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Francisco Petrone

20 de diciembre de 2013

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Uno de los actores argentinos favoritos de mediados del siglo pasado fue Francisco Petrone, de imagen sobria pero expresiva, y una voz grave. Estuvo en La Habana cuando se hallaba en el esplendor de su carrera. Ello fue en los meses de enero y febrero de 1953, época por la que su rostro era muy conocido de los cubanos a través de cintas como La fuga, de 1937; Prisioneros de la tierra, de 1939; La guerra gaucha, de 1942, y sobre todo la antológica y aún conmovedora Todo un hombre, de 1943; así como Pampa bárbara, de 1945.
El actor rondaba los 50 años y se presentó con su compañía en el teatro Martí, con un repertorio de obras de Arthur Miller y de Ibsen. Su interpretación en La muerte de un viajante, del dramaturgo norteamericano, despertó enorme interés, siendo muy bien acogida por la crítica en la prensa. Petrone declaraba:
“Estoy muy emocionado. Desde 1946, que estuve en Cuba por primera vez, deseaba volver de nuevo. Es muy acogedora esta tierra y me alegra poder decirle que en ella me encuentro como en mi casa. Tengo aquí afectos sinceros. Muchos amigos personales, artistas, escritores… y un público, en verdad, cariñoso”.
De la pieza Todo un hombre, que interpretó también para el teatro, dijo:
“Esta obra es piedra de toque. Después de haberse llevado al cine una versión cinematográfica de Todo un hombre, muy bien hecha, se corre el riesgo de defraudar al  público con la versión teatral (…) El aplauso con que el público acogió mi salida me emocionó”.
El actor se inició en el teatro hacia 1927 y en 1934 pasó a la pantalla, simultaneando ambos desempeños. Junto a otros colegas, figuró entre los fundadores de la productora de películas Artistas Argentinos Asociados, de gran repercusión  en el desarrollo de la cultura cinematográfica de su país.
Poseedor de un estilo de actuación realista, el rostro de Petrone era capaz de expresar diversos matices psicológicos con dramatismo y economía de recursos gestuales. Tuvo la privilegiada capacidad de apoderarse de los espectadores e insuflar a sus actuaciones un sello propio de su personalidad.
En tiempos como estos, en que el cine retoma aires en el continente, y por supuesto también en Cuba, no está de más recordar a los viejos actores y actrices que sembraron el gusto por el séptimo arte y que, en su momento, lo llevaron a planos estelares en Iberoamérica.

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