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Ernest Hemingway

24 de febrero de 2021

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Mucho se ha hablado acerca de Ernest Hemingway en Cuba, y se seguirá hablando, porque el gran escritor fue amigo sincero de los cubanos y en Cuba desarrolló una parte significativa de su obra. La que resultó su última visita comenzó el 4 de noviembre de 1959.  Llegó acompañado de otro famoso, el torero español Antonio Ordóñez, quien era su amigo, algo que no debe extrañarnos al recordar la preferencia de Papa por los peligros físicos y su gusto por las corridas de toros, de las cuales varias crónicas escribió.

En el aeropuerto fueron recibidos por numerosos amigos del poblado de San Francisco de Paula, donde tenía (y tiene) su Finca Vigía. Los vecinos le obsequiaron una bandera cubana y preguntado por un periodista declaró:

“Me siento muy feliz de estar nuevamente aquí, porque me considero un cubano más. No he creído ninguna de las informaciones que se publican contra Cuba en el exterior. Simpatizo con el gobierno cubano y con todas nuestras dificultades”, poniendo énfasis en la palabra nuestras.

Por encargo de la revista Life redactó Hemingway el reportaje “El verano sangriento” y concluyó París era una fiesta. Compartió en aquella ocasión con quienes mejor lo comprendieron: los pescadores de Cojímar, los residentes de San Francisco de Paula, los habituales del restaurante Floridita.

Participó en las jornadas del Torneo de Pesca de la Aguja, en el mes de mayo. Entonces se tomó las fotos con Fidel Castro, en estrecha confraternidad entre el escritor y el joven estadista. Los días habaneros de Hemingway fueron hermosos y felices para él. Tal vez sus últimos días verdaderamente felices, porque ya se encontraba enfermo y preocupado.

Su estancia en Cuba se prolongó hasta julio de 1960, cuando partió para España, aunque de allí regresó a Estados Unidos para ingresar en la Clínica Mayo.

Conocida es la manera en que puso fin a su vida, en Ketchum, Idaho, el 2 de julio de 1961, hallándose en aquellos momentos en una profunda crisis depresiva. En agosto de aquel mismo año viajó a La Habana su viuda Mary para donar Finca Vigía, con su mobiliario, al Gobierno Revolucionario, estableciéndose en ese bello paraje el Museo Hemingway.

En 1954 se le confirió a Hemingway el Premio Nobel de Literatura. En Cuba, donde mucho se le quiso, se le confirió la Orden Nacional de Carlos Manuel de Céspedes y también la Orden de San Cristóbal de La Habana.

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