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Gran figura de la ópera latinoamericana

22 de mayo de 2018

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Cuando se habla de ópera, siempre se piensa en los compositores europeos donde sobresale el nombre del italiano Giuseppe Verdi y el alemán Richard Wagner. Pero ¿mencionamos alguna vez a las figuras sobresalientes de Latinoamérica?… A una de ellas, dedicaré mi comentario de hoy: Carlos Gomes, un brasileño cuyas óperas alcanzaron perfección y fama.

Descendiente de portugueses e indios, Carlos Gomes nació en Campinas, ciudad paulista, en 1836, razón por la cual se le conoce como el Campineiro. Aunque su familia era pobre, tuvo ¡25 hermanos! Su padre dirigía la banda del pueblo e hizo que todos sus hijos se incorporaran a esa agrupación  musical, pero el que demostró poseer verdadero talento fue Carlos, quien a los 10 años podía tocar con soltura varios instrumentos.  A los 15, se entretenía en componer polkas y valses, géneros que, aunque foráneos, estaban de moda en Brasil; pero lo que más le gustaban eran unas melodías sentimentales, influidas por la ópera italiana, que habían ocupado la preferencia de los brasileños. Tras haber estudiado música con su padre, a los 18 años compuso una Misa; pero su pasión era la ópera, por lo que estudió y dirigió a la sombra de los árboles, sus arias favoritas de “El Trovador”, de Verdi, hasta que, a los 23 años, tuvo la oportunidad de ver una puesta en escena, y quedó deslumbrado, razón por la cual decidió ingresar en el Conservatorio de Río de Janeiro, donde, a punto de graduarse, creó una Cantata que fue escuchada por el emperador y, tres años después estrenó sus dos óperas juveniles, basadas en temas medievales y cantadas en portugués: “Una noche en el castillo” y “Juana de Flandes”. El éxito fue rotundo y Don Pedro II, deslumbrado, le concedió a Carlos Gomes la Orden de Rosas y lo envió a estudiar a Italia, donde más tarde fijó su residencia.

Desde el momento en que alcanzó su madurez como artista hasta su muerte, en 1896, este artista brasileño compuso seis óperas importantes: “O’Guaraní”, basada en el encuentro de los portugueses con los aborígenes de Brasil; “Focsa” sobre una historia de piratas venecianos; “Salvador Rosa”, cuyo personaje principal es un héroe popular italiano; “María Tudor”, sobre el famoso drama de Víctor Hugo; “O’Escravo, que cuenta los amores de una joven esclava brasileña con un noble”; “O’Condor”, cuyo argumento recuerda a la ópera de Verdi: “Aída”. Y no puedo olvidar su oratorio “Colombo”, creado en ocasión del IV Centenario del Descubrimiento de América. Según sus biógrafos, Verdi asistió al estreno de “O’Guaraní” en L’Scala de Milán, quien elogió la obra y expresando: “Caramba, este joven americano comienza por donde yo termino”.  Gomes tenía entonces 34 años.

Luego de alcanzar múltiples éxitos internacionales, Carlos Gomes decide regresar definitivamente a Brasil, y en Río de Janeiro se le propuso la dirección del Conservatorio. Pero a la caída de Pedro I, la instauración del nuevo gobierno marca un viraje en redondo en la vida del compositor quien ya era una auténtica gloria de Brasil, pues al encomendársele la creación del Himno de la República, Carlos se negó, por lo que se vio obligado a regresar a Europa, sin abandonar su impulso creador y renovador.

Carlos Gomes regresó a Brasil para cumplir una solicitud de dirigir el Conservatorio de Belem de Pará; pero ya estaba muy enfermo y Campinas, su ciudad natal, le concedió una pensión que lo llenó de alegría. A las pocas semanas de llegar a Balem, el primer compositor de óperas brasileñas, falleció a los 60 años, el 14 de mayo de 1896. Su traslado a Campinas se convirtió en una grandiosa manifestación de duelo popular.

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