El rostro de las letras

30 de noviembre de 2018

Por: Violeta Glez. Hormilla, Estudiante de Periodismo

 

 

Los escritores parecen ser personajes sin rostro, solo manos e ideas los forman. No es recurrente pensar en la nariz de Homero, en la inquietud o no impresa en los ojos de Dante ni en la frente de Shakespeare, para qué si ellos son Troya, los círculos del Infierno y un amor imposible. El lector es, a veces egoísta, quiere solo beber las historias, quién esté detrás es algo secundario.

Sin embargo, hubo uno que necesitó reconocer los rasgos físicos de las personas que le hacían volar con un cuento, un poema o una novela. Así, Javier Castillo, joven informático apasionado por las artes plásticas, decidió crear un proyecto expositivo al que bendijo con el nombre El rostro de las letras.

 

 

Esta idea vio la luz en el año 2016, en el marco de la Feria Internacional del Libro. Javier Castillo trabajó junto al crítico Fernando Rodríguez Sosa y el curador Jorge Fernández. En un primer momento del proyecto, decidieron ilustrar los rostros de escritores cubanos que habían desarrollado su obra durante el siglo XX. La exposición inaugural tuvo espacio en la librería Fayad Jamís.

En la preparación de esa muestra surgió la idea de acercarse a los escritores que estuviesen vivos, llegar a sus casas y que escribieran un mensaje en los retratos correspondientes.

 

 

Aquella primera exposición fue muy bien aceptada por el público y como los artistas padecen de un alma inquieta, Javier organiza en estos momentos una segunda muestra. Se han incorporado otros escritores como Miguel Barnet. Puede pensarse que será una exhibición casi idéntica a la primera, solo que, con caras nuevas, pero no, esta vez Javier combinará los retratos con objetos personales de cada autor, borrando así la línea que separa a los artistas de su público.

A inicios del próximo año, el Rostro de las letras volverá a asaltar las paredes de cualquier sitio donde las artes plásticas y la literatura puedan sentarse y conversar. Cuadros donde los tonos ocres, blancos y negros darán un sello de inmortalidad a la obra de Javier Castillo, en esencia eso es el Rostro de las letras.