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Félix Guerrero

21 de julio de 2017

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Félix Guerrero- (Small)

 

Una vez que terminamos de publicar en esta sección la gran mayoría de las epístolas que figuran en nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, que aún se vende en librerías del país, procedemos a incluir en De Ayer y de Siempre muchas de las notas biográficas publicadas al final de la obra.

Ellas tienen como objetivo informar a los lectores quiénes son las personalidades citadas en las cartas.

 

Guerrero Díaz, Félix (La Habana, 1916-2001). En sus estudios musicales iniciales tuvo como primer maestro a su padre, el violinista y guitarrista Félix Guerrero Reina. Luego los continuó en el Conservatorio Municipal de La Habana con César Pérez Sentenat (piano), Pedro San Juan Nortes (armonía) y Amadeo Roldán (composición). Asimismo matriculó en la Juilliard School, en Nueva York, y en 1952 viajó a París, donde sería alumno de Nadia Boulanger (composición) y Marcel Dupré (contrapunto contemporáneo). En la capital francesa fue discípulo, además, de Eugène Bigot y Georges Enesco (dirección de orquesta).

Aún adolescente, inició su trayectoria artística con la jazzband de los Hermanos Martínez. Sólo tenía quince años de edad, en 1931, cuando, como miembro de la orquesta de los Hermanos Palau, viajó a Hollywood para participar, bajo la dirección de Ernesto Lecuona, en la musicalización del filme El cubano. De vuelta a Cuba, integró la agrupación de Armando Romeu. En un concierto de Ernesto Lecuona efectuado en el teatro Nacional el 29 de septiembre de 1938, estrenó un arreglo de Danza de los ñáñigos, del autor de Canto siboney, que en lo adelante –hasta 1959– solicitaría tal servicio de Guerrero en numerosas oportunidades, aparte de confiarle la dirección de la Orquesta de La Habana.

Su ejercicio en ambas tareas alcanzó uno de sus momentos principales en 1943, al formar parte de la nómina de Mil Diez, junto con Adolfo Guzmán y Enrique González Mantici. En esa radioemisora resultó destacada su labor en la dirección de orquesta y como arreglista, faena esta última en la que condujo un equipo de músicos integrado por Bebo Valdés, Humberto Suárez, Francisco Melero, Osvaldo Estivil… Tras la clausura de esa planta, en 1948, por disposición oficial, partió hacia Nueva York e hizo arreglos orquestales para el director André Kostelanetz.

Entre enero y finales de junio de 1952 trabajó como director de orquesta en Unión Radio-Televisión (Canal 4), en el programa Noche tropical, musicalmente diseñado por Ernesto Lecuona para presentar sus composiciones. Cuatro años más tarde, a sugerencia de Fernando Montilla, propietario de la firma discográfica de su apellido –y con la aprobación de Lecuona– preparó las orquestaciones y dirigió los Coros y Orquesta de Cámara de Madrid en las grabaciones discográficas de las zarzuelas El cafetal, Rosa la China y María la O. Dirigió asimismo a ese colectivo musical, también para la Montilla, en la placa de larga duración Rapsodia de Cuba vol. II. Bajo la batuta de Guerrero, la vedette argentina Celia Gámez grabó un álbum de tangos y chotis, y también asumió el maestro cubano los arreglos y la dirección orquestal en sendos discos con el cantante mexicano Alejandro Algara y música de Agustín Lara.

Producciones discográficas musicalmente dirigidas asimismo por él, se llevaron a cabo en Cuba con notables cantantes extranjeros que actuaron en La Habana, entre ellos, los peruanos Yma Sumac y Carlos Ramírez, los mexicanos José Mojica y Chela Campos, la argentina Elsa Marval y los españoles Miguel Herrero y María Remolá, esta última residente varios años en la capital cubana. Dirigió la orquesta e hizo los arreglos de la Cecilia Valdés grabada por la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM), con Alina Sánchez, Adolfo Casas, Ramón Calzadilla, Lucy Provedo, Annia Linares, la Orquesta Sinfónica Nacional y varios coros dirigidos por Cuca Rivero.

Fue el primer director titular del grupo Teatro Lírico, al fundarse en 1962. Dirigió la Orquesta del Gran Teatro de La Habana, en funciones de óperas, zarzuelas y ballets. En este último aspecto debe subrayarse su colaboración musical para títulos del Ballet Nacional de Cuba: Sóngoro cosongo (1953, cor.: Cuca Martínez sobre texto de Nicolás Guillén); El río y el bosque (1973, cor.: Alberto Méndez), que integró el repertorio de los bailarines cubanos participantes en el VII Concurso de Ballet de Varna, Bulgaria, en el cual recayó el primer premio en coreografía moderna del certamen; La diva (1982, cor.: A. Méndez en homenaje a María Callas), uno de los grandes éxitos interpretativos de Alicia Alonso y cuya partitura elaboró Guerrero a partir de óperas de Vincenzo Bellini, Georges Bizet, Gaetano Donizetti, Gioacchino Rossini, Giuseppe Verdi y Richard Wagner; Luz de guardia (1986, cor.: Alberto Alonso)…

Como compositor, Guerrero creó, entre otras producciones, la obra sinfónica Homenaje al “Sóngoro cosongo”, las piezas pianísticas Diez danzas cubanas al estilo tradicional; las canciones Pequeña canción negra, Habanera simple, Tríptico campesino (L.: J. E. Guerrero), Son número 6 (L.: Nicolás Guillén), Abril (L.: Lorna de Sosa), Cinco pequeñas miniaturas (L.: Larissa Grishina)… Hizo la música para las películas cubanas Casta de roble (1953, Dir.: Manuel Alonso), La vida comienza ahora (1960, Dir.: Antonio Vázquez Gallo), Cuba’58 (1962, Dir.: Jorge Fraga), Crónica cubana (1962, Dir.: Ugo Ulive) y Tulipa (1967, Dir.: Manuel Octavio Gómez).

Aparte de la dirección de las orquestas Sinfónica Nacional y del Gran Teatro de La Habana, subió al podio para situarse al frente de los colectivos musicales de los teatros de la Ópera de Budapest, Varsovia, Praga, Bucarest y Sofía, al igual que los de las cinematografías de Moscú y Leningrado, y de la Radio y Televisión de Riga.

Félix Guerrero sería uno de los músicos criollos que más admiró a Lecuona. En 1964 realizó una nueva instrumentación de María la O con motivo de la puesta en escena de esa zarzuela por el grupo Teatro Lírico. En las notas incluidas en el programa de mano, expuso: “Dedico esta instrumentación al que fue mi gran amigo Ernesto Lecuona. He tenido en cuenta, al hacerla, conservar el estilo, exento de modernizaciones, que, tengo la seguridad, hubiera sido del gusto del Maestro. Donde el ritmo no se mixtifica, ni se pierde su sentido armónico y melódico”.

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