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El ron cubano y caribeño

10 de enero de 2020

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el ron

 

El ron es la bebida que se define de manera simple como la fermentación y destilación de las melazas de la caña de azúcar.

El ron nace en el Caribe impetuoso de los primeros siglos. Acompañó en sus campañas terribles, a los bucaneros, corsarios, filibusteros y piratas, que en cantidades apreciables y durante centurias, colmaron todo nuestro mar y el territorio de las infinitas islas, cayos e islotes que en él se encuentran; fue compañero de los millones de hombres y mujeres que sufrieron la ignominiosa condición de la esclavitud en nuestras colonias de muchas lenguas y testigo excepcional en sus alegrías escasas y tristezas abundantes; estuvo a nuestro lado en el andar de los primeros pasos de nuestros pueblos y siguió junto a nosotros en las buenas y en las malas; se aprestó a bailar –y bailó y baila- al compás de los ritmos calientes, cadenciosos y sensuales de estas tierras; y después de mucho bregar, adquirió el abolengo que le corresponde por derecho propio.

Es inevitable cuando escuchamos su nombre no asociarlo con una imagen de júbilo y simpatía, y no recordar el ambiente exuberante, cálido y hospitalario del Caribe que lo acunó.

La caña de azúcar, fantástica fuente del jugo que posteriormente se convertiría en ron, acompañó a Colón en el segundo de sus cuatro viajes; aquella vez que se hizo custodiar por productos que serían los primeros intentos de los conquistadores por no perder sus gustos y costumbres. Tempranamente, se hacía presente la caña de azúcar, presagiando, que aquella planta exótica sería asimilada de forma tal que se convertiría, gracias al aire y al sol de nuestro clima, en la reina indiscutida.

Muchas son los predios antillanos que han presumido de su ron por largo tiempo: Jamaica, Martinica, Guadalupe, Guyana, Barbados, Trinidad, Dominica, Puerto Rico…, pero ese lejano ancestro del ron cubano de hoy, fue desde su inicio una bebida severa, indócil; que impactaba directo  al paladar por su limitada refinación. Participó en mezclas antojadizas y beligerantes, como el Grog –agua caliente, ron, azúcar y limón- que se suministró como estimulante en la armada británica por casi doscientos cincuenta años. Los primeros rones que se fabricaron en Cuba no pudieron desde el inicio apartarse de ese antiguo proceso de fabricación y solo a fines del siglo XIX pasa a una nueva etapa que elevaría el ron cubano a escalas más altas que las de sus conocidos y pendencieros coterráneos.  

Santiago de Cuba en el extremo oriental de la isla cubana, fue una de las primeras siete villas que recién iniciado el siglo XVI, se constituyeron para la futura colonización del país. Esta ciudad fue establecida en una espléndida comarca; rodeada de montañas y junto a la bahía que en si misma resume todo el esplendor de la zona. Muchos episodios de la apasionante vida de la sociedad cubana a lo largo de su historia vieron aparecer su nombre unido a hechos que en muchos casos traspasaron las fronteras nacionales.

Esta ciudad impar fue testigo en la segunda mitad del siglo XIX de la voluntad del catalán Facundo Bacardí Masó, quien tras pacientes refinaciones llegó, desde el ron pesado (heavy rum) que por siglos se produjo y consumió en el territorio caribeño, hasta un ron suave (light rum), levemente dulzón, fragancia sutil y sugestiva. De esa manera, el ron cubano pasó definitivamente a adueñarse de la conocida expresión, “el rey de los rones y ron de los reyes”.

El camino para llegar a este punto y aun el posterior, está rodeado de leyendas y anécdotas que durante mucho tiempo se agigantaron o simplemente pasaron por el tamiz de otros intereses que inventaron fábulas como aquella de cierta conocida fábrica santiaguera que argumentaba que producía su ron a través de un procedimiento secreto celosamente guardado por sus dueños, quienes impedían a rajatabla la entrada o simple presentación de cualquier persona ajena al proceso de producción. Solo podían estar presentes los maestros licoreros santiagueros. Incluso se afirmaba que las personas de piel oscura podían “cortar” –sería agriar– el proceso con su sola presencia. Sobre el tema de referencia nos ilustra de manera amplia y amena el conocido escritor cubano Leonardo Padura en artículo seriado de dos partes, publicado en la década de los ochenta en el diario Juventud Rebelde bajo el titulo de: “La larga vida de una fórmula”.

El enigma del afamado ron cubano es hoy conocido cabalmente. La respuesta a esas figuraciones nos la brinda de manera impar el conocido como biógrafo del ron cubano, Fernando G. Campoamor, en su libro El hijo alegre de la caña de azúcar.

“Vencida su pasión de oro, cada tarde Cuba le regaló una espléndida lección de humildad e ironía: un oro distinto cada tarde en la sangría de los crepúsculos sobre el mar aborigen. Y ahora, que miramos a Colón con serena perspectiva de medio milenio, y computamos el tiempo de la edad astronáutica con relojes de cuarzo; ahora que podemos destilar la luz y el agua que endulzan la caña de azúcar que trajo, brindemos por el viento fundador que nos descubrió la isla del ron cubano…”

“…No hay secreto –si la ciencia constituida es aún secreto para alguien- en la calidad de la caña, del azúcar de la caña, de la miel del azúcar y del aguardiente de la miel. Resulta una gloriosa reacción en cadena, un regalo del destino a la isla del ron. Y mientras una catástrofe geológica no destroce el planeta en que habitamos, Cuba seguirá siendo dueña de ese privilegio…”

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