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Gracias por recordarlo

12 de junio de 2015

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act_1674_2Los seres humanos recordamos a veces hechos y personas insignificantes en nuestras vidas pero, infelizmente, olvidamos a quienes siempre debían estar presentes en la memoria, por su trascendencia histórica. Tal es el caso de Federico Smith, quien vino de los Estados Unidos para quedarse en Cuba y dejarnos un legado de gran valor para la música cubana. Por eso doy las gracias a la Máster en Artes, musicóloga y profesora Liliana González Moreno, por su libro “Federico Smith: cosmopolitismo y vanguardia”, editado por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC), quien ha rescatado del silencio a este artista que fuera –como aparece en la contraportada del libro– “uno de los exponentes de la vanguardia musical cubana y, al mismo tiempo, un pedagogo sui generis”.
Y por si usted no sabe quién fue Smith, le ofreceré algunas informaciones que podrá ampliar si decide acercarse al libro de Liliana.
Altamente valorado por el guitarrista y compositor Leo Brouwer, el musicólogo Danilo Orozco y la renombrada escritora y guionista norteamericana Sally Benson, entre otros, Federico Smith nació en el barrio de Manhatan, New York, el 2 de marzo de 1929, y a los veintiún años emigró a México; una década después llegó a La Habana, donde permaneció durante nueve años, cuando se trasladó a la ciudad de Matanzas, donde vivió hasta su muerte, el 21 de julio de 1977. Tenía solo 49 años.
Dotado de profundos conocimientos sobre la física, las matemáticas, la política, las artes, y otras disciplinas, Smith era considerado un “genio”. Pero su amplia trayectoria profesional, que incluye la composición, la pedagogía y la crítica musical, fue marcada por su alcoholismo y tabaquismo, adicciones que le condujeron a una muerte prematura. Y aunque algunos ignorantes llegaron a burlarse de aquel hombre alto, delgado y desaliñado, desde su llegada a nuestro país se comprometió con la cultura musical cubana, sin vincularse a las tendencias vanguardistas de entonces, porque era dueño de su propia estética.
Su amplio catálogo incluye obras escritas para espacios dramatizados de la radio y la televisión cubanas, y es triste comprobar cómo algunas continúan utilizándose hoy, sin otorgarle crédito a su autoría, amén de la omisión que se hace acerca de su importante participación en proyectos para la Escuela Nacional de Arte (ENA), el Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR), el Instituto Superior de Arte (ISA)… Tampoco se mencionan sus Premios, conferencias, y obras creadas para conjuntos de danza, para la Orquesta Sinfónica de Matanzas… De ahí la importancia del libro de Liliana González Moreno sobre Federico Smith, quien advierte que lo fundamental para su investigación “no fue la pluralidad de facetas que desarrolló, la diversidad de espacios en los que se vinculó con su obra ni la relevancia del músico en uno y otro contexto, sino los modos en que el conocimiento de Smith, los elevados potenciales gnoseológicos y su cultura cosmopolita, se articularon a la necesidades creativas de un sui generis período sociopolítico de fuerte hegemonía ideológica socialista…”.
Por todo cuanto he expuesto, le recomiendo la lectura del libro “Federico Smith: cosmopolitismo y vanguardia” donde, además, encontrará fotos, cartas y documentos personales de este artista y sabio.

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