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Hablar sin interferencias

11 de septiembre de 2015

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lenguaje (Small)Con su mirada pícara y la sonrisa en los labios, la pequeña Lucy jugaba con un osito de peluche. De pronto, comenzó a decirme algo que fui incapaz de entender. La mamá vino en mi auxilio e inició una casi traducción simultánea que descifró el mensaje, y me permitió comprender que la niñita requería, urgentemente, atención especializada.

Pensé en el clásico error de muchas familias, que disfrutan tanto ese enredado lenguaje inicial, que lejos de rectificarles la pronunciación, les responden repitiendo los mismos dislates, lo que retarda una buena utilización de los vocablos.

El lenguaje es un sistema de comunicación, donde cualquier interferencia con la capacidad de aprendizaje, causa daños. Esas “interferencias” pueden ser: ciertas neurosis y psicosis, retraso mental y lesión cerebral congénita o adquirida. También la articulación se daña por discapacidades físicas como fisura del paladar, parálisis cerebral o pérdida del oído.

Los expertos señalan que “no se puede obviar el posible deterioro, como resultado de las parálisis de cualquier parte del mecanismo de la articulación, por la imitación inconsciente de modelos del habla pobres, o una percepción inadecuada de los estímulos auditivos”.

En este último caso, las alteraciones de la capacidad de articular para pronunciar correctamente determinados fonemas se conocen como dislalias, y se dividen en cuatro tipos: evolutiva, funcional, audiógena y orgánica. La evolutiva forma parte del normal desarrollo lingüístico, es característica en la infancia y se corrige en la medida que los niños desarrollan. La funcional tiene su origen en un funcionamiento incorrecto de los órganos articulatorios: pequeñines que no usan adecuadamente dichos órganos al articular un fonema, a pesar de no existir causa alguna de tipo orgánico. La audiógena ocurre por deficiencia auditiva: no articulan bien, porque no percibe bien los fonemas. Por tanto, no emiten igual sonido por falta de audición. Por último, la orgánica es causada por alteraciones anatómicas y/o fisiológicas o malformaciones de los órganos periféricos (labios, mandíbula, lengua, paladar, dientes); en este caso, se denomina diglosia. Si el trastorno articulatorio se debe a una alteración en el control muscular de los mecanismos del habla (respiración, fonación, resonancia, articulación y prosodia) o por lesiones en los centros neuronales cerebrales (sistema nervioso central), entonces se tratará de una disartria. Este tipo de dislalia es típico de las personas con déficit motores (por ejemplo, los paralíticos cerebrales).

Recurrir en todos estos casos al logopeda, es la vía para diagnosticar y tratar las alteraciones del lenguaje. Este especialista se integra a un equipo multidisciplinario (neurólogo, otorrinolaringólogo, psiquiatra, psicólogo, trabajador social, fisioterapeuta y terapeuta ocupacional). Si el trastorno es originado por alguna patología asociada, lesión o malformación, intervienen el médico y el cirujano. Corregida las anomalías, el logopeda enseña a escuchar y aplicar con precisión los términos verbales, para controlar el lenguaje alterado por falta de coordinación o influencias emocionales.

Hasta aquí, definiciones para los interesados. Pero, para dar un final feliz a mi historia de Lucy, les cuento que llevada al logopeda se comprobó la presencia de una dislalia funcional. Y pasado el tiempo, habla ya correctamente en su tercer grado escolar.

 

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