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El tres y su impronta en el espectro musical santiaguero (I)

5 de septiembre de 2019

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Considerar en el amplio y rico espectro musical de Cuba las figuras ya casi e injustificadamente olvidadas, de una amplia selección de treseros santiagueros, personifica en todo lo que vale, la vida de artistas formados en un raigal entorno musical del Santiago rural, suburbano y citadino de indiscutible aporte al avance del tres y la decisiva expansión del son y otras formas musicales cultivadas en Santiago.
Hasta el momento, en pocas oportunidades se ha intentado el despeje de este inaudito descuido, e iniciar el rescate de estas figuras con  suficiente objetividad, para ubicarlos en el justo lugar que merecen en la historiografía musical cubana.
Tal vez se necesite remover una apagada trayectoria, que va desde una concienzuda valoración crítica de su obra musical, y otro accionar paralelo, para con ello sacar a la luz a insignes y destacados ejecutantes del tres en otras épocas, y que desplegaron su vida musical en el entrecruce de los siglos XIX y XX.
Antes de adentrarnos en este asunto, se hace necesario el acogerse a algunas inevitables reflexiones acerca del tres y los treseros y que por no abundar, auxilien en algo al encuentro de algunas posibles respuestas.
En primera instancia, los músicos populares santiagueros tomaron por sí solos la decisión de asociar la cultura popular, con un sentido modificado de la cubanidad.
Si bien en principio, todo indica que sus intereses derivaban de las corrientes artísticas europeas (entiéndase francesa e italianizantes) con incisivos patrones rítmicos de antecedente africano. Lo cierto es que en su expresión estética más obvia, Santiago de Cuba genera una creación musical en un cuadro admirable de un período cuya cultura popular fue espectacular y única. Con una identidad muy propia, las formas musicales santiagueras de creación, van en principio, inspiradas hacia la clase trabajadora y sin embargo, son poco estudiadas, poco comprendidas y sin documentación sistemática.
En los archivos, bibliotecas y otros centros de información de Santiago de Cuba, basta con examinar con detenimiento las colecciones de música impresa, discos fonográficos, recortería de prensa con descripciones de fiestas públicas como el carnaval, y muy en especial, la consulta activa de las Crónicas de Santiago de Cuba, de Emilio Bacardí, o Las Artes en Santiago de Cuba, de Laureano Fuentes Matons, para tener conciencia de la amplia muestra  musical en desarrollo del ya citado entrecruce de los siglo XIX al XX.
Como ejemplo podemos aludir los misteriosos registros fonográficos realizados a las primeras y legendarias estudiantinas. Esto mueve a una pregunta: si en las primeras décadas del siglo XX, era preciso viajar a La Habana para grabar un soporte fonográfico.  Entonces, dónde grabaron estas agrupaciones que ni siquiera aparecen recopiladas en su totalidad en los catálogos de las fonográficas? ¿A caso estos registros se realizaron por alguna vía a través de la naciente Base Naval de Guantánamo entre 1908 y 1915? ¿Quién lo sabe? Por otra parte, el danzón, la criolla y la habanera eran entonces consideradas como epítomes de la música cubana. Sin embargo, paulatinamente, adquirieron atributos estilísticos distintivos el son y la trova santiaguera, cuya originalidad llegó a empalidecer a los géneros anteriormente señalados.
La producción de discos fonográficos en esta primera etapa, posiblemente suministre estilos, formatos e indicios concretos, sobre las proporciones de la creación música santiaguera de entonces.
Más o menos certeras y algo precisas, resultan la labor que por años, importantes estudiosos le han dedicado al hecho sonero. En su inmensa mayoría, estas acciones han devenido escritos, muchos de ellos, en función y amparo a programas de festivales o conciertos; algunos otros, han quedado insertos en importantes textos compilatorios sobre temas generales de la música popular cubana y que muy bien, pudieran ser calificados de la siguiente manera: los que dirigen específicamente su atención de estudio a lo eminentemente musical –muy importantes por cierto-, pero que en muchas ocasiones, soslayan en lo particular, a los gestores del hecho musical. Por otra parte abundan trabajos –pienso que demasiados- generalmente concebidos por legos en cuestiones musicales y generalmente escritos por extranjeros, donde prima lo anecdótico con pretensiones historiográficas y plagados de apreciaciones erráticas y faltos de profesionalidad. Infortunadamente, la difusión de estos textos conducen a la perdida de objetividad y perspectiva real de la información cierta.

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