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Hasekura Rokuemon Tsunenaga

5 de octubre de 2022

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Remontémonos hasta el año de 1614, cuando la ciudad de San Cristóbal de La Habana no pasaba de ser un centenar de casas y establecimientos comerciales para la distracción de los marinos que tocaban tierra en tránsito por el Caribe.

En el mes de julio de aquel distante año desembarcó en La Habana un señor de aspecto singular, ataviado con sandalias y quimono, a quien acompañaban varios frailes franciscanos y que despertó el interés de las autoridades coloniales con las que seguramente se entrevistó. El personaje se nombraba Hasekura Rokuemon Tsunenaga, de nacionalidad japonesa y era un samurái de verdad, es decir, un hombre al servicio de un señor feudal de la ciudad de Sendai que deseaba establecer los primeros vínculos comerciales entre el distante Japón y el Nuevo Mundo, en un empeño de apertura que ampliara los horizontes de comunicación entre el mundo oriental y el occidental.

Aquel viajero vino a ser algo así como el primer contacto oficial entre Japón y Cuba, o sea, el pionero de las relaciones entre dos archipiélagos que hoy mantienen nexos en muchas áreas del comercio, el deporte, la técnica y la cultura.

Hasekura había salido de Japón en la nave San Juan Bautista, atravesó el Pacífico, cruzó México, salió a Veracruz y desde allí llegó por mar a La Habana, al cabo de un periplo grande. Luego siguió camino hacia España, donde fue recibido por el rey Felipe III. En la Península se bautizó y a continuación prosiguió su peregrinaje hasta Roma, donde el Papa Paulo V lo acogió.

El Santo Padre le confirió honores, lo albergó durante tres meses y le dio el título de “patricio romano”. Hasekura se cristianizó, lo cual le trajo contratiempos por cuanto la religión cristiana estaba proscrita en Japón, país al cual regresó después de su largo viaje de más de siete años alrededor del mundo. Por último, nuestro personaje murió en agosto de 1622, o sea, hace nada menos que 400 años por estas fechas.

El país por donde nace el sol cada día, es de las naciones que mayores simpatías suscitan entre los cubanos y los del lado de acá del Atlántico en general. Los japoneses nos demuestran con su hospitalidad, talento y laboriosidad cómo las grandes diferencias idiomáticas y de idiosincrasia entre dos pueblos no pasan de ser una nimiedad.

 

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El 26 de abril del 2001 se inauguró en la Avenida del Puerto de La Habana un monumento en honor de Hasekura Tsunenaga que recoge su figura de cuerpo entero. Una tarja en idiomas español y japonés expresa los motivos históricos que justifican dicho monumento. A la ceremonia de inauguración asistió un descendiente del célebre viajero, de quien se afirma que tiene gran parecido con su antecesor.

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