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Flebotomianos

11 de abril de 2017

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Los flebotomianos o sangradores eran personas no profesionales, autorizadas por la Real Junta de Medicina y Cirugía, para extraer piezas de la boca, callos y uñas y aplicar sanguijuelas o ventosas a los vecinos de la villa de San Cristóbal de La Habana, entre los siglos XVl y XlX.

El primero fue Juan Gómez, nombrado por el cabildo de 26 de agosto de 1552 presidido por el Muy Magnífico Doctor don Gonzalo Pérez de Angulo, gobernador, como único cirujano barbero y sangrador de la naciente ciudad.

El primer médico que tuvo La Habana, nombrado el 26 de febrero de l569, fue el licenciado Gamarra, graduado en la Universidad de Alcalá de Henares en Medicina, Cirugía y Farmacia, quien se comprometía a no ausentarse de la Villa y a poner botica, lo que no llegó a hacer, ya que las primeras fueron las de López Alfaro y Sebastián Milanés hacia 1590, una en el callejón del Chorro y la otra en La calle Real, hoy Muralla.

Los vecinos debían pagar una iguala por si se enfermaban, y los transeúntes de las flotas pagarían los servicios por precios convencionales.

En la medida en que aumentaba la población y sus necesidades, aumentaban los flebotomianos, en 1841 existían 63 en la capital, entre los más conocidos estaban Encarnación Valencia, Arturo Salazar y Ramón Cologne Domenell, quienes cobraban entre ocho y diez reales la docena de sanguijuelas, y el callista H. Knigt, en la calle Inquisidor número nueve, que cobraba 12 reales por el tratamiento de callos y uñas.

En 1860 los flebotomianos fueron prohibidos por una ley de España, pero muchos siguieron ejerciendo, y el 26 se noviembre de 1861 salió en la Gaceta de Madrid la creación de una nueva profesión: Practicante de la Facultad de Medicina y Cirugía, algo así como el arte del dentista y del quiropedista, en lo adelante, para ejercer una de estas profesiones había que tener el correspondiente título.

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