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Fracasar: ¿un delito o un mérito?

1 de noviembre de 2014

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exito-fracaso¿Quién no ha sufrido en más de una ocasión de una situación, unas veces más graves, otras menos, pero fracasos al fin? Es imposible que exista un solo ser en el mundo que pueda afirmar que nunca ha fracasado en la vida, cuando es algo que puede suceder en infinidad de ocasiones, porque es una  condición inherente a los seres humanos, porque en realidad, no somos perfectos, seríamos aburridísimos, pero si, como expresara Silvio Rodríguez: “No somos perfectos pero si perfectibles”.
En todo este fenómeno del fracaso existe una lógica que está precisamente en estar conscientes de que cada día, en cada empresa que nos tracemos, estamos expuestos al fracaso, pero lo importante no es tanto la situación de fracaso sino como asumimos la misma.
Ya en otras ocasiones hemos hablado acerca de los triunfadores, de las personas llamadas así: ¨Gentes de éxito ¨, que no significa bajo ninguna circunstancia que no hayan estado expuestos al fracaso. Los que triunfan, en algún momento de su vida lo hacen también sobre la base de fracasos, y es por qué han sabido convertirlo en algo positivo y útil, el aprendizaje, la experiencia, y diría mucho mas, es una de las fuentes de la sabiduría humana.
Si triunfan, es porque han aprendido a avanzar a pesar de esos pequeños o grandes, constantes o eventuales fracasos que la vida les puede presentar. Podríamos afirmar que el verdadero fracaso radica en mirarlo siempre como un fracaso y no como la fuente de aprendizajes y experiencias en que se constituyen estos.
Cuando hablamos de triunfo, de éxito, de triunfar hay cierta tendencia a ignorar el fracaso, el perder, y en este sentido me atrevería a aseverar que triunfar no es nada más ni nada menos que aprender a fracasar. De esto es que surge esa frase tan popular que dice: “Hay ocasiones que perdiendo se gana”, o aquel viejo proverbio que expresa que: “Una retirada a tiempo es mejor que una derrota”
Entonces, podemos ir llegando a una conclusión, al parecer contradictoria pero cierta, y no es otra de que el éxito en la vida se logra en cierta medida a partir de saber afrontar con inteligencia, habilidad y razonamiento las inevitables faltas de éxito de vivir cada día. De este absurdo depende en gran medida el secreto de saber vivir.
No pretendo convencerlos de que ante cada frustración, cada descalabro, cada contrariedad, cada desilusión, debemos alegrarnos y asumirlos con tranquilidad, de hecho, la propia contrariedad de lo que pretendíamos nos produce estrés, y nos puede descompensar de momento, pero dentro de ella, si buscamos con esa serenidad que debemos recuperar lo más rápido posible, en el momento que sucede, vamos a encontrar con absoluta seguridad una serie de capacidades humanas que usted posee y que nunca se había auto reconocido o auto descubierto. Es aquello que decimos después de asumirlo, ¿cómo pude salir de todo esto?, o aquello otro: “Menos mal que se me encendió el bombillo”, pero nada de esto es algo sobrenatural, ni que ha sido tocado por la varita mágica, sino simplemente, es usted mismo, con su inteligencia que ha logrado asumir la situación de fracaso, de no éxito y sacarle provecho, poniendo a prueba su sagacidad, no solo para asumir el fracaso sino para continuar y proponerse nuevas estrategias o la misma teniendo en cuenta las causas del fracaso.
Todo lo anterior tiene un resultado importante, y no es el simple hecho de asumir el fracaso y lograr posteriormente el éxito, sino el hecho del crecimiento personal y de poder edificar lo mejor su propia vida.
Las dificultades son cómplices en cierta medida de los mejores momentos de nuestras vidas, sobre todo, pueden contribuir a un mejor desarrollo de nuestras reacciones emocionales, porque a la vez que el fracaso nos muestra el error, nuestras limitaciones, también puede ser capaz de abrirnos la oportunidad de encontrar soluciones, de ser mejores, y sobre todo, de desarrollar nuestra condición más importante, la de seres humanos, esos que si se lo proponen, pueden dar lo mejor de sí mismos.
Es así, en medio de un entorno en el que no todo nos viene dado, como se va conformando y consolidando el proceso de la personalidad de cada cual, el sistema de necesidades que propicia el de motivaciones y estos a su vez, las metas y objetivos que centran la esencia del comportamiento humano, con su individualidad, autenticidad, fuerza, tenacidad, vigor y sobre todo, honestidad y ética en las formas de asumir la conducción de nuestras vidas. Somos nosotros, precisamente, a partir de esta base puramente psicológica y social, los que creamos nuestro proyecto de vida que al final no es más que nuestra propia historia individual,  de la que se origina el verdadero sentido de la vida.
Sería una completa ingenuidad dejar que la vida se diluyera en una desesperada búsqueda de algo tan utópico como es el deseo de permanecer en un estado de euforia permanente, o de continuos sentimientos agradables. Quien pensara así, estaría casi siempre triste, se sentiría desgraciado, y los que le rodeen probablemente acabarían estándolo también.
Queda mucha tela por donde cortar con relación al tema, pero de ello les propongo continuar comentando la próxima semana.

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