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Fidelidad a La Habana

29 de abril de 2013

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Fina García Marruz

La Habana es una ciudad de especial encanto. Quizás por la luminosidad de sus amaneceres, por el sortilegio de sus plazas, por el bullicio de sus calles, por la placidez de su bahía… Lo cierto es que, por una u otra razón, desde hace siglos, la antigua urbe no ha dejado de deslumbrar a varias generaciones, esas que han perpetuado su esencia y su presencia en la memoria.

Los poetas también han dejado su testimonio de admiración, respeto y amor a la otrora villa de San Cristóbal de La Habana. Nacidos dentro o fuera de la isla, son numerosos los autores que han dedicado sus versos a rendir justo tributo a la mágica ciudad que, en unos pocos años, jubilosa y lozana, festejará su primer medio milenio de vida.

Fina García Marruz es una de esas creadoras que, a lo largo de su ejercicio lírico de más de siete décadas, ha querido que la ciudad en que nació, el 28 de abril de 1923, quede reflejada en sus versos, marcados por ese rescate de la memoria, de la familia y los amigos, de la vida cotidiana, de la religiosidad y los valores éticos, de lo cubano, que caracterizan e identifican sus textos.

En Las miradas perdidas (1951), con versos creados desde  1944, la escritora incluye “Jardín del Cerro”; mientras que, en el volumen Visitaciones (1970), pueden leerse “Afueras de Arroyo Naranjo” y “Arroyo Naranjo”. Son como viñetas en que la ciudad, reflejada en escenarios, ambientes, espacios, aparece evocada, recreada, imaginada, perpetuada…

En otro de sus libros, titulado precisamente Habana del centro (1997), Fina García Marruz insiste en preocuparse, y ocuparse, por su ciudad natal. En “La noble Habana”, por ejemplo, rinde homenaje a uno de los símbolos más conocidos, y reconocidos, que identifican a la antigua urbe:

 

¿Por qué, Señora,
el aire, el desafío,
pierna y botín robustos
y pecho de paloma?

¿Por qué, conquistadora,
sobre los raros farallones
de desiguales ángulos
te empinas, desdeñando
abajo el foso oscuro de las aguas?

Castillo de la Fuerza,
Giraldilla,
tu donaire y victoria.

¿Será por eso el acierto
de la profunda gracia del tamaño,
torneado y breve, combado
como jarra, hospedera?

¿Qué sabes tú, Señora
de la Gran Llave,
apoyada en tu propia apertura
a los golfos abiertos?

¿Será lo abierto tu secreto,
noble Habana, Señora,
tu breve corpulencia,
tan graciosa,
tendrá por eso ese perfil de ave
–el pie bien afincado—
y ese ligero aire
fanfarrón?

 

Considerada una de las voces líricas más sólidas de las letras cubanas e hispanoamericanas de entre siglos, Fina García Marruz –quien recibió, en 1990, por la obra de la vida, el Premio Nacional de Literatura— es dueña de un alto prestigio intelectual que ha rebasado las fronteras insulares.

De ahí que por los valores de su producción literaria, tanto en verso como en prosa,, haya sido galardonada, asimismo, en el 2007, con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y, en el 2011, con el XX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca.

En Habana del centro, la autora, una de las integrantes del emblemático Grupo Orígenes y ferviente estudiosa del legado martiano, reproduce el texto que sirve de título al volumen. Se trata de un poema que resulta como una nítida crónica, como un imaginario recorrido por algunas de las calles de la ciudad:

 

Manrique y Lealtad de mis niñeces,
Concordia, Malecón, Perseverancia,
bocacalle marina, junto a la droguería
Danhauser, con nombre de ópera.
Pequeños comercios de la calle transversa.
Campanilla del tranvía, entre la madrugada.
Ruido de la puerta de hierro de la carnicería.
Descascarados rosa y verde pálido
de la alta pared. Sombra amiga del libro
sobre el asiento de rejilla.
Almidón de los trajes colgados
en la lavandería de los chinos
(y el medio de galleticas de plátano).
Fuerte olor de algas podridas, costas.
Olas blancas batiendo el oscuro arrecife.
Y entre los azulejos verdi-blancos,
el pescado en la gran pesa romana.
Cine Neptuno de los pastelillos.
Larga calle de Águila. Se «realizan» telas.
Tablita de «Se alquila» en el balcón.
(Pasa el camión de la mudanza.)

 

Fina García Marruz ha sido fiel a La Habana. Ahí están esos versos que resultan fehaciente testimonio, desde la razón y la pasión, de ese interés, de esa preocupación, de ese desvelo, de dejar, para su tiempo y para el porvenir, la huella de su sentimiento, de su sensibilidad, de su emoción, en esos poemas dedicados a la capital de la mayor de Las Antillas.

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