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Gabriela Mistral

21 de abril de 2021

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La autora de Los sonetos de la muerte arribó a La Habana cuando tenía 33 años y ya el seudónimo literario de Gabriela Mistral se había impuesto definitivamente al nombre verdadero de Lucila Godoy Alcayaga, la chilena nacida en 1889 en el Valle de Elqui.

Desembarcó del vapor Orcoma el 12 de julio de 1922, en escala de cuatro días con destino hacia México. Las publicaciones culturales cubanas le dieron la bienvenida y obsequiaron a la poetisa con un te literario en el Hotel Inglaterra. Aquel día –sábado 15, en vísperas de su partida- se leyeron poemas y Gabriela expresó su complacencia:

“En Martí me había sido anticipada Cuba, como en el viento marino se anticipan los aromas de la tierra todavía lejana. Pero yo no sabía hasta qué punto José Martí expresó a su Isla, con su ardor y sus suavidades inefables”.

La personalidad de Gabriela, su decir elegante, la celebridad que la acompañaba y excelente disposición para la conversación abierta entusiasmaron a la sociedad habanera, en particular al sector femenino, que la escuchó con gran interés.

En octubre de 1938 se detuvo nuevamente en La Habana, “en misión impuesta por sus sentimientos, a refrescar, a calorizar viejos afectos que dejara entre nosotros”, según recoge el semanario Bohemia. Se le rindieron homenajes en el Anfiteatro Nacional, dictó conferencias en la Institución Hispano Cubana de Cultura y en una de ellas dijo así:

“No olvidemos nunca que en la poesía martiana hay el huerto doméstico de los Versos Sencillos y en la prosa hay la égloga inefable de La Edad de Oro; ambos son los pastos frescos que el lector común gusta caminar en la ruta martiana; o son la harina blanca que en la obra total él aparta para su sustento”.

En 1953 —con motivo del centenario de Martí— Gabriela Mistral visita el país. Arriba el 23 de enero y la situación política no es tranquilizadora: apenas 10 meses atrás un golpe de estado ha colocado una dictadura en el poder, pero ella viene para rendir homenaje al Apóstol de la independencia cubana.

Tiene amigos en Cuba: la poetisa Dulce María Loynaz, el ensayista Juan Marinello y el etnólogo Fernando Ortiz, entre ellos. El 28 de enero, fecha del centenario de Martí, pronuncia uno de los discursos centrales en el Capitolio Nacional:

“Este gran señor nos sirve para cualquier época, –dice- continúa vigente para el gobierno de nosotros mismos y para el de nuestras patrias y a veces para el de una raza entera”.

La aldeana chilena —así se autodefinió con soberana modestia— no se cansó de leer la obra de José Martí, valorarla y expresar su admiración por ella.

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