ribbon

En homenaje a Ernesto Lecuona (II)

25 de octubre de 2013

|

El 29 de noviembre próximo se cumple medio siglo del fallecimiento en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, España, del mundialmente célebre compositor y pianista cubano Ernesto Lecuona Casado  (Guanabacoa, La Habana, 1895).
Por tal motivo, desde esta sección y hasta la citada fecha, a partir de hoy incluiremos en De Ayer y de Siempre un muestrario de epístolas redactadas por el maestro –o dirigidas a él–, las cuales figuran en nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, publicado a principios de este año por la firma Ediciones Boloña, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

Ernesto Lecuona viajó en 1928 a Francia, una de las máximas aspiraciones para un artista de cualquier latitud y época, por asociarse su capital a todas las alternativas intelectuales.
Del 7 de junio de ese año data la carta enviada por él desde París a Gonzalo Roig, en la cual le comentó la recepción que cinco días antes le ofrecieran en la Maison Gaveau su coterráneo Joaquín Nin Castellanos y María Luisa Rodríguez, esposa de este pianista, compositor, musicólogo y pedagogo, que fuera profesor de Lecuona en La Habana durante 1910.
Si bien con posterioridad le concedería poco valor a la creación lecuoniana, Alejo Carpentier —a la sazón redactor de la Gaceta Musical de París— pronunció unas elogiosas palabras en francés dedicadas al homenajeado que, en una sala repleta de público, interpretó al piano seguidamente un grupo de sus danzas y acompañó canciones de su autoría a la liederista cubana Lydia de Rivera.
Aparte de referirse a aspectos de sus actuaciones primarias en París, el maestro subrayó en ciertos párrafos los méritos en la música española de Nin Castellanos, a quien dedicó una danza afrocubana creada por él en la Ciudad Luz: Danza de los ñáñigos,  estrenada en el acto de la Gaveau, según consta en un ejemplar del programa de mano que Lecuona adjuntó —con interesantes acotaciones— a la misiva dirigida a Roig.
No habían tenido lugar aún sus dos conciertos en la Sala Chopin de la Casa Pleyel, fiestas que en su honor organizaron otras personalidades cubanas y francesas, ni sus respectivos encuentros con el virtuoso pianista Robert Lortat y con George Gershwin —entonces de visita en París—, cuya Rhapsody in Blue Lecuona tocaría a primera vista ante el propio compositor norteamericano.
Tampoco habían acontecido las inolvidables dos semanas que pasó al lado de Joaquín Nin en la casa veraniega de este en la pintoresca villa vasco-francesa San Juan de Luz, donde también poseía un inmueble Maurice Ravel, quien aún trabajaba en la partitura de su célebre Bolero. El más grande compositor francés vivo tras la muerte de Claude Debussy escuchó varias danzas de Ernesto Lecuona ejecutadas en el piano de Nin por el joven músico criollo, y le hizo elogios que siempre lo enorgullecieron.
Aquel viaje a Francia determinó que Ernesto Lecuona aquilatara mucho más la trascendencia de su obra musical e influyó en proyectos de su trayectoria profesional. «En París, mi éxito fue definitivo», recordaría en determinada oportunidad.

Mi querido Gonzalo:
No he podido mandarte la Suite de Ravel, porque todavía no está editada; así es que, tan pronto haya, te la envío.
Te envío los programas esos, para que veas que ya estoy en el brete. El concierto del pasado día 2, fue un éxito. Asistieron muchísimos críticos y artistas. Entre estos estaban: Gretchaninow (el compositor maravilloso), quien me elogió muchísimo, así como María Barrientos; el compositor Ponce; la violinista Jean Gauthier; el pianista José Iturbi; el compositor Bemberg; la cantante Madeleine Grey; la pianista Amparo Iturbi; el maravilloso cuarteto de laúdes Aguilar, otros más, y la mar de personas del mundo social parisién. Joaquín Nin, organizador de este homenaje, se portó muy bien, y siempre le estaré doblemente agradecido. Él pasará por La Habana en marzo próximo y ya está al cabo de la calle de cuantas cosas han ocurrido entre las orquestas. Para esa breve visita de Nin a La Habana, tenéis que ir pensando un gran homenaje, y así, desagraviarlo de todo lo que hicieron cuando estuvo aquella famosa vez.
Nin, con Falla y con Turina, son los tres ases en Europa de la música española.
Me he enterado por la prensa habanera, de que estás dando conciertos con la Banda: ¡Qué me alegro!… Magnífico, chico, ¡pa’ que sude quien tiene que sudar!…
Pon tu granito de arena, y haz que otros también lo pongan, para que Pro Arte contrate a Nin en marzo cuando pase para New York.
¿Te vas a ocupar de esto? Sería un crimen de lesa patria, que nadie se ocupara de este hombre cuando vuelva a La Habana. Es un valor nuestro, muy nuestro, y es lógico que le rindamos homenaje, aunque sea una vez en la vida.
Ocúpate, viejo; forma una comisión, o comité; proyecten conciertos, almuerzos, paseos (él va con su señora, que es finísima y excelente señora), etc.; con tiempo para que no ocurra lo de siempre…
Procura hacerlo tú solo… No busques la ayuda del diablo… ¡Tú y solo tú! ¿Me comprendes? Si yo estuviera en esa te ayudaría con el alma, pero no lo sé todavía. Depende…

Muchos saludos por tus casas. Recuerdos cariñosos a Noemí.
Que sigas triunfando para que sigan las enfermedades biliosas…
Ocúpate, y no me llames latoso, de lo que anteriormente te digo.
¿Hasta pronto? ¡No lo sé!
Muchos abrazos y besos para ti de tu amigo que mucho te quiere y te admira

Ernesto Lecuona

Galería de Imágenes

Comentarios