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La niebla del pasado

17 de mayo de 2013

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La muchacha llegó al pueblo indicado. Le gustó. Una calle central comunicaba con la carretera principal y la partían calles estrechas rellenadas de casas de madera y jardines floridos. Buenas condiciones en la habitación alquilada y un precio accesible para el bolsillo de sus padres. Al plantear el profesor la investigación y agregar que los gastos caerían sobre el encomendado, pocos levantaron el brazo a pesar del tema tentador. Adentrarse en la huella dejada por el artista famoso y fisgonear en su relación con los habitantes. Podría descubrir colores en su personalidad jamás descritas. En su deambular por el mundo y en su propia obra demostró ser un hombre huraño, vertido en la observación de los otros y negado a intimar con esos otros.
Pocos datos existían. Se sabía que había permanecido cerca de un año junto a una mujer en un hotelucho borrado del mapa y en cuyo terreno unos bancos rodeados de árboles remedaban un parque. Sometería al cuestionario inicial a los vecinos mas ancianos de esta zona, aquellos que convivieron con el en el tiempo.
Al insinuar su propósito, las puertas se le abrieron. Orgullosos por ser seleccionados, los ancianos hablaban, hablaban.
En la noche, la estudiante repasaba las entrevistas. Las voces femeninas coincidían en que el artista había sido un hermoso prospecto de hombre, que habían recibido de el, miradas insinuantes. Una aseguraba haber recibido además, flores de el y la mas atrevida, una viejita maquillada todavía, afirmó en voz baja que había sostenido una relación íntima. Todas coincidían que la mujer acompañante, era un esperpento de hembra. Sobre este último punto, los hombres divergían. Tenía un cuerpo escultural y la comparaban con una actriz llamada María Félix del cine mexicano de los años 40 del siglo anterior, cosa comprobada por la joven en una llamada a la abuela. Las respuestas de estos ancianos eran difíciles de clasificar por lo diversas. A cada entrevistado le adjudicó una letra. Así el A decía que el artista prefería el ron peleón y acostumbraba a beberlo con el en las tardes. El B que era abstemio como el y solían pasear por la costa en la noche. El C, que jugaban al dominó hasta la madrugada. El D que no era un buen jugador de ajedrez porque el siempre le ganaba. El E aseguraba que el mismo le había enseñado a hablar el español. El F dijo que le servía de intérprete porque nunca el artista aprendió a decir ni “buenos días”.
La amalgama de testimonios, desesperó a la joven. Preocupada al máximo, llamó al profesor. “Estos testimoniantes son unos viejos mentirosos”. Después de un silencio, el interpelado contestó en un tono mas pausado que de costumbre. “”No son mentirosos, jovencita. Ellos están seguros que los hechos ocurrieron tal como lo cuentan. En la vejez, uno tiene el privilegio de moldear el pasado a su antojo para así aceptar el presente”.
Al profesor solo le faltaban dos meses para cumplir los sesenta años.

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