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Finales de la Copa Mundial: el ganador se lo lleva todo (I)

18 de julio de 2014

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La primera final de la Copa Mundial de fútbol involucró a Uruguay y Argentina, dos países vecinos que han mantenido una extraordinaria rivalidad. Los uruguayos habían conquistado el título olímpico en 1924 y 1928; además eran la sede, por lo que fueron considerados los favoritos. El 30 de julio de 1930, los dos onces saltaron a la cancha del muy joven Estadio Centenario, frente a más de 60 mil espectadores; aunque antes del pitazo inicial hubo una seria polémica, nada menos que por el balón que se utilizaría en el encuentro.

Los uruguayos pedían que fuera uno con menos aire, de un menor bote y más favorable a su juego; mientras, los argentinos exigían una pelota diferente, que tuviera más aire. Este debate no existiría en la actualidad, pues la Federación Internacional establece un único balón; pero era 1930 y ninguno de los dos rivales quería ceder. Entonces, apareció una solución “salomónica”: se jugaría cada mitad con un balón distinto.

No se sabe si fue obra de la casualidad o si realmente la cantidad de aire en la pelota influyó en la calidad del juego; pero los datos mostraron que en la primera parte, cuando se utilizó el balón seleccionado por los argentinos, estos terminaron delante 2 a 1. Luego, en la segunda y definitorio mitad, al emplearse la pelota elegida por los uruguayos, los doble titulares olímpicos marcaron 3 goles que decidieron el partido a su favor y pudieron levantar, por primera vez, la Copa llamada “Victoria” y que, años más tarde, sería conocida como Copa “Jules Rimet”.

En 1934 se vivió una situación muy curiosa y que nunca más se ha repetido: el jugador Luis Monti disputó su segunda final consecutiva. Esto fue un hecho inédito porque Monti jugó en 1930 para Argentina y después vistió la camiseta italiana y se proclamó campeón mundial con los azzurris.

La final de 1938, en Francia, fue muy tensa, al menos para los italianos porque sabían que estaban disputando un partido en el que les iba la vida…literalmente. El dictador Benito Mussolini le había enviado a la dirección técnica un lúgubre telegrama: “vencer o morir”. Ante esta “motivación”, los jugadores, dirigidos por Vittorio Pozzo, salieron con mucha energía al césped del estadio de París y vencieron a Hungría por 4 a 2 y se convirtieron en la primera selección doble campeona mundial.

Cuando se pronuncia la expresión “Maracanazo”, todos los seguidores del fútbol inmediatamente la asocian con uno de los partidos más tristes jugado por el equipo más famoso del planeta: Brasil. La tarde del 16 de julio de 1950 es muy recordada por los uruguayos y una fecha que los millones de fanáticos brasileños quisieran olvidar. Todo parecía listo para festejar la corona brasileña en el imponente Maracaná de Río de Janeiro; sin embargo, los charrúas sacaron el extra y lograron dos goles que silenciaron a las casi 200 mil personas que asistieron a presenciar el partido. Después del pitazo final, comenzó el desfile y pocos se quedaron para presenciar la ceremonia de premiación. La entrega de la Copa “Jules Rimet” fue rara, tal vez la más extraña de todos los tiempos, porque no asistió ningún organizador brasileño y la Copa se la autoentregó el capitán uruguayo Obdulio Varela.

En la final del torneo de 1954 se vivió una de las grandes sorpresas del fútbol. Si cuatro años antes Uruguay había silenciado a Brasil, en Suiza nadie esperaba que los alemanes, que estaban en el inicio de un prolongado proceso de recuperación económica, después de la Segunda Guerra Mundial, triunfaran frente a los húngaros.

Los teutones mostraron una gran combatividad, olvidaron la goleada de 8 a 3 que les propinaron los húngaros en la primera etapa y luego, en la final, triunfaron sobre los magiares por 3 a 2. En la formación regular germana alinearon los hermanos Fritz y Otto Walter. Esta fue la primera ocasión en la historia que dos hermanos alcanzaron el título del orbe, un hecho que solo se ha repetido una vez: ocurrió en 1966, cuando los hermanos Charlton, Jacky y Bobby, ayudaron a Inglaterra a conquistar su única corona.

Las polémicas casi nunca han faltado en los encuentros decisivos; pero de seguro pocas pueden compararse con la de 1978. En el estadio Monumental, Argentina y Holanda discutían el título y todo parecía estar listo para el pitazo inicial; sin embargo, el argentino Daniel Pasarella le exigió al árbitro principal, el italiano Sergio Gonella, que no le permitiera alinear al holandés William VanDe Kerkhof porque este tenía una escayola en su mano derecha.

Los visitantes protestaron airadamente e incluso amenazaron con retirarse si se aceptaba la exigencia gaucha. Entonces, el juez adoptó otra solución salomónica: Vande Kerkhof se colocó una venda de color carne sobre la escayola y así se resolvió el problema. El partido comenzó con algunos minutos de retraso; aunque los fanáticos salieron felices del Monumental, porque los dos goles de Mario Kempes le dieron el título a Argentina.

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