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Erich Kleiber: Voluntad y carácter (II)

14 de noviembre de 2014

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colon2bEn 1906  Kleiber “dirige” la pequeña orquesta de cámara de su plantel escolar. Aunque para esa fecha sus biógrafos han planteado que “no soñaba con ser director”. Por esa época comienza a asistir al Bugtheatert, uno de los principales teatros nacionales de Viena. Resulta probable que de esas visitas surgieran sus constantes y laudables intereses por Shakespeare, Goethe y Klist.
En 1907, parece quedar arrobado al escuchar la ejecución que Gustav Mahler hiciera de su Sexta Sinfonía, en el Grosser Musikvereindaal, a partir de ese momento, existe una sola obsesión en la mente y solitario mundo de este joven de diecisiete años: hacerse director de orquestas. Para entonces, al joven Kleiber le toca vivir momentos de la historia de la música en que el papel del director tenía mayor interés; hasta ese momento, aún se recordaban con nitidez las lapidarias palabras pronunciadas en 1869 por Richard Wagner: “…la dirección [de orquesta] ha sido ejercitada hasta el momento como una rutina y criticada por ignorantes…”. Si le damos una ojeada a esa época y a partir de las trasparencias que señalamos y nos ofrece el tiempo, podemos comprobar que el director de orquestas en el siglo XIX, era el representante de una clase social sui generis, especie de funcionarios apocados, que en algunos casos carecían de la clave indispensable para conducir una gran orquesta: energía y confianza en sí mismo.
Energía y confianza en sí mismo le sobraban a Kleiber; pero además, poseía madera de jefe, crítico, historiador, amplios conceptos de responsabilidad a la hora de imponer sus propuestas y realizaciones personales, tanto para sí como para los subordinados; todo enmarcado en un universo estético infatigable e inimaginable por nuestros contemporáneos.

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