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El Vedado

22 de diciembre de 2021

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Deslinde de las fincas de Frías, Rebollo y Gallar, 1859. Y Plano de La Habana, Noveno Distrito, Quinto Barrio Vedado, 1888. Tomado del libro de las Regulaciones...

Deslinde de las fincas de Frías, Rebollo y Gallar, 1859. Y Plano de La Habana, Noveno Distrito, Quinto Barrio Vedado, 1888. Tomado del libro de las Regulaciones…

 

Nacido al este del río conocido por La Chorrera, El Vedado fue en sus orígenes una región despoblada en la cual, desde el siglo XVI, se prohibía transitar y asentarse. Su importancia militar para las autoridades hizo que el Monte Vedado permaneciera por mucho tiempo impenetrable y cubierto de bosques. Luego de ser anulada la mencionada prohibición se mantuvo como un sitio en el que solo se divisaban algunos trapiches e ingenios azucareros esparcidos por la zona, pues al carecer de terrenos fértiles, no prosperaba en él la agricultura. Era un territorio en el que predominaban las labores en la pesca y en las canteras, más bien, un sitio de extracción de materiales de construcción, sobre todo el área más cercana a extramuros, donde también se ubicaron hornos para la elaboración de cal.

Lo que hoy se conoce como El Vedado fue el resultado, principalmente, de la urbanización de dos repartos: El Carmelo y El Vedado, a la que se sumó una sucesiva parcelación de fincas de diferentes propietarios.

La mayor parte del llamado Monte Vedado había sido comprada, en 1813, por Antonio Frías, conde de Pozos Dulces, quien adquirió la hacienda Balzain primero, y luego otras porciones con las que fue ampliando su propiedad. Procedente de la isla de Hierro en las Canarias, llegó esta familia a La Habana a finales del siglo XVIII. Don Antonio adquirió el título al contraer matrimonio con doña Bernarda Jacott y Martínez, condesa de Pozos Dulces.

 

02Conde de Pozos Dulces

Conde de Pozos Dulces

 

El Carmelo fue la génesis de la urbanización del territorio que hoy es conocido como El Vedado, aprobado por el Ayuntamiento de La Habana en 1858 a solicitud de José Domingo Trigo y Juan Espino. Un año más tarde de haberse aprobado el mismo, Francisco Frías y Jacott, conde de Pozos Dulces, y sus hermanos, obtuvieron la autorización para la parcelación de su finca El Vedado. Ambos repartos fueron diseñados por el ingeniero Luis Iboleón Bosquet.

El conde de Pozos Dulces adquirió su título por Real Carta de Sucesión de 1848. Fue Regidor y Alcalde Ordinario de La Habana. Distinguido como Agrónomo, Economista y Periodista. Miembro de la Academia de Ciencias Médicas y de la Económica de Amigos del País. Escribió obras de importancia durante su destierro, el cual pasó entre Madrid y Paris, donde murió en 1877. Para rendirle homenaje, en el parque delimitado por las calles Línea, 13, K y L, en El Vedado, se erigió una estatua en 1928, la cual se le atribuye al escultor italiano Domenico Boni.

 

Calle 17, 1920

Calle 17, 1920

 

En el libro Regulaciones Urbanísticas. El Vedado (2006) la arquitecta María Victoria Zardoya expresa: “El proyecto de El Carmelo resulta de mucho interés por la modernidad que portó y los sustanciales cambios que introdujo en relación con la ciudad que existía hasta el momento. Usando una pragmática sencillez, las calles se identificaron con números, impares las paralelas al mar y pares las perpendiculares a éste. Las manzanas fueron subdivididas en suástica, con 12 lotes regulares rectangulares, siendo los de las esquinas de mayores dimensiones. Pero probablemente lo más significativo fue la reglamentación de la obligatoriedad del portal de 4 metros, del jardín de 5 metros y del arbolado público en las aceras. Quedó entonces definida, desde su concepción inicial, la sección de calle que identifica a El Vedado aún en el presente: a una vía de 8 metros, con aceras de 4 metros subdivididas en un área de circulación y un parterre. De esta forma, sumándole los 5 metros del jardín y 4 metros de portal a cada lado, queda una sección libre entre las fachadas de las edificaciones de 36 metros. En las vías de primer orden, Línea, Paseo y G, la sección libre fue mucho de mayor Estas exigencias condujeron a una inédita relación entre la edificación y la calle y a un protagonismo del verde dentro de la ciudad, nunca antes visto. Así, estableciendo previamente en el proyecto un trazado y una ordenanza estrictos, se materializó en Cuba un nuevo y moderno modo de hacer ciudad”.

