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El son montuno vino de oriente (II)

29 de agosto de 2019

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Asumido sus bailes, variantes y estilos de alta pureza popular, como una cuestión de compostura nacional por desiguales estratos en la etapa republicana, el Son es consumido como el principal baile por el pueblo cubano.

Su alto e innegable valor identitario, asumido por todos los cubanos, desde una amplia y determinante conciencia nacional, indudablemente deviene contundente reafirmación a la distancia de más de cien años de su feliz existencia y consumo, como el género musical más apreciado, cantado y bailado a través de una amplia perspectiva musical en Cuba.

El principio, sonado por pequeños grupos adornados con una amplia y auténtica raíz propia, cuya sonoridad fluye desde lo más profundo de un encanto ritmático y concebido, como ya apuntáramos, desde la base de rústicos instrumentos de punteo y otros de percusión y frotado, creados, en gran parte, como ya apuntáramos en gran parte del texto, por un singularísimo talento popular.

Actualmente el Son arriba a los más complejos formatos instrumentales, incluso con asombrosas sonoridades electrónicas.

El Son resulta dueño absoluto, único, de un atractivo musical muy peculiar capaz de proyectar influencias timbrico-rítmicas sobre otros géneros, formas y estilos no solo francamente populares, sino que también alcanza al sinfonismo, la música pensada para diseño cameral y hasta lo más puntual del canto coral. Por lo que resulta indudable la capacidad y amplio aporte del Son sobre otras expresiones y formatos musicales que, innegablemente se manifiestan como una amplia franja con influencias, timbres y armonías capaces de concretar el entrelazamiento entre las músicas de antecedente africanos, con lo marcadamente español.

Amplio consenso interdisciplinario ha llegado a la definitiva conclusión de que el Son resulta la máxima expresión de lo hispánico y africano para dar paso a lo eminentemente cubano.

O mejor aún, el Son se mueve entre una extrema raigambre popular y al entramado de lo legítimamente musical cubano desde determinantes contribuciones de legitimas células rítmicas presentes en la poesía de (Nicolás Guillen, Emilio Ballagas, Alfonso Carmín, Luis Pales Matos…) y que alcanza la fibra expresiva y sentimental de nuestras más auténticas formas bailables y cantables (bolero, guaracha, mambo, chachachá, pachanga, pilón, salsa, timba, entre otras formas bailables cubanas).

Pero no solo en Cuba se hace sentir con gran intensidad y calor hasta reventar la piel de los bailadores, estímese el caso de otros países sonde el Son a influido en formas y estilos autóctonos o nacionales, por ejemplo el jazz, el zamba, el merengue, la cumbia, la plena, la bomba, el tamborito, etc.

El Son endilga pródigamente vibración, sentimiento, calor humano, ritmo y melodía a lo propiamente identitario de lo cubano a partir de una nacionalidad musical fraguada, en buena parte del siglo XIX, luego concretada en todo lo largo del camino estético-musical recorrido en el siglo XX y abiertamente ratificada en las primeras décadas del siglo XXI.

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