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Enrique Díaz Quesada: 95 aniversario de la muerte del pionero del cine cubano

12 de mayo de 2018

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Transcurrieron ya noventa y cinco años desde la desaparición física en esta capital de Enrique Díaz Quesada, el 13 de mayo de 1923. Nació en La Habana el 16 de agosto de 1883 con el nombre de Enrique Roque Manuel Silverio Díaz Quesada. Desde muy joven demostró una gran inteligencia y colaboró en los talleres del publicista José García González, que desde finales del siglo XIX fabricaba los primeros anuncios lumínicos en Cuba, para incursionar más tarde en cristales y películas. Díaz Quesada se asoció con él para el «Anunciador Comercial» del que era propietario, ubicado en varias azoteas circundantes del Parque Central.

Por este tiempo se vincula en el corto publicitario El brujo desapareciendo (1898), filmado por el empresario y actor cubano José Esteban Casasús. Con toda esa experiencia acumulada, Díaz Quesada junto al empresario Francisco Rodríguez fundó en 1905 The Moving Pictures Company, para ofrecer funciones en los teatros Martí y Albisu, donde presenta, con el título Cuba al día, las noticias relevantes de sabor local. Es el más lejano antecedente de noticiarios en Cuba. El 25 de marzo de 1906 filma el cortometraje documental El parque de Palatino, patrocinado por la empresa propietaria de ese centro de atracciones. Además del dominio de la técnica, Díaz Quesada evidencia un control absoluto de la síntesis.

Al año siguiente realiza su primer corto argumental: Un duelo a orillas del Almendares. En 1910, en una verdadera fiebre por filmar, utilizó actores del teatro Albisu para llevar a la pantalla Criminal por obcecación. Otro suceso no menos notorio fue la filmación de Juan José, sobre un argumento de Joaquín Dicenta. Como siempre, Enrique Díaz Quesada asumió la dirección y la responsabilidad de la fotografía. Después de aquel rodaje y con el respaldo de Pablo Santos y Jesús Artigas como productores, Díaz Quesada acondiciona en una azotea de la Calzada de Jesús del Monte No. 356 (antiguo) el primer estudio cinematográfico de Cuba.

Poseedor de este fogueo y con el respaldo pleno del binomio Santos y Artigas, el realizador decidió lanzarse con mayor seguridad a lo que constituiría su auténtica opera prima en el cine de ficción. Un argumento basado en un libro de Federico Villoch, Manuel García o El rey de los campos de Cuba, estaba destinado a convertirse en el primer largometraje del cine silente nacional. El «Padre de la cinematografía nacional», como llamaban con frecuencia a Díaz Quesada en la prensa, también dirigió y fotografió La hija del policía o En poder de los ñáñigos (1917). Por su tema puede conceptuarse como el primer intento de acercamiento del cine nacional al folklore afrocubano. El productor Pablo Santos escribió los argumentos de El tabaquero de Cuba o El capital y el trabajo y La careta social, realizadas ese mismo año. En otra demostración de frenético ritmo productivo, entre 1918 y 1919 filmaron La Zafra o Sangre y Azúcar, sin escatimar gastos.

Al prolífico dramaturgo Federico Villoch se le confió la escritura de una trágica trama. En los créditos, como fotógrafo y director, además de encargarse generalmente del revelado e impresión, figura como siempre el más prolífico de los cineastas cubanos de la época: Enrique Díaz Quesada. El público reclamaba una continuación de La hija del policía y los astutos productores forzaron al cineasta a satisfacer tales expectativas con La brujería en acción (1919). Con este filme Santos y Artigas se retiraron del negocio de producción de cine cubano para consagrarse aún más a su afamado circo. La ruptura del consorcio no detuvo a Díaz Quesada en su afán de llevar adelante el cine nacional. El genio del mal (1918-1919), primera y única serie en diez episodios realizada en la Isla, fue el intento de emular los seriales franceses y norteamericanos que se habían impuesto en el gusto popular por esos años.

El incansable realizador, devenido también editor, sumó como productor al distribuidor Tomás Portolés en la superproducción ¡Alto al fuego! (1921), en la que Díaz Quesada confió la fotografía a su hermano Juan, como también para Arroyito, que tomaba su título del alias con que adquiriera proporciones míticas el personaje protagónico. En este filme Díaz Quesada se reservó la producción junto a Enrique Perdices. El filme reproducía las folletinescas hazañas de un legendario bandolero al margen de la ley: secuestro, fuga, persecuciones y el ineludible idilio amoroso no faltaron en este «cinedrama de aventuras espectaculares». Estrenado con no poco éxito el 24 de abril de 1922 en el teatro Capitolio, Arroyito sería el último título de Enrique Díaz Quesada.

 

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!El parque de Palatino”, el único dirigido por este pionero que fuera Enrique Díaz Quesada que milagrosamente sobrevivió a la voracidad de las llamas

 

Tenía casi listo el guion de la que hubiera sido la película cumbre de su carrera, El Titán de Bronce, inspirado en momentos de la biografía de Antonio Maceo, nuevamente con el apoyo de Santos y Artigas, cuando con apenas cuarenta años, fallece víctima de una neumonía doble provocada por una fuerte gripe contraída como secuela de un torrencial aguacero durante una filmación que decidió no interrumpir. Al recorrer la prolífica vida artística de este creador incansable, nos percatamos del merecido reconocimiento que representa ser calificado en vida como «Padre de la cinematografía cubana».

Diecisiete de los cuarenta títulos de ficción rodados en el período 1907-1922, fueron realizados, y coproducidos en su mayoría, por Enrique Díaz Quesada. Con su desaparición física el cine cubano recibió un golpe del que era difícil recuperarse. Santos y Artigas abandonaron definitivamente la producción cinematográfica. Poco tiempo después un incendio destruyó los negativos originales de toda su producción. Para valorarla debe acudirse a los comentarios impresionistas de los cronistas de la época o dar rienda suelta a la imaginación al apreciar los sesenta segundos que sobrevivieron del metraje original del corto El parque de Palatino, el único dirigido por este pionero que fuera Enrique Díaz Quesada que milagrosamente sobrevivió a la voracidad de las llamas y que revela la incuestionable intuición cinematográfica de este pionero por antonomasia del cine cubano.

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