ribbon

Helados derretidos en el tiempo

11 de julio de 2020

|

índiceNinguna se acordaba del día, ni siquiera del mes. Y ni estaban seguras del año porque alguna escondía la fecha de nacimiento y si se sabía que en tal año, se descubriría la edad de todas. Cuando transitaban por los veinte y frente a copas de helado del Coppelia, juraron reunirse a los setenta. Si recordaban todas que al encuentro asistirían solas, dejarían al marido fuera. Porque sí estaban seguras que se casarían, se casarían con el hombre de los sueños que las colmaría de cariño y comodidades.
Los avatares, llámense casamientos, partos, divorcios, cambios de trabajo o residencia, olvidos involuntarios o voluntarios, las disgregaron en lo geográfico y en la importancia dada a las amistades hechas en fechas de igualdades de sueños y posibilidades. Cada cierto tiempo y por casualidad, una se encontraba con otra y entre ambas, unificando datos, recorrían las noticias del grupo.
Eran historias comunes de matrimonios perfectos, hijos estudiosos, éxitos laborales, felicidad a prueba de entuertos. En aquellos encuentros fortuitos o alguna llamada de larga distancia, desvaídos los enlaces amistosos y las ilusiones juveniles, ninguna abría de par en par, las puertas del corazón. Los años y las circunstancias ampliaron las diferencias entre ellas. Ninguna bebía el elíxir de la dicha total. Aquella que vestía con elegancia de pasarela, le pesaban los desengaños amorosos y la otra junto al marido, contaba los pesos del salario con la ilusión de alargarlos hasta el fin de mes.
Ya pasaban de los setenta cuando la vitrina de facebook cumpliendo su perfil detectivesco logró juntarlas en la red, descubiertas gracias al enlace de los nietos. En las evocaciones de aquellos años, se les escaparon datos y nombres en los oídos de los descendientes. Ellos pertenecían a una generación irreverente, capaz de intercambiar las fechas de nacimiento de sus abuelas comprobadas en el carné de identidad. Hasta intercambiaron los achaques padecidos por las otrora jovencitas soñadoras. Colocaron sus imágenes actuales junto a las viejas fotos escaneadas. Aumentaron de tamaño una que mucho los hizo reír. Aparecían las abuelas tomando helado en el Coppelia.
Aquellas viejas damas dignas con la paciencia tributada por los años, aceptaron las bromas de sus descendientes. Gracias a ellos, lograron la reunión soñada por la vía on line. Dulcemente se vengaron de los atrevidos muchachos. Se dedicaron a intercambiar opiniones sobre los sabores y conjuntos de bolas degustadas, en aquellos tiempos iniciales de la heladería Coppelia, aquellos tiempos que todos, las abuelas y los nietos, esperaban que un día volverían.

Galería de Imágenes

Comentarios