Esperanza Iris
4 de julio de 2023
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Para alguien muy entendido —el doctor Eduardo Robreño, historiador y teatrista— Esperanza Iris “ha sido la artista extranjera que con más éxitos actuó durante largo tiempo en los escenarios cubanos”.
Que así fuera es mérito extraordinario teniendo en cuenta la época en que Esperanza se presentó en los teatros capitalinos: las primeras décadas del siglo XX, cuando en el panorama nacional se escuchaban las partituras escénicas de figuras significativas dentro del teatro musical cubano como Jorge Anckermann (La isla de las cotorras), Ernesto Lecuona (Rosa la China, María la O), Gonzalo Roig (Cecilia Valdés) y Rodrigo Prats (Amalia Batista), entre otros compositores que, amén de populares, cultivaron con destaque el sainete y la zarzuela.
La artista se inició siendo niña, en una compañía infantil dirigida por su padre; cuando alcanzó la adolescencia tenía acumulada una experiencia considerable sobre las tablas y era ya figura de primer orden en el mundillo mexicano del espectáculo.
A Cuba llegó en la primera década del siglo XX y no solo cautivó por sus dotes como tiple, también por su cabello muy negro, figura al gusto de entonces —no imperaban todavía los tiempos de las flacas— y enorme simpatía sobre la escena.
Antes de arribar, había casado en México con el tenor cómico cubano Miguel Gutiérrez y entre ambos organizaron la compañía Iris-Gutiérrez. En La Habana, dos teatros: Albisu y Payret, constituyeron sus principales escenarios. Fue en el primero de los citados donde en 1909 estrenó Esperanza la versión en español de la opereta La viuda alegre, de Franz Lehar. Además estrenó en Payret, en 1914, la opereta Eva, del propio Lehar.
Una y otra vez, año tras año, los cubanos aplaudieron a Esperanza Iris en sucesivas temporadas, cada una, al final, enmarcada por su correspondiente función de beneficio, que solía terminar con los reclamos del público: ¡No te vayas, Esperanza! ¡Te queremos! y otras súplicas que daban motivo para más de una función de despedida.
Nacida en 1888, en Villahermosa, Tabasco —su nombre verdadero era Esperanza Bonfiel— realizó giras por Estados Unidos, la América del Sur y también Europa. Fue una de las actrices mexicanas de mayor reconocimiento en el extranjero, al punto que llegó a identificársele en España como “la reina de la opereta”, en particular por su espléndida caracterización de La viuda alegre.
La actriz murió en 1962 a la edad de 74 años. Tiene en México un teatro que lleva su nombre, por lo que en el caso de Esperanza Iris no cabe aplicar el ingrato refrán de que “nadie es profeta en su tierra”.
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