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En homenaje a Ernesto Lecuona (IV)

9 de noviembre de 2013

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Jaime Yankelevich recibe a Ernesto Lecuona en Radio Belgrano

Este 29 de noviembre se cumplirá medio siglo del fallecimiento en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, España, del mundialmente célebre compositor y pianista cubano Ernesto Lecuona Casado (Guanabacoa, La Habana, 6 de agosto de 1895).
Por tal motivo, incluiremos en De Ayer y de Siempre, hasta la semana siguiente a la citada fecha, un muestrario de epístolas redactadas por el maestro –o dirigidas a él–, las cuales figuran en nuestro libro “Ernesto Lecuona: cartas”, publicado a principios del 2013 por la firma Ediciones Boloña, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

 

Luego de partir de La Habana el 30 de marzo de 1940 y hacer escalas en Panamá, Perú y Chile, a mediados de abril Ernesto Lecuona arribó de nuevo a Buenos Aires, contratado por Jaime Yankelevich, propietario y director general de Radio Belgrano (LR3).
Lo acompañaron en este viaje Zoraida Marrero, Ernestina Lecuona y Rafael Pradas, quienes estuvieron a su lado en las aludidas transmisiones radiofónicas. Cuando, transcurridos tres meses, el tenor y la pianista y compositora determinaron volver a La Habana, Lecuona y la Marrero se mantuvieron un tiempo más en la LR3, a partir de septiembre.
Durante varios meses de ausencia de Cuba, Ernesto Lecuona cursó varias misivas a su amigo Augusto Ferrer de Couto, quien publicó algunas en diferentes ediciones de ¡Alerta! La que insertamos a seguidas apareció en las páginas de tal rotativo el 20 de septiembre de 1940:

