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En defensa del patrimonio musical

17 de mayo de 2013

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Con bastante frecuencia se habla del patrimonio nacional cubano, y personas tan inteligentes como el doctor Eusebio Leal Spengler, día a día lo defienden a través de iniciativas tan brillantes como el rescate y restauración de obras emblemáticas que forman parte esencial de la historia de ciudades fundadas en tiempos de conquista. Y si desde el punto de vista arquitectónico existe un defensor de lo que constituye parte fundamental de nuestra identidad, ¿quién defiende nuestro patrimonio musical?
En 1999, la doctora en Musicología, Clara Díaz -infelizmente desaparecida en plena madurez profesional- publicó en la revista “Clave” un artículo titulado: Patrimonio musical de la nación: tocando fondo, donde comienza diciendo: “En tiempos como los que corren, cuando los aires de postmodernismo y el espíritu de globalización amenazan con desdibujar identidades y culturas que afianzan el criterio de nacionalidad, el concepto de patrimonio cultural asume dimensiones mucho más perentorias en el contexto de la realidad latinoamericana.”
La doctora Díaz no rechaza la necesidad de aceptar las demandas de un público que tiene “gustos de consumo” propiciados por los medios de difusión masiva pero, al mismo tiempo, hace un llamado para que éstos “acudan a la selección de una propuesta musical consecuente y resuelta según los lineamientos establecidos por la dirección cultural del país.”
Han pasado catorce años desde la publicación del mencionado artículo que aún mantiene su vigencia, pues existen motivos para preocuparnos por la indiferencia de músicos a quienes sólo les interesa “lo que está de moda en el mundo”, atentando así contra su propia identidad. Y no estamos en contra de compositores e intérpretes que incorporan a su quehacer musical géneros foráneos, pero éstos deben tener, ante todo, un alto nivel de calidad. No hay derecho a ofender el oído con textos indecorosos o anti-músicas; ni tampoco a promocionar intérpretes que dejan mucho que desear, porque eso nada tiene que ver con nuestra identidad.
Mientras muchos compositores actuales cuidan, en primer lugar, la calidad artística de sus obras, otros priorizan el éxito comercial, utilizando recursos que garanticen su permanencia en el mercado, y cayendo en el facilismo, la rutina, y hasta en la imitación de patrones que nada tienen que ver con su propia identidad. En cuanto a los intérpretes (sobre todo los cantantes) ocurre algo similar, pues aún poseyendo talento para explotar, prefieren imitar a quienes consideran “lo máximo”, sin darse cuenta que las modas pasan.
Sin embargo, existen compositores que –en defensa del patrimonio nacional- se han dado a la tarea de rescatar nuestra identidad musical a través de creaciones genuinamente cubanas. También contamos con intérpretes que se suman a esta tendencia, incorporando en sus repertorios obras y géneros casi extintos.
La existencia del Premio CUBADISCO, ha contribuido a la promoción de los mejores representantes de nuestra música, pero no es suficiente, pues –como dijo la doctora Clara Díaz “En la medida que bajo la misma intención de reafirmación de nuestra identidad nacional interactúen  en forma coordinada, coherente y sistémica todos aquellos elementos que se involucran en la acción cultural de la música cubana, mayores serán los resultados que se reviertan a favor de la preservación y el desarrollo del patrimonio musical de la nación”.

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