichos, que si la película llevara un ritmo normal duraría media hora menos. Y si le quitan los bailes y la desdichada historia que a nadie interesa de los amores mediocres de Yadira y González Rubio, nos quedarían unos veinte o treinta minutos de película deportiva bastante pobre. Infinidad de vistas de noticieros.

Los «americanos» son cubanos disfrazados. ¡Y qué mal lo hacen! Sobre todo el que hace de mayordomo del cabaret. Y ya basta de sacar trapos sucios. ¡Pobre película! Todavía le quedará algún público, irreconciliable con el buen gusto, y el fanático de la pelota que irá a verle la cara a Ortiz, a los cronistas, a los demás peloteros en sus fugaces apariciones. Y, como nota final, preferimos al excelente costumbrista que es Eladio Secades, para leerlo y reír a carcajadas, que al analfabeto fílmico que ha resultado como escritor cinematográfico. Es doloroso el desperdicio de muy buenas oportunidades que hay en esta película, almacén prototipo de buenas intenciones fallidas.[vii]

 

Notas:

[i] Escritura no. 41 ante el notario dr. Armando C. Olive González (Archivo Nacional de Cuba). Las oficinas de esta productora se ubicaron en el departamento 213 del edificio Banco del Caribe, situado en las calles Prado y Refugio de la capital cubana.
[ii] Tomado del press-book  mimeografiado para  la promoción de la película, p. 2
[iii] Idem.
[iv] «Honor y gloria. Una película lograda»: Cinema, año XVII, no. 833, 15 de diciembre de 1951,  p. 14.
[v] Según la Cartelera Cinematográfica 1950-1959, de María Luisa Amador y Jorge Ayala Blanco, México, Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, 1985, p. 368, Honor y gloria nunca se estrenó en territorio mexicano. En el período apenas se exhibieron en México cuatro películas de producción cubana: Una gitana en La Habana (1950) de Juan José Martínez Casado; Rincón criollo (1950), codirigida por el propio Martínez Casado y Raúl Medina, Casta de roble (1952) de Manolo Alonso y Yo soy el hombre (1952) de Raúl Medina.
[vi] Eladio Secades: ob. cit.,  ed. cit., p. 150.
[vii] Texto inédito (Archivo de Walfredo Piñera).

Galería de Imágenes

Comentarios