Querido Ferrer:
Ahí te va otro artículo, más sabroso aún que los otros, sobre la campañita iniciada por la directiva de la Asociación de Artistas de Radio, sobre la “ invasión de ciertos elementos artísticos” que durante todo el año se pasan rondando la plaza en busca de sendos sueldos, los que ni aproximadamente pueden cobrar en su país.
La campaña ha tomado mayores proporciones aún, pues ya otros periódicos se ocupan de ello. Desde luego, como verás en el artículo, hay sus excepciones honrosas, como en todo, pero me parece que de aquí en adelante, las cosas van a cambiar definitivamente acerca de esas “ embajadas” que “ se despiden” y “ vuelven” constantemente.
Algo así tendrá que suceder en La Habana, “ tierra de todos”, donde un artista mediocre gana un sueldo no menor de 350 dólares semanales en una radio, mientras que al nativo, al buen artista, se le discuten 35 pesos cubanos a la semana…
Los artistas cubanos de radio tienen que unirse ante tamaña vejación… Ese ha sido mi lema, y ellos lo saben… Sin Rita Montaner, única en todos los tiempos de la música cubana; Hortensia Coalla, la voz incomparable, no igualada hasta ahora; Georgina Du Bouchet, María Ciérvide, Tomasita Núñez, Carmen Burguette, Esther Borja, Zoraida Marrero, Mercedes Menéndez, René Cabel, Rafael Pradas, Aurora Lincheta, Maruja González, Andrés Vascós, Panchito Naya, [Carlos] de la Uz, María Fantoli, Sara Bravo, etc., nada se podría hacer en la radio en Cuba. Todo lo demás, interesa bien poco, pues el artista que no es del patio —como pasa aquí, por ejemplo— solamente puede ceñirse a una corta temporada, bien corta, para dejar al oyente con la miel en los labios, y con el deseo de que vuelva otra vez… Pero la insistencia sobre ciertos artistas, a quienes se presenta en una misma audición tres o cuatro temporadas al año, es perjudicial en lo absoluto. Perjudicial, porque no pueden rendir una novedad constante, pues todos ellos, mediocres en el fondo, se “ repiten como la cebolla”, y dan la lata al oyente; perjudicial, porque mientras está en presupuesto el sueldo subido que ellos ganan a la semana, se sacrifica la actuación de cuantos artistas cubanos pueden representar ese sueldo; y perjudicial, al fin, porque todo lo que tienda a desplazar o anular al nativo, es grave perjuicio imperdonable… Los artistas cubanos —ellos lo saben— deben unirse y tomar serias decisiones acerca de los sueldos que perciben por sus conciertos en la radio…
Cuántas veces me han oído decir esto mismo todos ellos… Sin ellos nada puede hacerse. Los hechos han demostrado —y me han dado la razón— que solo ellos son los que mantienen con prestigio el desenvolvimiento de nuestra música y de nuestros actos artísticos, en la radio y en el teatro… Todo lo demás que se ha hecho hasta ahora, además de embrutecer el ambiente, prostituyéndolo, de manera alarmante, ha sido un serio descrédito para Cuba y fuera de ella…
Los cantantes buenos, los buenos cantantes, deben unirse y señalar sus rutas en el futuro. Que me tendrán siempre con ellos, como una vez me tuvieron, y dimos la “ sonada” más estupenda que se ha dado en la radio cubana. A pesar de todas las dificultades que se me pusieron delante… Los cantantes buenos de Cuba, tomen nota de sus colegas argentinos, y dispónganse a unirse en un solo bloque, con vergüenza y dignidad artística. La radio en Cuba no es ya aquel negocito de cuatro paredes y un micrófono que yo conocí cuando llevé a la CMQ, en El Vedado, mis zarzuelas cubanas por primera vez en radio.  Ya es un negocio, del cual todos se benefician, y todos hacen alardes de “ mal gusto” de las ventajas que le sacan… Todos, menos los artistas de Cuba, que, algunos —yo los conozco—, si no se conforman a tomar 3 pesos por una transmisión, tienen que quedarse en su casa faltándoles lo más necesario para vivir. Esta es la verdad. Y con esto hay que acabar. He tenido siempre por norma que cuando no he podido recoger gloria, he ido en busca de dinero (aunque para mí, los que me conocen lo saben, el dinero no vale gran cosa), pero sin las dos cosas es preferible morirse de hambre… Para llegar a esto, es necesario que la gran audiencia de Cuba, los oyentes en general, los que admiran de veras y se afanan por captar las transmisiones buenas, las que contienen en sus programas verdaderas estrellas del teatro o de la música, hagan sentir sin rodeos sus apreciaciones y sus juicios. Para esto, es bien sencillo: un papel, un sobre y un sello, a un periódico, a una revista, a quien interese… ¿No hay revistas de radio? ¿No hay páginas de radio en algunos periódicos diarios? Pues a ellas… sin reservas ni prejuicios.