 

Calle Línea, 1920

Calle Línea, 1920

 

En el caso de El Vedado, las calles perpendiculares al mar se nombraron con letras en dirección hacia el este. El límite sur de El Carmelo lo constituyó aproximadamente la calle 21, mientras El Vedado tuvo una demarcación más irregular, definida por una poligonal que entre las calles A y C comprendía un pequeño tramo de la calle 23, que por entonces no destacaba en paridad con las demás, jerarquía que alcanzaría décadas después. Y aunque hubo sus ajustes y excepciones, predominaron las manzanas cuadradas de 100 m por 100 m, ordenadas en una retícula perfecta.

Posteriormente, se unificarían las parcelaciones del conde de Pozos Dulces, El Carmelo y el reparto Medina denominándose con el nombre genérico de El Vedado. Como bien afirma Zardoya en la obra citada “…indiscutiblemente la parcelación de El Carmelo y su prolongación de El Vedado es el resultado de una intención de planificación gestada con las ideas de la Ilustración y los propósitos higienistas nacidos en Europa frente a la caótica situación de las ciudades industriales. Se puede hablar aquí de la llamada ciudad del ingeniero, una ciudad planificada antes de ser construida”.

El desarrollo del ferrocarril urbano, el tranvía y posteriormente el automóvil, facilitaron la comunicación entre El Vedado y el resto de la ciudad, que ya desde finales del siglo XIX y principios del XX comenzó a mirar la zona como el barrio residencial por excelencia. Acogió a una aristocracia en ascenso, pero también compartieron el espacio vecino de todos los estratos sociales, pues El Vedado se convirtió en el barrio preferido de los habaneros. Y aunque en 1861 fueron promulgadas las “Ordenanzas de Construcción para la ciudad de La Habana y pueblos de su término municipal”, con una vigencia total casi hasta el presente, esta barriada habanera no escapó al completamiento de su urbanización y la construcción de edificaciones modernas.

Desde la década de 1930 los edificios de apartamentos fueron ocupando la escena con gran aceptación, en tanto el interés por poder levantar edificios altos se hizo aún mayor a partir de la promulgación de la Ley-Decreto de la Propiedad Horizontal en septiembre de 1952, la cual estableció la posibilidad de considerar como un apartamento a una porción o a un piso con salida independiente a la vía pública, considerándolo como una propiedad separada del edificio al cual perteneciese. Esto le permitía trasmitirse o gravarse y ser objeto de toda clase de actos jurídicos individualmente. Sin dudas, ello trajo un crecimiento desmedido en la altura de las edificaciones en aras de multiplicar las ganancias del terreno.

 

Calle 23, hotel Nacional, Infanta, 1946

Calle 23, hotel Nacional, Infanta, 1946

 

A finales de la década de 1950 se completó el tramo de 23 conocido como La Rampa, convirtiéndose en el foco administrativo, cultural y recreativo de moda gracias a todos los establecimientos que nacieron para otorgarle al barrio una marcada centralidad dentro de la capital: oficinas de empresas importantes, cines, teatros, estudios de radio y televisión, clubes nocturnos, restaurantes y hoteles que ya, desde décadas anteriores, eran emblemas de la región, como mismo lo fue en su momento la Universidad de La Habana.

Su coherencia y homogeneidad destacan aún hoy como el barrio moderno y adelantado que fue, imponiéndose sobre los cánones de la ciudad tradicional. Pero histórico y demandado como es, no está exento de peligros.

 

Calle 23 de I hacia 12, 1954

Calle 23 de I hacia 12, 1954

 

En 1999 El Vedado fue declarado Zona de Protección y sus principales vías, Paseo, G, Línea, 23 y Malecón, quedaron diferenciadas con la categoría de áreas de alto valor.

Las Regulaciones Urbanísticas para El Vedado fueron publicadas en 2006 pasados tres años de arduo trabajo, donde intervino un equipo multidisciplinario. El libro homónimo constituye, además de un cuerpo regulatorio, un llamado a la salvaguarda de la imagen del barrio y de la ciudad.

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