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El veterinario como investigador

6 de enero de 2017

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La capacidad de observación y análisis de un detective ha de estar implícita en el profesional veterinario. De ahí la importancia de escribir lo que observa.

La prueba escrita es la mejor manera de asegurar una posterior discusión de un tema en cualquier época y una garantía para la historia. Hoy podemos llenarnos de euforia al leer unas páginas frágiles de un artículo publicado por un oftalmólogo camagüeyano en el verano 1881. No era veterinario, pero él defendía su tesis sobre la influencia del mosquito Aedes aegypti en la transmisión de la Fiebre Amarilla. Su voluntad investigadora lo llevó a descubrir dos importantes cuestiones que aún no conocía nadie en el planeta: los insectos como vectores de enfermedades y una nueva ciencia: la Epidemiología; madre de nuestra Epizootiología.

Todos los cubanos saben quién era aquel joven inquisitivo: Carlos Juan Finlay

Escribir y discutir experiencias ayuda no solo a los profesionales del presente, sino al desarrollo futuro de la veterinaria. Cada médico y técnico está preparado desde pregrado, para ser un investigador. Por eso es triste momento cuando un colega manifiesta que él no investiga porque “no sabe”.

Cada veterinario es investigador. El albéitar realiza investigaciones constantes tanto en consulta como en el campo. Cuando trabajamos en consulta con el animal enfermo, utilizando todas las herramientas médicas y realizando análisis complementarios ya de facto se está siendo analítico. Cuando trabajamos en el campo, en una vaquería o a domicilio, se manifiesta aún mejor nuestra labor investigativa, pues se pueden buscar causas en el entorno que provoquen la noxa. Eso nos hace investigadores.

Quien no realice una correcta anamnesis, no sea inquisitivo, analítico, no tenga capacidad de resumen, de observación profunda, que no investigue cada caso de forma holística e individualmente, verá fallos constantes en su diagnóstico y ello demeritará su prestigio personal, el de nuestra profesión y lo peor: dañará innecesariamente la salud de un animal. Desde luego la carrera científica es mucho más compleja y la dinámica de trabajo de nuestros veterinarios no nos permite, salvo honrosas excepciones, convertirnos en científicos. Sin embargo tenemos la deuda con nuestros maestros y colegas de ser investigadores. Estamos casi obligados a serlo por la salud de nuestro trabajo y la voluntad de ir hacia adelante, de escribir nuestros criterios y defenderlos

No debiera sentirse bien un veterinario que no realice anualmente, al menos, una investigación rigurosa. La escriba, la discuta en pleno y trate de publicarla. Un análisis pormenorizado que exprese su punto de vista sobre un tema y que permita al resto de la comunidad veterinaria discutir sobre el tópico. Aprender y enseñar, ese debiera ser el fin en este aspecto de nuestra profesión.

Rosa Elena Simeon

Rosa Elena Simeón

A menudo no se tiene habilidad para escribir. Ayuda mucho la lectura científica y también se adquiere experiencia sobre la base del error: escribiendo. Muchos clásicos de la historia se unieron para escribir. Federico Engels en ocasiones comentaba, modestamente, que el solo era un escribano de Marx, pues este último era el genio y siempre prefería dictar que escribir. Con ello daba luz también a una máxima martiana: Honrar honra. La mayoría de las veces es necesario trabajar en colectivo de autores para consolidar más temas. Marek era un científico, pero también un  genio de la redacción científica, por lo que se unió a Hutyra y a Mocsy para crear dos libros abanderados de la literatura veterinaria: el Hutyra-Marek y el Marek-Mocsy.
Se ha demostrado a través de la historia que la literatura científica de artículos ha sido la base de los libros clásicos de veterinaria y que están vinculadas a la labor colectiva para el desarrollo de un determinado tópico. El auge de las ciencias veterinarias en Cuba en los años ´60 y ´70 del siglo XX, con la presencia de maestros europeos de voluntad recia como Lubos Holy, André Voisin, Vaclack Kouba y con el entusiasmo de nuestros jóvenes profesionales de entonces, hicieron la época de oro de la veterinaria revolucionaria. Aquellos jóvenes son nuestros maestros hoy. Las épocas cambian, pero el empuje del progreso tiene que ser constante. Donde existan veterinarios tiene que existir la voluntad investigadora. No hay desarrollo global si cada veterinario se sienta a esperar a que alguien investigue sobre un tema y se lo presente en bandeja de plata. No existirá confrontación científica; no se crearan bases de datos y bibliografía sólidas; se presentaran débiles trabajos; sobrevendrá la desidia y el estanco del desarrollo profesional. Nuestra Rosa Elena Simeón, nos dejó un ejemplar legado forjándose primero como veterinaria y su la voluntad de investigar, escribir, exponer y defender sus investigaciones.

Sigamos ese ejemplo.

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