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Grandes siniestros

16 de octubre de 2017

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Amén de los fuegos ocasionados por los ataques de corsarios y piratas a la Villa, el primer gran incendio que recoge la historiografía habanera, fue el ocurrido el 22 de abril de 1622, cuando las llamas comenzaron a propagarse desde una casa en el este de la calle Real, hoy Muralla, y 96 viviendas en cinco manzanas fueron destruidas, así como los árboles en una legua a la redonda.

También en abril, pero esta vez en 1785, el poblado de Casa Blanca fue devorado totalmente por las llama en pocas horas, lo que trajo como consecuencia la primera causa judicial en Cuba por el delito de incendio.

En horas de la tarde del domingo 25 se abril de 1802 comenzó un fuego en el barrio extramurense de Jesús María, el que en pocas horas la brisa se encargó de propagarlo. Ocho mil personas quedaron sin hogar y siete murieron carbonizadas.

Esta era una de las zonas más pobres de la ciudad, sus casas estaban construidas en su mayoría con madera y techo de guano, y habitada por gran cantidad de los famosos negros curros del Manglar.

Al no tener lugar donde albergar a tantos damnificados, a los que así lo desearan, se les dio material para que construyeran sus casas en los terrenos que más tarde sería el pueblo de Artemisa, 60 kilómetros al oeste del capital.

Otro gran siniestro tendría lugar 26 años más tarde, también en el barrio de Jesús María.

El desastre más recordado por todos los habaneros fue el ocurrido el 17 de mayo de 1890 en la ferretería ubicada en la esquina de Lamparilla y Mercaderes, conocida como la Catástrofe de Isasi, donde murieron 38 personas, entre ellas 25 bomberos municipales y del comercio.

Dos días se demoraron en apagar las llamas, que amenazaban los edificios colindantes, y la causa principal del desastre fue los explosivos que se encontraban en el establecimiento, no declarados por su propietario, Juan Isasi.

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