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Gato pidiendo pista

11 de diciembre de 2021

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35002234-una-mano-está-acariciando-perro-había-color-de-la-vendimia-filtrada-Ella fue la primera en advertirlo. Hembra al fin, destinada a preservar el hogar, temía la presencia de un nuevo abonado. Y más que no era de su raza. Si bien a sus diez años, operada para no procrear, tampoco resistiría las majaderías de un cachorro juguetón, mucho menos le menearía la cola en feliz recibimiento, a un gato barriotero.
Su gruñido de advertencia no recibió respuesta de su pareja. Disgustada la perra, erizó sus pelos negros, veteados ya por las canas. Tenía diez felices años de vida conviviendo con este perro, primero su compañero de travesuras por el patio y después, su única pareja de apareamiento sin consecuencias. Y el antiguo perro perseguidor hasta de inocentes lagartijas, se le había convertido en un dormilón, incapaz de advertir el peligro que se les acercaba.
Con quince años sobre sus patas, olvidado ya de su adolescencia deportiva corriendo detrás de las pelotas tirada por el amo más joven, saltando para arrancarle la tortica al amo más viejo, el perro ni siquiera movió la cola para demostrar atención al gruñido preocupado de su pareja. Bastante tenía con notar los notables cambios sufridos en la dieta diaria. Las viandas aumentaban y hasta yerbas sustituían las ansias carnívoras. Aunque su amo desde su etapa cachorril, le repetía y repetía que el boniato daría brillo a su pelo, nunca lo convenció. Lo aceptaba ahora junto a la yuca, y el plátano porque no le quedaba más remedio. Había otras señales de peligro conspirativas contra la salud. Aunque no le agradaba el pinchazo trimestral que los libraba de los parásitos, este año ni él ni su perra habían olfateado desde lejos el olor a veterinario. Y con estas preocupaciones que atormentaban su vejez, venía la perra alarmada porque aquel gato hacía gracias a la ama cuando le tiraba algunos pedazos de pan, el pan que ellos despreciaban por el momento. Del futuro alimentario, no podía asegurarse nada.
Detenido en el muro, el gato negro observaba al par de perros viejos. Los infelices, pensaba, todavía creían que cumplían la misión de cuidar a los amos, cuando en la realidad los amos cuidaban de ellos. En sus cinco años al garete y rompiendo el promedio de años de vida dado por la Wikipedia para los gatos vagabundos de raza inclasificable, acumulaba experiencias. Él sí se reconocía como un gato anciano. En las andanzas por el barrio, reunía datos suficientes para la selección de esta vivienda. No le interesaba entrar en la casa ni robarle los cojines a los perros. No mendigaría el cariño de los amos. Solo bastaba hacerse necesario. Los gatos cachorros juegan todo el día y los jóvenes pierden el tiempo en sus continuas aventuras amorosas. Para él, solo quedaba su paciencia y habilidad para cazar ratas. Y las ratas, no sabía el porqué y no le interesaba saberlo, aumentaban en este barrio. Y la ama les tenía miedo.

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