Escribir lo bueno y lo malo. Como se hace aquí. Elogiar todo lo que esté en el aire y sea digno de elogio; combatir duramente todo lo que sea perjudicial y vergonzoso. Que las cartas que se escriban no sean solamente para pedir fotos y autógrafos. Es más responsable la labor del oyente: encauzar el verdadero progreso de la radio. Los oyentes de Cuba deben hacerse sentir de una manera más patriótica y más eficaz en todo lo que les guste o les disguste… Si un periódico no quiere publicar esas “ cruzadas llenas de amor a Cuba”, habrá otros que lo hagan… El caso es hacerlo. Y así, el propietario y el anunciante sabrán a qué atenerse sobre lo que están lanzando al aire… No es decente ponerse a comentar en la casa, ni a combatir en privado esta o aquella audición que desdice de la cultura del pueblo cubano; con ello no sacamos nada. Los hechos lo están demostrando, pues las cosas siguen parecidas. Es necesario comentar y combatir por escrito, debidamente firmado, a la luz del día, para que todos se enteren… y así, en esta forma, será el mejor “ tafetán” para la herida.
No hay, para la radio, para el teatro, para todo lo que sea público, mejor crítico ni mejor juez, que el oyente o el espectador. En el teatro, cuando una obra es mala, además de protestarla el público, este no vuelve al teatro mientras se esté representando esa obra. En la radio en Cuba (aquí no pasa) no se hace esto. Si las audiciones son malas, llenas de cursilerías, más llenas aún de artistas malísimos, y hasta de locutores que dicen barcon, o algo por el estilo, cuando anuncian, nadie dice nada; las audiciones siguen, año tras año; el anunciador sigue patrocinando y el ambiente, en perjuicio nuestro, dentro y fuera del país, desacreditándose.
El público oyente (no se juzgue una transmisión por el que asiste al auditorio), ese oyente que está frente a su aparato de radio con la mayor buena fe, a este me refiero, es el que tiene que sentar plaza de crítico. Eso sí, sin apasionamientos ridículos, sino poniéndose las cosas en su justo lugar. Así tendremos todos una verdadera orientación. El anunciante, como el propietario de una radio, algunas veces, la mayoría de ellas, está equivocado… Yo que soy un observador profesional, he podido comprobar que es así…
No trato con estas cosas de sentar plaza de Colón, sino de llevar o tratar de poner el asunto en su justo medio, pues la experiencia me lo ha enseñado así.
Una vez, hace años, aconsejé a un buen amigo mío, buen conocedor de radio y hombre de prestigio en el oficio, que el negocio de radio en Cuba sería bueno cuando se tomasen a los artistas y a los autores en forma exclusiva…  Se rio de mi enorme fantasía… Por no decirme locura… Hoy lo estamos viendo. Eso sí, que esas exclusividades no se realizan (con raras excepciones) nada más que con los artistas extranjeros…
Hay pocas exclusividades cubanas… Pero las hay de vez en cuando. Y es lógico. A un comerciante que patrocina una audición de comedias de Marcelo Agudo, no podría interesarle que este, con su conjunto, se saliera con otra comedia y en otra radio… Pongo el caso de Marcelo porque él representa un verdadero prestigio en nuestra radiofonía. Lo mismo podría acontecer con orquestas, cantantes y otros artistas de distintos géneros. El formidable elenco de Radio Belgrano, la mayoría de artistas nacionales, no sale a otra radio a actuar… Rosario García Orellana adquirió nombre y prestigio, porque para oírla había que sintonizar la Radio Salas… La orquesta Ignacio Cervantes, del maestro Roig, y la soprano Zoila Gálvez, tuvieron uno de los éxitos más significativos en nuestra radio, porque para oírlas, había que sintonizar la Cuban Telephone…
Y así sucesivamente… Kresto o Toddy emplean la misma “ receta”. Los artistas cubanos, cuando los ha contratado, lo ha hecho en forma exclusiva.
Esto el anunciante de Cuba no quiere verlo; bien es verdad que lo cierto, lo realmente cierto es que no lo quiere pagar así…Y no se da cuenta, en la mayoría de los casos, de que los artistas que le ponen a una sastrería, por ejemplo en la Radio H, aparecen en otra radio, la X, anunciando otra sastrería distinta. Esto no lo ven.
La Llave y Candado… ¡Dos cosas bien populares en Cuba!… ¡Dos programas distintos! Y los artistas no salen de “ un jabón para irse al otro”… Así tiene que ser. A todo esto tenemos que llegar, piano, piano se va lontano… Una: los artistas buenos de Cuba tienen que unirse en un solo bloque digno del nombre que llevan y de sus méritos ampliamente reconocidos en todos los sectores. Otra: el oyente de Cuba debe intervenir con sereno juicio, sin apasionamientos, ni “ venganzas personales”, en todo lo que se refiera a las audiciones que escucha para su deleite o distracción, o para su refinamiento artístico. Y última: los buenos comerciantes de Cuba, los que saben gastarse la plata (que los hay) en sus audiciones deben confeccionar programas con verdaderos artistas (que los hay en profusión), a quienes deben ensalzar en su reclame y alentar con buenos contratos que los estimulen y, sobre todo, que no los humillen al confrontar sus sueldos con los que les dan a los mediocres allende el mar.
Si el comerciante americano, inglés, español o cubano, o chino, o lo que sea, hace su dinero en Cuba, nada más justo que de sus utilidades, o de sus presupuestos por concepto de anuncios, separe una buena parte, la mejor (por ser patriótico y humano) para los nativos… Esto es hacer patria… Lo contrario sería una imperdonable ingratitud…
Basta por hoy.
Con un abrazo para ti

Ernesto Lecuona

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