Expone Tomás Oliva en La Habana
8 de octubre de 2014
| |Estrella Díaz La Habana
Fotos: Alexis Rodríguez
Hasta el 29 de octubre en la Casa Museo Oswaldo Guayasamín, institución de la Oficina del Historiador (OHC), se exhibe la muestra Hay un presagio en el aire, del reconocido pintor y escultor Tomás Oliva (La Habana, 1958) quien desde hace más de veinte años no exponía en la patria.
Oliva reside entre la ciudades norteamericanas de Miami y Seattle, y afirmó en entrevista exclusiva a Habana Radio que “en lo personal es muy significativo hacer esta exposición porque Cuba tiene que ver con los orígenes de la cultura taína, que es una gran fuente de inspiración en mi trabajo”, al tiempo agradeció a la OHC “ésta “posibilidad” que calificó de “soñada”.
La muestra incluye esculturas, dibujos (lienzos de gran formato,de hasta cinco metros de largo, técnica mixta), y una instalación que rinde tributo a ese grande de las letras mundiales, del escritor judío-checo, Franz Kafka, a partir de una instalación que da título a la muestra y que incluye el siguiente texto del mencionado intelectual: “las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio”, teoría que parece ser la tesis en que Oliva asienta su propuesta.
Graduado de la academia de Artes de San Alejandro (1976) y del Instituto Estatal de Arte de Kiev (1984), Oliva reconoce que el paso por esa escuela rusa “a pesar de ser muy machacante”, le dotó de “las herramientas esenciales” para posteriormente desarrollar la obra: “al principio fue un choque porque todo es distinto; la idiosincrasia, el idioma, el clima y la culinaria, pero a la vez fue muy educativo porque era entrar en otro mundo”, dijo.
Preguntado sobre dónde está la encrucijada donde confluyen su sensibilidad con la rudeza de la escultura afirmó: “en mi vida he transitado por muchos materiales —acero, piedra, granito, mármol y bronce—, pero al único al que no me he acercado jamás ha sido al hierro. Mi padre, el escultor Tomás Oliva, alcanzó una notoriedad trabajando el hierro y él mismo me confesó que no quería que yo fuera una especie de sombra de él; y ese consejo me lo dio cuando le comenté que iba a entrar en la escuela a estudiar arte. Recuerdo que me dijo era una carrera difícil, de mucho trabajo y que para asumirla tenía que tener un deseo irrevocable y que, además, tenía en mi contra que él era un artista reconocido y no quería que me sintiera mal porque ser ‘el hijo de’. Aunque seguí sus pasos nunca trabajé con el material que él lo hacía. La obra de mi padre es extraordinaria y mi madre Iris Agüero, también es escultora y fue profesora de San Alejandro. Es complejo. Mi madre fue maestra de anatomía y el método que aún se imparte hoy fue creado por ella”.
Y sobre este mismo tema el crítico José Bedia asegura en las palabras del catálogo: “llamarse Tomás Oliva y ser hijo de dos reconocidos escultores, pudiera suponer un verdadero hándicap para cualquier artista (…) consideramos que la hazaña de Tomás Oliva Agüero ha sido evadir con maestría y talento todo lo que pudiera ser un escollo en su trayectoria para desarrollar una poética personal y, al mismo tiempo, contemporánea. De sus padres heredó el talento, sin embargo encauzó su arte sin mirar a atrás, como si hubiera tenido que partir de cero”.
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